La conexi¨®n de los tiempos
La guerra iniciada por Putin y la represi¨®n pol¨ªtica han hecho su mal¨¦fico trabajo. De toda la diversidad de Rusia, solo han quedado dos: la que apoya al r¨¦gimen y la perseguida
El pasado 1 de marzo, primer d¨ªa de primavera en Mosc¨², en el cementerio de Bor¨ªsovo, enterraron a Alex¨¦i Navalni. Y este domingo, en Rusia se celebrar¨¢n unas elecciones cuyo resultado conocemos: el asesino de Navalni ser¨¢ reelegido presidente. Son innumerables las desgracias causadas por ¨¦l, principalmente para el pueblo ucranio, pero tambi¨¦n para los rusos. Ya ha matado y mutilado a cientos de miles de personas, ha desplazado a millones, no solo en nuestro pa¨ªs, sino en todo el mundo.
¡°Putin is my nigga, America is shit!¡± (Putin es mi amigo, ?Am¨¦rica es una mierda!), me grit¨® recientemente un joven europeo con quien me encontr¨¦ cuando este vio mi pasaporte ruso. ?Por qui¨¦n, bajo qu¨¦ circunstancias, se ha visto influenciado?
La guerra iniciada por el dictador y la represi¨®n pol¨ªtica han hecho su mal¨¦fico trabajo: de toda la variedad de capas de la poblaci¨®n, de sus culturas y de toda la diversidad de Rusia, solo han quedado dos: la que apoya al r¨¦gimen, ya sea con un silencio indiferente, ya sea con gritos estridentes, y la otra, la perseguida, la que se opone al r¨¦gimen. En el pa¨ªs solo existen dos colores: el blanco y el negro y as¨ª se mantendr¨¢ hasta el final de la guerra y de la tiran¨ªa, es decir, mientras ¨¦l est¨¦ vivo: el hombre de ojos vac¨ªos, sonrisa malvada y un alma muerta.
En un cuarto de siglo de gobierno del pa¨ªs, ante nuestros ojos ¡ªy con nuestra aquiescencia¡ª el dictador se ha convertido en un co¨¢gulo de maldad no reflexiva, como si estuviera siguiendo un plan diab¨®lico: destruir el mundo y a s¨ª mismo, como un tumor canceroso que mata a su hu¨¦sped. Pero basta de hablar de ¨¦l, del antih¨¦roe, recordemos y recordaremos siempre al verdadero h¨¦roe, a Alex¨¦i Navalni.
En su corta vida (47 a?os), Navalni ha realizado muchas actividades diversas. Tuve la oportunidad de participar, muy modestamente, en una de ellas: cuando en 2013 de repente le permitieron participar en las elecciones a alcalde de Mosc¨² como candidato: en ese momento nos encontramos y hablamos durante una hora y media sobre los problemas de la sanidad y no solo sobre eso. Recuerdo que tem¨ªa encontrarme con un joven Yeltsin, claramente convencido de su elecci¨®n, uno de esos hombres de los que f¨¢cilmente se podr¨ªa esperar unas palmaditas en la espalda, pero me encontr¨¦ con un joven interesado y dispuesto a aprender. En ning¨²n momento sent¨ª que no se le pod¨ªa contradecir, que no se le pod¨ªa decir ¡°no¡±.
Otros, los que lo conoc¨ªan bien, escribir¨¢n sobre las ideas y acciones de Navalni, sobre su vida entera. Pero ¡°la vida ha terminado, y comienza una nueva vida¡±, y en el centro de esta nueva vida est¨¢ el mayor logro de Navalni: su regreso voluntario a Rusia despu¨¦s de su milagrosa curaci¨®n en Alemania.
Hace unos meses, un conocido profesor, humanista y autor de numerosos libros, expres¨® p¨²blicamente que todos cometemos errores, que Alex¨¦i Navalni tambi¨¦n cometi¨® un error cuando se entreg¨® por propia voluntad a sus perseguidores y envenenadores. Y su voz, dijo el humanista, ya no se escuchar¨ªa, cuando pod¨ªa haberse quedado en Occidente, organizando un peri¨®dico o una universidad. Intent¨¦ contradecirle (?si hay una voz que se escucha, es precisamente la de Navalni!). Pero, como result¨®, al humanista le pareci¨® que incluso la muerte en la cruz del Cristo fue un error (tambi¨¦n podr¨ªa haber fundado algo, por ejemplo, un hospital). Ni siquiera ayud¨® la antol¨®gica poes¨ªa del cl¨¢sico Nekr¨¢sov:
No digas: ¡®?Olvid¨® el peligro!
?De su destino ¨¦l tendr¨¢ la culpa!¡¯
?l ve mejor que es imposible
sin sacrificio, servir al bien¡
As¨ª es la audacia ajena: divierte a unos, intriga a otros y enfurece a algunos. Superar la reacci¨®n convencional hacia la haza?a ajena no es f¨¢cil y a menudo es imposible. ¡°Oh, ?por qu¨¦ no se qued¨® en Occidente?¡± ¡ª ?Y por qu¨¦ Mar¨ªa Kol¨¦snikova rompi¨® su pasaporte? ?Y por qu¨¦ Mandelshtam compuso versos antiestalinistas? Era un est¨²pido, un coraz¨®n apasionado, no como nosotros.
Con esto en mente, escrib¨ª un art¨ªculo en la primavera de 2021 sobre el tema: el regreso de Navalni. Mucha gente se preocupaba por su suerte, pero quedaba tambi¨¦n la esperanza. Mi art¨ªculo se llamaba ?Eres un genio, no falles...!
Cuando el 13 de enero de 2021 se supo que Alex¨¦i Navalni ten¨ªa la intenci¨®n de regresar a Mosc¨², record¨¦ c¨®mo una vez estuve en el circo, donde, entre otros, actuaban equilibristas. Un ni?o muy joven caminaba alto, muy alto, por una cuerda casi invisible. La orquesta estaba en silencio, y el p¨²blico tambi¨¦n. Del miedo por el joven equilibrista sent¨ª que me daba vueltas la cabeza. Y entonces, en completo silencio, se escuch¨® la voz de un ni?o: ¡°?Eres un genio, ni?o! ?Mantente firme, ni?o!¡±. La misma sensaci¨®n de mareo y el deseo de gritar, como aquel ni?o, provoc¨® la noticia del regreso de Alex¨¦i Navalni a Mosc¨².
En esos d¨ªas de enero, la admiraci¨®n por Navalni, que se hab¨ªa curado milagrosamente hac¨ªa poco, superaba nuestra sensaci¨®n de miedo. ?l sab¨ªa lo que estaba haciendo, as¨ª lo parec¨ªa. Lo compararon con Napole¨®n en el puente de Arcole; con Iv¨¢n, el h¨¦roe de los cuentos rusos, e incluso con el Falso Dmitri de Pushkin (¡°Lo guarda, claro, el destino; / Y nosotros, amigos, no nos desanimaremos¡±), en resumen, con un hombre elegido, dotado de un sentido de destino. Este sentimiento se intensific¨® a¨²n m¨¢s cuando, al llegar al aeropuerto de Sherem¨¦tievo, Navalni eligi¨® acertadamente el lugar para una entrevista ¡ªfrente a la imagen de las torres y c¨²pulas del Kremlin de Mosc¨²¡ª, su ¨²ltima entrevista en libertad.
Al mirar las fotos de Alex¨¦i Navalni y su esposa Yulia, pensamos: ?Y si esta bella pareja joven llegase al poder pol¨ªtico?
?O no hicimos de Pushkin nuestro s¨ªmbolo, nuestra bandera, el genio alegre en un pa¨ªs donde abundaban los genios pero mucho m¨¢s sombr¨ªos? Los tiranos (no solo los rusos), por lo general, son personas feas, de baja estatura, con rostros hinchados y enfermizos, peque?os ojos hundidos, privados de las alegr¨ªas de la vida familiar. ?Qu¨¦ contraste presentaban Alex¨¦i y Yulia desde esta perspectiva!
El verbo ligero, el ingenio de Navalni, su capacidad para improvisar, son cualidades que se destacaron sobre todo en su famosa conversaci¨®n con el torpe qu¨ªmico envenenador, que escucharon millones de usuarios de internet. Muchos todav¨ªa recuerdan el aterrizaje del alem¨¢n Mathias Rust en la Plaza Roja la tarde del 28 de mayo de 1987. Despu¨¦s de la conversaci¨®n de Navalni con el qu¨ªmico, surgi¨® el mismo sentimiento que hace 33 a?os: la vida ser¨¢ diferente, las fronteras inevitablemente caer¨¢n, la ventana se abri¨® y no se cerrar¨¢. Los poderosos y temibles ¨®rganos de seguridad fueron expuestos en una luz rid¨ªcula y absurda; los artistas de un gran encanto masculino, al menos as¨ª parec¨ªa, ya no representar¨¢n esp¨ªas en el cine, y esos muchachos granujientos que planean ingresar a las escuelas de la FSB quiz¨¢s se lo pensar¨¢n dos veces si vale la pena hacerlo.
¡°?Por qu¨¦ no nos muestras a la juez?, ?o est¨¢ desnuda?¡±, pregunta Navalni ya durante el juicio: qu¨¦ esp¨ªritu debe estar presente para bromear de esta manera en esas circunstancias. Finalmente, su ¨²ltima proclama: ¡°?Rusia ser¨¢ feliz!¡±, una palabra alegre en lugar de consignas mucho m¨¢s sombr¨ªas, aunque fieles, de a?os anteriores.
El hero¨ªsmo como un don, como una actitud genial, un poder que no se puede interpretar, simular: eso es lo que provoca admiraci¨®n en algunas personas, en otra parte de ellas (especialmente en los hombres) envidia. Envidiar el don pol¨ªtico, como el musical o el po¨¦tico, es extra?o, pero es natural en el hero¨ªsmo personal, aunque vergonzoso. Las personas, incluidas nominalmente en la oposici¨®n, pero que no pueden reconocer en s¨ª mismas esta envidia y luchar contra ella, escriben manifiestos, expresan desacuerdo con las opiniones de Navalni, aunque ya no se trata de opiniones desde hace mucho tiempo. ¡°?Salgo a la calle!¡±, escribieron en las redes sociales despu¨¦s de los juicios de Navalni j¨®venes valientes, y salieron a las calles de sus ciudades, la ¨²nica reacci¨®n saludable a los acontecimientos, aunque llena de grandes problemas.
Sin embargo, pronto la diversi¨®n termin¨®, se convirti¨® en una profunda melancol¨ªa, desesperaci¨®n. Navalni est¨¢ en la c¨¢rcel, lo torturan priv¨¢ndolo de sue?o, neg¨¢ndole atenci¨®n m¨¦dica. Cada d¨ªa trae noticias m¨¢s sombr¨ªas que el anterior. El mundo pol¨ªtico se ha empobrecido, ya no tiene sentido razonar en t¨¦rminos de derecha e izquierda, rep¨²blica parlamentaria o presidencial, estado nacional o imperio. Vida contra no-vida, luz contra oscuridad: ah¨ª tienes todo el conflicto. La sociedad est¨¢ sumida en un estado de cat¨¢strofe moral, impotencia, especialmente pronunciada nuevamente entre los hombres. No escapar¨¢n de esta cat¨¢strofe ni el trabajo, ni la vida privada, ni la emigraci¨®n. S¨ª, hay un peque?o c¨ªrculo de amigos, hay Facebook, que ha reemplazado nuestras instituciones sociales y crea la ilusi¨®n de que estamos entre los nuestros, pero si miras m¨¢s de cerca, ves c¨®mo se reduce nuestra vida rusa. Uno u otro decide irse: ?eso ayudar¨¢ a Navalni y a cientos (si no miles) de otros presos pol¨ªticos?
¡ª¡°No, incluso si te vas, alej¨¢ndote de la tragedia, no dejar¨¢s de vigilarla¡±.
¡ª¡°Pero algo hay que hacer ...¡±
¡ª¡°De acuerdo, vivimos de alguna manera en la Uni¨®n Sovi¨¦tica ...¡±
¡ª¡°Deja eso, ?qu¨¦ tiene que ver la Uni¨®n Sovi¨¦tica aqu¨ª? Si vamos a comparar con algo, entonces con Alemania a mediados de los treinta¡±.
As¨ª transcurre esta misma vida en tales conversaciones.
Quisiera terminar con una nota, aunque no optimista, pero s¨ª reconciliadora, pero ?de d¨®nde la sacar¨ªas? Por ahora, solo queda repetir lo mismo con lo que comenz¨®, pero en silencio, susurrando: ¡°?Bien hecho, chico!... ?Y si de verdad lo logra?
Y aqu¨ª, mirando ¡ªlamentablemente, desde lejos¡ª a la gente reunida en el funeral de Alex¨¦i (alguien dice que vinieron50.000, y alguien dice 100.000), pienso: ?parad¨®jicamente, lo logr¨®!
No lo que quer¨ªamos nosotros, ni lo que probablemente quer¨ªa ¨¦l mismo, pero algo diferente y en cierto sentido, m¨¢s grande. Despu¨¦s de todo, Hamlet no vino a castigar el mal, sino a restaurar la conexi¨®n del tiempo. ¡°Y muero, pr¨ªncipe, en mi tierra natal / Con una espada envenenada apu?alada¡±: en el funeral de Navalni vimos claramente no solo a la Rusia del envenenador Claudio, quien rompi¨® la conexi¨®n del tiempo, sino tambi¨¦n a la Rusia del pr¨ªncipe Hamlet, que la restaur¨®.
¡°Rusia ser¨¢ libre¡±, ¡°Rusia ser¨¢ feliz¡±, la despedida multitudinaria al verdadero, no imaginario, h¨¦roe de Rusia nos infunde fe, aunque sea d¨¦bil, t¨ªmida. Seg¨²n el testimonio de quienes superaron el miedo ¡ªlos que estuvieron all¨ª¡ª, a trav¨¦s del horror de lo que est¨¢ sucediendo, se sinti¨® una especie de esperanza, de una primavera.
?Y las elecciones, merecen que las mencionemos?
¡°?Navalni nuestro presidente!¡±, gritaban los j¨®venes entre la multitud en su funeral.
Si alguna vez hay que votar, entonces hay que hacerlo por estos j¨®venes.
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