Portugal, tan cerca, tan lejos
Espa?a est¨¢ paralizada por un bibloquismo polarizador que hace imposible imaginar casi cualquier acuerdo transversal, pero carece tambi¨¦n de una derecha que sepa c¨®mo orientarse en su propio territorio
En Portugal, el l¨ªder conservador Lu¨ªs Montenegro ha conseguido dejar fuera de su posible nuevo Gobierno a la Chega, el partido de ultraderecha que sacudi¨® el sistema de partidos de nuestro pa¨ªs vecino. La reacci¨®n del PS, el anterior partido gobernante, parece que lo encamina a una oposici¨®n constructiva; har¨¢ oposici¨®n, pero le ha tendido tambi¨¦n la mano para apoyar ciertas reformas. Desde luego, est¨¢ por ver si conseguir¨¢ la estabilidad necesaria para llevar adelante la legislatura, pero estas maniobras no dejan de mandar una se?al positiva. A la vista de lo que ocurre en nuestro pa¨ªs y de aquello hacia lo que apuntan las elecciones europeas, esta decisi¨®n va en la buena direcci¨®n. Muestra al menos que el sector mayoritario de la derecha tiene clara cu¨¢l ha de ser su relaci¨®n con los partidos nacionalpopulistas. Justo lo contrario de lo que nos encontramos en Espa?a y en buena parte de Europa.
Est¨¢ claro que Espa?a no goza de la cohesi¨®n nacional portuguesa y est¨¢ paralizada por un bibloquismo polarizador que hace imposible imaginar casi cualquier acuerdo transversal. Pero, y esto es lo que nos va a interesar aqu¨ª, carece tambi¨¦n de una derecha que sepa c¨®mo orientarse en su propio territorio. Esta es la herida por la que sangra el PP, obligado, all¨ª donde depende de Vox, a ceder en cuestiones que lo desfiguran como ¡°derecha moderna¡± y, como vimos en las pasadas elecciones generales, lo limitan gravemente en sus aspiraciones a gobernar. En dos palabras, no ha encontrado a¨²n una estrategia para relacionarse con Vox. Ni se la espera. Al menos despu¨¦s de lo visto en su acuerdo con los ultras relativo a la memoria hist¨®rica en las comunidades en las que gobiernan. O el que se sientan arrastrados por el vocer¨ªo crispante de los de Abascal para que parezca que no son menos contundentes en su rechazo del ¡°contubernio Frankenstein¡±.
Lo peor, sin embargo, es que se ha acomodado a hacer oposici¨®n por la oposici¨®n misma. Me explico. Se rasga las vestiduras ante todos y cada uno de los pasos del Gobierno en su cesi¨®n ante los independentistas, pero no ofrece un contra-modelo, una alternativa. Fuera de la referencia gen¨¦rica a la Constituci¨®n, a lo que, por otra parte, est¨¢ obligado, ?sabe alguien cu¨¢l es la soluci¨®n del PP para apaciguar Catalu?a o buscar una mejor integraci¨®n de Euskadi? ?Tiene alg¨²n plan para resolverlo? A las puertas de las elecciones en estas dos comunidades solo sabemos que no es el del actual PSOE, y esta indefinici¨®n lastra gravemente sus posibilidades de alcanzar all¨ª un buen resultado. Otra pregunta. ?Sabemos realmente cu¨¢l es su posici¨®n ante las nuevas guerras culturales? ?Qu¨¦ parte de las medidas al respecto impuestas en sus comunidades aut¨®nomas se corresponden con sus convicciones y cu¨¢les son meras cesiones a sus socios de Vox?
Esta ¨²ltima pregunta no es balad¨ª, porque el grueso de la hipoteca que le impone Vox va esta direcci¨®n y es la principal fuente del temor que inspira su liaison con dicho partido. Quiz¨¢ le alegre saber que, como afirmaba hace un par de d¨ªas Simon Kuper en Financial Times apoy¨¢ndose en diversos sondeos, parece que las guerras culturales se van apaciguando. Baste una muestra, que enlaza con lo de la memoria hist¨®rica. Una amplia mayor¨ªa de estadounidenses y brit¨¢nicos se mostraban a favor de discutir los aspectos m¨¢s controvertidos de su historia ¡ªel racismo o el imperialismo, seg¨²n el caso¡ª, no eliminarlos o renunciar a una visi¨®n cr¨ªtica; pero tampoco compraban el radicalismo m¨¢s woke. Y as¨ª en todos los temas. ?Ven?, tampoco es tan dif¨ªcil. Aunque, eso s¨ª, tendr¨¢n que trabaj¨¢rselo y plantarse luego ante Vox.
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