El premio que no quiere Ham¨¢s
Netanyahu, Ir¨¢n y la milicia de Gaza coinciden en su rechazo a un Estado palestino comprometido con el respeto a la legalidad internacional
Lo han dicho voces autorizadas y otras lo han repetido sin autoridad alguna: reconocer el Estado palestino es un premio al terrorismo. Lo piensan y lo dicen, sabiendo lo que dicen, Netanyahu, sus ministros y sus embajadores. Y lo dicen, sin pensar lo que dicen, personajes como Isabel D¨ªaz Ayuso y otros mim¨¦ticos portavoces del Partido Popular.
Son coherentes los primeros con la idea mesi¨¢nica y supremacista de un Estado exclusivamente jud¨ªo entre el Jord¨¢n y el Mediterr¨¢neo, incompatible con la tierra compartida entre dos naciones, la israel¨ª y la palestina. No son coherentes los segundos con la pol¨ªtica exterior de su partido ni con la posici¨®n espa?ola sobre los dos Estados mutuamente reconocidos y conviviendo en paz, aunque sean coherentes con el tropismo antisanchista que conduce a defender lo contrario de lo que diga el Gobierno.
Palestina ya forma parte de Naciones Unidas como Estado observador no miembro, condici¨®n que solo comparte con el Vaticano. Tiene un territorio internacionalmente reconocido, aunque es otro Estado el que lo controla y lo mantiene ilegalmente ocupado. De los 193 Estados socios son 139 los que se han pronunciado a favor de que tambi¨¦n lo sea. Cuenta con una estructura administrativa, la Autoridad Palestina, de competencias y capacidades ¨ªnfimas, que ni siquiera controla la franja de Gaza. Solo falta la voluntad de reconocimiento israel¨ª. Existi¨® en Israel en tiempos de gobernantes como Isaac Rabin, el primer ministro asesinado en 1995 por los amigos de Itamar Ben-Gvir, el actual ministro de Seguridad Nacional.
All¨ª donde no hay Estado est¨¢ garantizada la desprotecci¨®n de la poblaci¨®n. Lo saben los gazat¨ªes, entre la sart¨¦n de Ham¨¢s y el fuego de Netanyahu. La Autoridad Palestina ya intent¨® el reconocimiento en la pasada d¨¦cada, pero sin ¨¦xito, por el veto de Estados Unidos, que lo fiaba a una negociaci¨®n bilateral con Israel, tal como Washington ha repetido ahora y tambi¨¦n las mim¨¦ticas voces espa?olas. El argumento en contra es un sarcasmo, pues exige que sea resultado de una negociaci¨®n que Netanyahu ha boicoteado en sus 16 a?os como primer ministro. Seg¨²n el optimista argumento a favor, el reconocimiento internacional dar¨¢ seguridad a Israel y, primero, impulsar¨¢ la tregua, la liberaci¨®n de los rehenes y la desescalada regional y, despu¨¦s, la negociaci¨®n y la paz definitiva.
Hay otras voces en la regi¨®n que rechazan de plano un Estado palestino comprometido con el respeto a la legalidad internacional, tal como exige la Carta de Naciones Unidas a quienes tiene que admitir como nuevos socios. Son las de Ham¨¢s e Ir¨¢n, que solo quieren un Estado entre el Jord¨¢n y el Mediterr¨¢neo pero isl¨¢mico, regido por la shar¨ªa, del que sean expulsados los jud¨ªos. Estas pretensiones monstruosas van como anillo al dedo a los ultraortodoxos y supremacistas jud¨ªos del Gobierno de Netanyahu, puesto que buscan lo mismo, pero al rev¨¦s: todo el territorio para ellos, nada para los palestinos.
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