?Qu¨¦ nos cohesiona?
No basta con lamentar las fracturas culturales y reivindicar la integraci¨®n a trav¨¦s de principios c¨ªvicos. Lo que nos une es tambi¨¦n la solidaridad, la eliminaci¨®n de la precariedad y de la marginalidad social
La sensaci¨®n de futuro secuestrado lo impregna todo. No hay soluci¨®n a la vista para los grandes problemas internacionales, ni en los escenarios de guerra ni en lo relativo a un combate eficaz frente al cambio clim¨¢tico o el deterioro de los sistemas democr¨¢ticos. La desaz¨®n se extiende tambi¨¦n a cuestiones m¨¢s micro, las que, por valernos de una expresi¨®n muy manida, ¡°preocupan a la gente¡±. La proximidad de las elecciones europeas har¨¢ que cobren m¨¢s visibilidad y, si no se reacciona, alimenten lo que ya parece un giro inevitable hacia un considerable aumento del voto a partidos de extrema derecha. Un buen ejemplo a este respecto es la actual discusi¨®n francesa en torno a la violencia en las escuelas e institutos.
Gabriel Attal, el joven primer ministro de este pa¨ªs, trat¨® de presentar algunas soluciones al personarse en Viry-Ch?tillon, la localidad de la periferia de Par¨ªs donde hab¨ªa fallecido un alumno tras la brutal paliza recibida por otros j¨®venes. Un caso m¨¢s entre los muchos que han aparecido ¨²ltimamente en Francia y que aqu¨ª no es preciso detallar. Lo que me interesa ahora es el contenido de su discurso. En ¨¦l se present¨® el anuncio de nuevas medidas penales m¨¢s contundentes hacia los j¨®venes que practican la violencia, en claro y progresivo aumento en los ¨²ltimos a?os. Pero junto a esta necesidad de ¡°restaurar la autoridad¡± se hizo un gui?o tambi¨¦n a la imprescindible recuperaci¨®n de algunos de los ideales de la rep¨²blica, como el respeto y el civismo, y una apelaci¨®n a ¡°la movilizaci¨®n general de la naci¨®n para reencontrarse con sus adolescentes¡±. De forma impl¨ªcita estaba confirmando, por tanto, la erosi¨®n del medio m¨¢s eficaz de integraci¨®n social del que dispone el modelo franc¨¦s.
El propio Attal reconoci¨® que los j¨®venes est¨¢n hoy hu¨¦rfanos de un ideal compartido, y aprovech¨® para arremeter contra eso que Macron calific¨® en su d¨ªa como ¡°separatismo¡±, el repliegue hacia sociedades paralelas desvinculadas unas de otras, y la crisis de la laicidad, el sacrosanto principio republicano. Attal fue criticado enseguida por diversos sectores por recurrir a un lenguaje de ley y orden en vez de atajar los problemas de fractura social o los m¨¢s espec¨ªficos de los liceos, muchas veces desbordados. Con ello estar¨ªa tratando de aproximarse a las proclamas de la extrema derecha con el fin de aminorar en lo que fuera posible esa distancia de m¨¢s de 10 puntos que seg¨²n los sondeos separan al partido de Le Pen del de Macron.
Esto ¨²ltimo, el intento por acortar esa distancia, me parece indudable. Pero en Francia, como en otros lugares, no basta con lamentar las fracturas culturales y reivindicar la integraci¨®n a trav¨¦s de principios c¨ªvicos, por muy sentados en raz¨®n que nos parezcan. Lo que nos cohesiona es tambi¨¦n la solidaridad, la eliminaci¨®n de la precariedad y la marginalidad social. No hay m¨¢s que ver d¨®nde se produce la violencia. Adem¨¢s de ese intangible llamado autorrespeto o ¡°reconocimiento¡±, la sensaci¨®n de ser aceptados por el grupo mayoritario, de que podemos mirarlos a los ojos como iguales, de no sufrir humillaci¨®n. Para que esto se produzca hay que instar a algo m¨¢s que a los principios de la rep¨²blica; es una tarea de la sociedad como un todo y algo para lo que el sistema educativo resulta esencial. Por eso mismo es tan preocupante tambi¨¦n esta crisis de la violencia en la escuela francesa, hasta ahora uno de los mejores modelos existentes en los que desarrollar el principio de convivencia c¨ªvica.
Hay mucho que reflexionar sobre estas cuestiones y no abrazarnos sin m¨¢s a declaraciones abstractas o a las pseudosoluciones nacionalpopulistas.
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