Letizia destaconada
Estoy segura de que la Reina cree que la majestad, la profesionalidad y la dignidad se llevan puestas y que el h¨¢bito no hace a la monja, pero bien que la arma.
El otro d¨ªa, a mis 57 a?azos de vida y treinta y tantos de carrera, fui a trabajar en zapatillas deportivas por primera vez en la historia. Ten¨ªa en puertas un viaje de esos de patearte una ciudad a destajo y quer¨ªa domarlas antes de que me mataran ellas a rozaduras. Y dir¨¢n ustedes: a nosotros qu¨¦ nos importa. Raz¨®n no les falta. Pero dejen que me explique, a ver si logro que se entienda mi problem¨¢tica. Ese d¨ªa no era una jornada de tr¨¢mite, de esas en las que no levantas el culo de la silla y da igual que vayas en pijama. Al rev¨¦s, ten¨ªa un par de entrevistas: una con un actor en un local de moda y otra con un pez gordo en su pecera, y, calzada de tal guisa, a ras de suelo, me sent¨ª baja, torpe, fea y gorda, y pens¨¦ que todo el mundo lo notaba. Por supuesto, tama?a paranoia solo estaba en mi cabeza. Hace lustros que colegas de toda edad y pelaje, de becarias a directoras, van a trabajar con calzado plano y las veo tan profesionales y tan monas. Pero, personalmente, soy incapaz de bajarme de la tarima sobre la que he edificado mi autoconciencia hasta el punto de llevar alzas hasta en las chanclas de playa. Y dir¨¢n ustedes: vaya inseguridad en s¨ª misma la de una se?ora que depende de la altura de sus suelas para sentirse c¨®moda en su pellejo. De acuerdo. Pero no creo ser la ¨²nica.
Por eso me enterneci¨® tanto ver a Letizia Ortiz, reina de Espa?a, sentada en un escabel con su tiara, su banda y su vestido de gran gala en el besamanos de su viaje oficial a Holanda, por no poder aguantar de pie despu¨¦s de toda la vida subida a sus tacones de v¨¦rtigo. Si a m¨ª, que no me mira nadie, me incomoda bajar a tierra, imag¨ªnense a ella, con millones de ojos fiscaliz¨¢ndola, y al lado de una hom¨®loga tan imponente como para ser llamada M¨¢xima de los Pa¨ªses Bajos sin sonrojarse. Estoy segura de que Letizia, como yo misma, cree que la majestad, la profesionalidad y la dignidad se llevan puestas desde la cuna, y que el h¨¢bito no hace a la monja. Pero bien que la arma. Las deportivas, por cierto, me desollaron viva y he vuelto a subirme a los tacones con tiritas a la espera de montarme en las m¨¢s c¨®modas cu?as de esparto del verano. Apuesto a que Letizia piensa lo mismo. No sabes c¨®mo te entiendo, reina.
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