La traici¨®n de las ¨¦lites europeas
Ante el redoble de tambores del etnonacionalismo y el abandono por parte de sus l¨ªderes de los ideales que construyeron la UE, hay que reconstruir el sue?o europeo a partir del mito
Desde que, hace 30 a?os, Occidente dej¨® a Bosnia a merced de s¨®rdidos especuladores y criminales, me obstino en narrar Europa. Cuanto m¨¢s siento que se balcaniza y m¨¢s veo que los ideales de los padres fundadores se desvanecen, m¨¢s se refuerza en m¨ª la obligaci¨®n de invocar ese nombre. Europa. He llenado teatros, he acompa?ado orquestas sinf¨®nicas de j¨®venes, explorado monasterios, remontado r¨ªos y monta?as desde el Atl¨¢ntico hasta el C¨¢ucaso, para luego escribir sobre ellos, en prosa e incluso en verso, y evocar la gran utop¨ªa de la que naci¨® la actual alianza despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial.
En los encuentros con la gente, siempre ha resultado f¨¢cil despertar el amor por la gran madre com¨²n, capaz de hermanar a las naciones. La falta de respuesta est¨¢ en la cima. Las instituciones comunitarias no eran ni son capaces de ofrecer una respuesta a la necesidad emocional de la pertenencia al continente. En mis andanzas como narrador de historias de pueblo en pueblo, rara vez he sentido la proximidad del Palacio. Bruselas estaba demasiado enredada en una mara?a de intereses, equilibrios y negociaciones con los grupos de presi¨®n como para entender la importancia pol¨ªtica del relato.
Hoy, 9 de mayo, es el D¨ªa de Europa, y me pregunto si hay algo que celebrar. Si miro a la c¨²pula federal, mi respuesta es: nada. La alianza en la que cre¨ªa ya no es la misma. Es como si me asomara a un abismo desde una barandilla inestable. M¨¢s all¨¢, solo veo el vac¨ªo. Un vac¨ªo ¨¦tico, pol¨ªtico, estrat¨¦gico, diplom¨¢tico, narrativo, e incluso l¨¦xico. La misma palabra ¡°Europa¡± parece estar vac¨ªa de significado. Siento que, al igual que las bajas presiones en meteorolog¨ªa, ese vac¨ªo de sentido genera turbulencias y atrae tormentas. Muestra una tierra a merced de los elementos.
Por supuesto, nunca habr¨ªa imaginado que el mito de la joven princesa Europa raptada por J¨²piter pudiera ser traicionado por una f¨¦mina, una mujer llamada Ursula. Para mantenerse en el poder despu¨¦s de las elecciones, la presidenta de la Comisi¨®n ya ha invitado al banquete a las fuerzas soberanistas, favoritas en los sondeos; las mismas que sue?an con vaciar la Uni¨®n desde dentro para convertirla en una alianza invertebrada. Con ella, mi tierra ha sido degradada a un patrimonio canjeado con fines electorales. Mientras que Europa se asemeja cada vez m¨¢s a una hermosa mujer ca¨ªda, obligada a vender su cuerpo al borde de la carretera.
Europa no solo tiene enemigos externos, Putin o el radicalismo isl¨¢mico. Tambi¨¦n est¨¢ la quiebra de nuestros valores y nuestra apertura al liberalismo m¨¢s desenfrenado. Big Food, Big Pharma, Big Chemical y los traficantes de armas, que a estas alturas hacen lo que quieren en Europa. Orwell se ha apoderado de las instituciones. La educaci¨®n, la sanidad, el transporte colapsan. La pobreza aumenta, el bienestar se desmorona. Con la excepci¨®n de la peque?a Dinamarca, la inmigraci¨®n no encuentra respuestas capaces de conciliar la acogida y la disciplina. Las fronteras entre los Estados se est¨¢n cerrando. El Mediterr¨¢neo se convierte en una barrera. Y la palabra m¨¢s tr¨¢gica del siglo pasado, ¡°naci¨®n¡±, vuelve a estar de moda para causar m¨¢s desastres.
Qu¨¦ hermosa sonrisa maternal exhibe la se?ora Von der Leyen en los carteles. Esa sonrisa no revela que, bajo su mando, las oficinas de la Comisi¨®n, de instrumento de consenso democr¨¢tico, se han transformado en un b¨²nker donde reina la obediencia ciega, donde es posible negociar en secreto con las farmac¨¦uticas sobre las vacunas e incluso debilitar la Defensa de la Competencia, el ¨²nico freno que queda a la actual voracidad depredadora de la econom¨ªa. Ursula, que inaugur¨® su mandato relanzando el Pacto Verde y ahora lo cierra con su demolici¨®n, convirtiendo a la Uni¨®n Europea en una veleta. Ursula, apodada ¡°presidenta estadounidense¡± por su sumisi¨®n acr¨ªtica a la OTAN.
Los cumplidos entre la presidenta y los posfascistas, especialmente los italianos, esconden la b¨²squeda de una alianza fatal entre el coraz¨®n democristiano de la Uni¨®n, ligado a la tecnocracia de las grandes corporaciones due?as de los medios de comunicaci¨®n, y una ideolog¨ªa que ha sido hist¨®ricamente implacable con los d¨¦biles, los pobres y los diferentes. Los mismos a los que la econom¨ªa de consumo cataloga como ¡°superfluos¡± en la cadena productiva. El retorno de las naciones, a cambio de la hegemon¨ªa de los McDonald¡¯s.
Es un pacto de conveniencia mutua. Las potencias mundiales adulan a los soberanismos para debilitar el ¨²ltimo basti¨®n de derechos y reglas, para deshacerse de un competidor temible y conseguir tambi¨¦n aqu¨ª v¨ªa libre para saquear los recursos y servirse de la mano de obra. Por su parte, los soberanismos utilizan las redes sociales, m¨¢s efectivas que cualquier porra, para convencer a los pueblos de que se sometan d¨®cilmente, evocando teor¨ªas conspirativas y continuas emergencias de estado de sitio. De nuevo una traici¨®n ¡°femenina¡±, protagonizada por Marine Le Pen, Giorgia Meloni y la propia Von der Leyen.
Oigo un redoble que no cesa en esta noche de Europa. Son los tambores del etnonacionalismo, las palabras de odio que se filtran en TikTok y Facebook. Los soberanismos han aprendido antes que otras fuerzas pol¨ªticas a hacer uso del poder seductor de Internet. Hicieron proselitismo, empezando por los menores, predicando la hostilidad hacia los que son diferentes y la necesidad de un l¨ªder supremo. Pero, sobre todo, han creado en la opini¨®n p¨²blica la idea de un inevitable ocaso de la democracia, hasta el punto de que han obligado a las fuerzas moderadas e incluso a la inexistente izquierda a perseguir a los soberanistas en el plano del lenguaje. Ma?ana, aunque la derecha no gane las elecciones, la derecha seguir¨ªa siendo la vencedora, en lo que se refiere al relato y el pensamiento medio.
Hipnotizados por esta ¡°est¨¦tica del ocaso¡±, los medios de comunicaci¨®n siguen subestimando los signos de una tendencia contraria. Que son muchos, pero no son noticia. No se ha hablado lo suficiente de los tres millones de alemanes que llenaron las plazas para erigirse en ¡°cortafuegos¡± contra el retorno del nazismo; de la formidable remontada electoral de los polacos contra el nacionalismo necr¨®filo que los ha dominado durante a?os; de la ira de los j¨®venes pacifistas agredidos; o de las manifestaciones de los trabajadores contra la explotaci¨®n de la mano de obra y el desmantelamiento del sistema de salud y de pensiones.
Todav¨ªa no sabemos c¨®mo terminar¨¢. Depende en gran medida de c¨®mo narremos Europa. Los intelectuales han estado muy callados. Y, sin embargo, nunca su tarea hab¨ªa estado tan clara: defender la palabra del parloteo b¨¢rbaro que la ataca. La falsa alternativa entre ¡°brit¨¢nico¡± y ¡°europeo¡± fue la que provoc¨® el Brexit. Y fueron las palabras de los medios de comunicaci¨®n las que empujaron a Yugoslavia hacia el abismo. Si hoy Rusia y Ucrania corren el riesgo de autodestruirse en un conflicto sin fin, se debe tambi¨¦n a que las ¨¦lites europeas carecen de la capacidad dial¨¦ctica, o verbal, de tejer una mediaci¨®n. Y para el terrible atolladero de Gaza, el discurso no cambia.
Llegados a este punto, se trata simplemente de explicar que el soberanismo es el camino m¨¢s seguro para volverse vulnerable, para convertirse en una tierra de conquista para las multinacionales y, por lo tanto, para perder soberan¨ªa. Recordemos que, a causa de los nacionalismos, Europa ya se ha suicidado dos veces. Y que, en su hora m¨¢s oscura, Inglaterra resisti¨® la avalancha nazi gracias al apasionado discurso de un solo hombre, Winston Churchill. Se trata de contarles a los ni?os lo afortunados que son, lo verde que es esta tierra nuestra y cu¨¢nta nostalgia se siente al estar lejos de ella. Partir del mito para reconstruir el sue?o europeo.
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