?C¨®mo se paga romper un pa¨ªs?
Como en un viejo conflicto familiar, llega el momento en que se puede volver a hablar de la cena. La franja divisoria es m¨¢s fr¨ªa que el territorio com¨²n
?Cu¨¢nto cuesta romper un pa¨ªs? ?C¨®mo se paga? ?C¨®mo se castiga la tensi¨®n, la inestabilidad, la divisi¨®n, la desprotecci¨®n que sintieron tantos catalanes ajenos a los planes de separaci¨®n que adoptaron sus gobernantes sin consenso? ?C¨®mo se penaliza el dolor que sentimos los espa?oles que, sin necesidad de ser franquistas ni patrioteros, queremos a nuestro pa¨ªs? ?Los que sentimos orgullo de serlo?
La respuesta es resbaladiza porque no se encuentra solo en la ley y porque ata?e a sentimientos y emociones. Ni siquiera el C¨®digo Penal tuvo la verdad absoluta, a la vista de c¨®mo fiscales y jueces discreparon sobre si aquello era rebeli¨®n o sedici¨®n, palabras que parec¨ªan de los tiempos de Alatriste. Tribunales de pa¨ªses europeos tambi¨¦n discreparon seriamente cuando las acusaciones que llegaban de Espa?a no encajaban en sus tipos penales. Por eso los huidos se libraron de la extradici¨®n. M¨¢s tarde las leyes se cambiaron y si eso sirvi¨® o no sirvi¨® ya no importa, porque la amnist¨ªa y las urnas est¨¢n a punto de dejar todo eso atr¨¢s.
Ahora ha pasado el tiempo. Pas¨® la ruptura. Pasaron los juicios. Pasaron los cambios legales. Pas¨® la c¨¢rcel. Hasta la escapada est¨¢ a punto de pertenecer al pasado. Y quienes lideraron todo eso tambi¨¦n. Adi¨®s. Y, sin embargo, la pregunta sigue en el aire: ?C¨®mo se paga romper un pa¨ªs? ?Cu¨¢nto cuesta el da?o causado?
Y es que la respuesta, decimos, tambi¨¦n pertenece al terreno de la piel. La ley y los tribunales no bastan. Como en un viejo conflicto familiar, se huele el momento en que un enfado se va amortiguando y se puede volver a hablar de la cena. Se siente ya que la franja divisoria es m¨¢s fr¨ªa e inc¨®moda que el territorio com¨²n.
Quienes tenemos la suerte de no ser jueces, sino solo votantes, acaso empezamos a tenerlo claro. Que la factura debe quedar atr¨¢s, que los tribunales penalizan, pero no solucionan, y que hemos de seguir adelante. Que a veces estrangular¨ªamos a nuestros hijos, padres o cu?ados si nos hacen da?o, claro. Pero que nunca lo haremos porque hay que hacer eso: seguir adelante. Que a veces contemplamos la herida a¨²n abierta, s¨ª, pero que ya no es tiempo de seguir hurgando en ella.
Hoy, cuando vemos cicatrizarse las cosas en las urnas, sorprende y choca ver a quienes siguen buscando el pus. Dej¨¦moslo estar. No somos medievales, no vamos a las mazmorras, aqu¨ª no latigamos a nadie y, adem¨¢s, atentos: no solo los catalanes est¨¢n cansados; tambi¨¦n nosotros, los que lo sufrimos desde otros lados del mapa. Y adem¨¢s porque, por primera vez, se oye hablar de unir y no de dividir. Bravo por eso.
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