La democracia en Europa
Pese al refuerzo que pronostican las encuestas, la extrema derecha no tendr¨¢ la mayor¨ªa necesaria para imponer su programa en la Euroc¨¢mara, a menos que se resquebraje el bloque que mantiene vivo el proyecto europeo
Desde nuestra Transici¨®n, la integraci¨®n en Europa se convirti¨® en algo as¨ª como una llave de seguridad para la consolidaci¨®n de la democracia. Sigue si¨¦ndolo, est¨¢ bien asentada en los Tratados de la Uni¨®n, pero las previsiones de un potencial incremento del voto a partidos nacionalpopulistas en las pr¨®ximas elecciones europeas puede ir en la direcci¨®n contraria a lo que siempre hab¨ªamos dado por supuesto en la UE, el asegurar una decidida exigencia de solidez democr¨¢tica. Eso y el prurito geopol¨ªtico de las nuevas ampliaciones previstas, que no pondr¨¢ muchas pegas a pa¨ªses con rasgos iliberales. Si el actual momento hist¨®rico se caracteriza por la tensi¨®n entre democracia y autoritarismo, es dif¨ªcil que la propia UE pueda salir indemne de este juego de fuerzas. La presi¨®n que desde fuera se hace a los gobiernos democr¨¢ticos est¨¢ a la vista; m¨¢s compleja, porque a¨²n no ha mostrado todos sus matices, es su propia erosi¨®n interna. En Estados Unidos la asociamos a una eventual nueva presidencia de Trump; en Europa, al ¨¦xito de los partidos nacionalpopulistas.
Cu¨¢l sea la forma espec¨ªfica en la que estos ¨²ltimos pueden condicionar nuestro devenir democr¨¢tico no es una cuesti¨®n abierta; empezamos ya a tener evidencia suficiente de su forma de proceder. Por lo pronto, y como acabamos de ver en Eslovaquia con el atentado a Fico, un salto cualitativo en la ya por s¨ª elevada polarizaci¨®n que empieza a extenderse por todas las democracias. Luego, por empecinarse en rasgar el ya de por s¨ª d¨¦bil consenso en torno a la inmigraci¨®n o el derecho de asilo y las medidas dirigidas a combatir el cambio clim¨¢tico; o incluso precipitarse a buscar una paz deshonrosa con Putin. Con todo, a pesar del refuerzo que pronostican las encuestas, los dos grupos con los que operan en el Parlamento Europeo no dispondr¨¢n de la mayor¨ªa necesaria para imponer su programa. Podr¨¢n felicitarse por sus ¨¦xitos recientes en su creaci¨®n de algo parecido a una ¡°internacional nacionalpopulista¡± en la reuni¨®n de Europa Viva 24 de Madrid, o ilusionarse por su potencial crecimiento en las elecciones europeas, pero no tendr¨¢n todav¨ªa el mando del Parlamento de la UE. A menos, y aqu¨ª es donde reside el verdadero peligro, que se resquebraje el bloque que hasta ahora manten¨ªa vivo el proyecto europeo.
Estamos ante unas elecciones existenciales, unas elecciones en las que nos jugamos el futuro de Europa. Lo ¨²nico que puede asegurarnos un m¨ªnimo y efectivo control colectivo del amenazante porvenir que nos espera es que lo abordemos unidos, no retranqueados dentro del est¨¦ril calorcito de las identidades nacionales. Por eso mismo, y porque su posici¨®n en el nuevo Parlamento Europeo seguir¨¢ siendo central, debemos exigir una claridad total a los ¡°partidos sist¨¦micos¡± respecto a cu¨¢les son sus planes en cuanto a la UE. Y, en lo que hace en particular a los integrados en el Partido Popular Europeo, necesitamos saber si van a caer en la tentaci¨®n de los pactos con la extrema derecha. Claridad, saber a qu¨¦ atenernos. Por lo que vemos en Espa?a, la tentaci¨®n ser¨¢ la contraria: convertir estas nuevas elecciones en una pr¨®rroga de nuestras disputas familiares. Ahora no toca. Toca asumir nuestro rol como ciudadanos europeos, no el de esta u otra nacionalidad. Es una de tantas iron¨ªas de la historia, o una paradoja: la mejor ¨Dno, la ¨²nica¨D defensa de las identidades e intereses nacionales no pasa por encerrarnos dentro de nuestras fronteras respectivas; pasa por poner en com¨²n pedazos de nuestra soberan¨ªa para no acabar de perderla. Todo lo dem¨¢s son fuegos fatuos emocionales llamados a desvanecerse al clarear el d¨ªa.
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