Rafah: un dolor inefable; una racionalidad inv¨¢lida
Un mundo que ha aceptado abrazar la muerte o la explotaci¨®n del d¨¦bil como regla fundamental no hallar¨¢ redenci¨®n mientras sus normas permanezcan intactas
Si este texto se hubiera podido escribir con llanto lo habr¨ªa hecho as¨ª. O con polvo de u?as rotas, o con ceniza de chabola calcinada habr¨ªa compuesto una mancha viscosa e ilegible, babeante de dolor, para significar la matanza que hemos contemplado en videos virales de refugiados palestinos en un campo de Rafah. El lenguaje, aunque tambi¨¦n construye realidades, presenta limitaciones ostensibles que tienen que ver con la memoria y el uso, los paradigmas sociales que transmite y, asimismo, lo que oculta. El caso de la masacre perpetrada por Israel en una zona considerada segura, a una hora en que la mayor¨ªa de estos desplazados, incluyendo gran cantidad de ni?os, se encontraban dormidos, martillea toda conciencia forjada por d¨¦cadas de socializaci¨®n en los derechos humanos, y no solo viola la legalidad internacional, sino que retuerce los pulsos y hace que la respiraci¨®n del voyeur que somos frente a las pantallas salga por los conductos como lava de un volc¨¢n, si es que acaso nos queda moral. Un clic, un retuit, apenas unos segundos hasta volver a nuestros asuntos, pero imaginemos que la vivimos ralentizada en plano fijo, como aquella pel¨ªcula de Gaspar No¨¦, Irreversible (2002), donde se mostraba una violaci¨®n sin mover el objetivo, transform¨¢ndonos en testigos directos y c¨®mplices de la brutalidad. Entonces, el lenguaje s¨®lo apela a su evocaci¨®n t¨¢ctil, visual, al v¨®mito o a los espasmos, porque la frase coherente se ha esfumado.
Hemos visto en redes sociales im¨¢genes de menores quemados y a un ni?o decapitado. Si logramos establecer distancia de la visceralidad, entenderemos que quiz¨¢ sea una farsa el orden mundial, con instituciones como el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya, cuyas ¨®rdenes no se cumplen, y la sumisi¨®n global a grandes potencias nucleares, a pesar de los innumerables compromisos hist¨®ricos por abandonar la proliferaci¨®n de armas capaces de destruir la existencia humana sobre el planeta. Al final, era todo mentira. Europa contin¨²a su carrera armament¨ªstica al servicio de un aliado, Estados Unidos, que pronto podr¨ªa mudar el rumbo de la geopol¨ªtica actual si Donald Trump regresa a la Casa Blanca, pero que tampoco salvaguarda los preceptos de la ONU bajo el cetro de Joe Biden, a quien no parece importar su ca¨ªda en popularidad debido a la gesti¨®n necr¨®fila que est¨¢ efectuando del conflicto en Gaza. Ni con las principales universidades del pa¨ªs soliviantadas en protestas el presidente estadounidense reacciona, ni con arrestos a profesores que han denunciado el genocidio, ni con anuncios como el de Espa?a, Irlanda y Noruega de reconocer el Estado palestino. Como las palabras se han tornado no solo insuficientes sino falaces, la masacre prosigue su andadura impasible, a veces recurriendo al antisemitismo como coartada, desmereciendo lo que este guarda de racismo y el componente racista de los ataques sobre Rafah y, en general, los m¨¢s de 35.000 cad¨¢veres palestinos creados desde octubre.
Tampoco el futuro asegura ning¨²n tipo de reparaci¨®n, y esto es un hecho del que debemos ser conscientes. La historia magistra vitae, que proclamaba Cicer¨®n, aquella que Fidel Castro invoc¨® para ser absuelto. El karma o la creencia popular en una suerte de compensaci¨®n por venir que revierta la barbarie de hoy no guardan cabida dentro de un sistema complejo, pero de singladura firme hacia la autodestrucci¨®n. As¨ª, un mundo que ha aceptado activa o pasivamente destruir ecosistemas y abrazar la muerte o la explotaci¨®n del d¨¦bil como regla fundamental que posibilite el juego; donde la legalidad vigente es, en muchos casos, papel mojado; un mundo que se insiste regido por patrones colonialistas y cede la soberan¨ªa de sus Estados a din¨¢micas de mercado no hallar¨¢ redenci¨®n posible mientras las normas que lo configuran permanezcan intactas. A saber, si se clausura el futuro en ciertos ¨¢mbitos, ese tiempo de sanaci¨®n y equilibrio posterior no brotar¨¢ por los resquicios de otros derroteros, por lo que el ciudadano com¨²n tal vez se plantee de qu¨¦ sirve el tinglado discursivo montado, por qu¨¦ un aliado se empe?a en financiar semejante carnicer¨ªa, y cu¨¢nta infancia ¡ªep¨ªtome de ese futuro ausente¡ª va a ser desmembrada dentro de nuestros tel¨¦fonos, a golpe de algoritmo y bombardeo. Fue una experiencia similar, dos guerras mundiales y una civil, la que condujo a Mar¨ªa Zambrano a teorizar su raz¨®n po¨¦tica, ya que la racionalidad filos¨®fica occidental se hab¨ªa quedado hu¨¦rfana delante de tanta conmoci¨®n. En la poes¨ªa, ese lenguaje que solo finge lo que de veras siente ¡ªseg¨²n Fernando Pessoa¡ª, que no miente ni eleva templos para luego demolerlos, se refugiaban la compasi¨®n, la piedad y ese desgarro que nos provoca percibir una crueldad ind¨®mita arrojada sobre los cuerpos de gente inocente.
Sue?o con un Tribunal Internacional L¨ªrico cuyo plantel de juezas est¨¦ compuesto por las mujeres m¨¢s despose¨ªdas y humilladas; una Declaraci¨®n de Versos que sustituya cuanto alberga de inhumano la impunidad legislativa; una Ilustraci¨®n radicalmente ¨¦tica all¨¢ donde la hegemon¨ªa ha vaciado de contenido nuestras instituciones. Solo de esta forma, pensar¨ªa Zambrano, podr¨ªa agrietarse el b¨²nker de sufrimiento masivo que ha venido a impregnar nuestras supuestas sociedades racionales hasta dejarnos sin habla.
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