?Son antisemitas las protestas contra Israel?
Ninguna otra violencia de Estado suscita una indignaci¨®n moral como la que ejercen los israel¨ªes. Ning¨²n otro pa¨ªs provoca tantos deseos de eliminarlo en personas bienintencionadas que defienden la moralidad
La izquierda autodenominada woke se manifiesta en las calles y los campus universitarios de todo el mundo para exigir una Palestina libre, un lema que significa, en muchos casos, la simple eliminaci¨®n de Israel. Hay que dejar muy claro que estas protestas no tienen nada que ver con la exigencia de una soluci¨®n pol¨ªtica al conflicto tan insoportablemente dif¨ªcil que enfrenta a los israel¨ªes y los palestinos. Quienes se manifiestan muchas veces aplauden y vitorean a Ham¨¢s, que es una organizaci¨®n terrorista fundamentalista, y proponen romper las relaciones con Israel, que es una democracia, muy imperfecta, pero democracia al fin y al cabo. Califican a Israel de Estado basado en un apartheid y piden que se desmantele, un llamamiento que no se hab¨ªa escuchado nunca, ni en el caso del imperialismo agresor de Rusia, ni para la genocida Ruanda, ni respecto a la propia Sud¨¢frica. Y han convertido una feroz respuesta militar que se encuentra con problemas sin precedentes en la historia b¨¦lica ¡ªuna zona urbana con enorme densidad de poblaci¨®n y una ciudad subterr¨¢nea construida debajo de la poblaci¨®n civil¡ª en un aut¨¦ntico genocidio; adem¨¢s, muchos manifestantes invitan amablemente a los israel¨ªes a volver a Brooklyn y a Polonia. Y, por si eso fuera poco, ahora se equipara a Israel ¡ªun Estado nacido de las cenizas del Holocausto¡ª con el nazismo, es decir, el ejemplo supremo de la maldad humana.
Muchos jud¨ªos, sionistas y personas moderadas de todas las tendencias pol¨ªticas y todas las religiones observan el desarrollo de las protestas en las universidades con asombro, sin dar cr¨¦dito al doble rasero usado con tanta naturalidad, la falta de fundamento de los paralelismos hist¨®ricos, la ins¨®lita intensidad de la animadversi¨®n que despiertan unos hechos tan remotos (recu¨¦rdenme: ?cu¨¢ndo fue la ¨²ltima vez que protestaron con la misma intensidad contra el r¨¦gimen opresor de Ir¨¢n o contra el genocidio del pueblo uigur que comete China?). A pesar de los desesperados intentos de los estudiantes de presentarse como un nuevo Mayo del 68, est¨¢n muy lejos del movimiento contra la guerra de Vietnam y de su esp¨ªritu genuinamente revolucionario. Un conflicto que muchos consideran el m¨¢s dif¨ªcil y complejo del planeta es, para ellos, una versi¨®n m¨¢s del imperialismo estadounidense. Al ver el lenguaje inconexo de los manifestantes y la realidad de este atroz enfrentamiento centenario, no tengo m¨¢s remedio que preguntarme si, despu¨¦s de todo, no habr¨¢ aqu¨ª algo de la irracionalidad fantasm¨¢tica del antisemitismo.
Se ha debatido mucho si estas protestas son o no antisemitas y contra esa acusaci¨®n se han presentado tres argumentos: que muchos de los manifestantes son jud¨ªos; que el prop¨®sito de esa acusaci¨®n es silenciar las leg¨ªtimas discrepancias pol¨ªticas, y que el antisionismo es l¨ªcito (es una opini¨®n sobre un Estado), mientras que el antisemitismo no lo es (es una actitud negativa sobre un grupo). Ninguno de estos argumentos se tiene en pie.
Una de las contribuciones m¨¢s valiosas de la izquierda woke a nuestro panorama pol¨ªtico es la tesis de que el sexismo y el racismo no existen solo en la mente y las intenciones conscientes de las personas sexistas y racistas, sino en las capas culturales inconscientes en las que todos nos sumergimos. Ese es el motivo de que halagar a una mujer por su figura se considere hoy sexista, por muy buenas intenciones que tenga quien le dice el piropo (¡°?Solo quer¨ªa ser amable!¡±). La izquierda woke afirma constantemente que el racismo y el sexismo se cuelan en las im¨¢genes, en las connotaciones de las palabras y en las asociaciones mentales, de manera que perpet¨²an la dominaci¨®n, la exclusi¨®n y la jerarqu¨ªa. Por eso quiere controlar la forma de hablar, precisamente porque el lenguaje y la cultura contienen esas capas de sedimento que ocultan diversas formas de dominaci¨®n que desbordan las intenciones conscientes. Si eso es lo que ocurre en el caso de las mujeres, los musulmanes y los negros, todav¨ªa m¨¢s en el caso del grupo que ha sido objeto de odio desde hace m¨¢s tiempo en la cultura occidental: los jud¨ªos. De modo que vamos a aplicar al antisemitismo los postulados de la izquierda woke y despu¨¦s pregunt¨¦monos si, en realidad, estos manifestantes no est¨¢n impregnados de significados culturales profundamente antisemitas.
?En qu¨¦ consiste ese extra?o odio irracional llamado antisemitismo? No soy especialista en la historia de este tema tan amplio, pero en mi opini¨®n es la teor¨ªa que considera a los jud¨ªos responsables de derramar la sangre de los no jud¨ªos.
Por tanto, no creo que el antijuda¨ªsmo cristiano se deba a la rivalidad entre dos confesiones que se disputan la hegemon¨ªa y la superioridad teol¨®gica (los cristianos lo llaman Verus Israel o supersesionismo). Los sistemas de creencias no tienen ning¨²n inconveniente en deshacerse de sus predecesores y considerarse la primera y ¨²nica teolog¨ªa verdadera. Lo m¨¢s probable es que el antisemitismo proceda del convencimiento cristiano de que los jud¨ªos fueron culpables del peor crimen de todos: el deicidio, matar nada menos que a Dios. As¨ª lo cuenta el Evangelio de Mateo. Pilatos, el gobernador romano al que los jud¨ªos hab¨ªan encomendado ejecutar a Jes¨²s, proclama: ¡°Inocente soy yo de la sangre de este hombre¡±. Y la muchedumbre jud¨ªa responde: ¡°Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos¡±, lo que en la teolog¨ªa cristiana se denomina ¡°la maldici¨®n de la sangre¡±. La iconograf¨ªa cristiana ha representado en muchas ocasiones la sangre de Jes¨²s en la cruz. Esa imagen, unida al sacrificio y la muerte de un hijo de Dios compasivo, seguramente penetr¨® en la imaginaci¨®n de los cristianos todav¨ªa m¨¢s a medida que resonaba siglo tras siglo. En un mundo en el que las ¨²nicas im¨¢genes disponibles eran las pinturas cristianas, acompa?adas del estremecedor relato del asesinato de Dios, era inevitable que los jud¨ªos aparecieran como un grupo que amenazaba con sumir al mundo en el caos y el sufrimiento. Por eso no es extra?o que, en el siglo XII, especialmente en Francia e Inglaterra, se acusara a los jud¨ªos de matar a ni?os cristianos y utilizar su sangre para hacer el matzo de Pascua. Pero ese no era su ¨²nico crimen. Tambi¨¦n se dec¨ªa que los jud¨ªos envenenaban los pozos y profanaban las hostias, el pan de la comuni¨®n, una de las ofensas m¨¢s graves para los cat¨®licos. Y a los jud¨ªos les fue a¨²n peor con el protestantismo de Lutero, como deja claro el t¨ªtulo de su libro Sobre los jud¨ªos y sus mentiras. Lutero pensaba que los jud¨ªos eran mentirosos, id¨®latras, ladrones y atracadores. Recomendaba expulsarlos, arrasar sus casas y quemar sus escuelas y sinagogas.
En definitiva, la idea que domin¨® la cultura cristiana, al menos hasta la Ilustraci¨®n, fue que los jud¨ªos eran unos criminales que viv¨ªan al margen de la ley y estaban empe?ados en destruir todo lo que merec¨ªa la pena. Hasta tal punto que en el siglo XVIII Gotthold Ephraim Lessing escribi¨® Los jud¨ªos para subrayar la idea (entonces radical) de que los jud¨ªos pod¨ªan tener unos valores morales como los de cualquier otro ser humano. Las ideolog¨ªas antimodernas y antidemocr¨¢ticas del siglo XX popularizaron la imagen de los jud¨ªos como un grupo fundamentalmente criminal. Los Protocolos de los Sabios de Sion, publicados en Rusia en 1903, acusaban a los jud¨ªos de querer controlar el mundo para destruirlo, el equivalente laico del deicidio. Como ha explicado el historiador Michael Berkowitz, la convicci¨®n de que los jud¨ªos eran criminales fue un aspecto muy importante del antisemitismo nazi ¡ªv¨¦ase su libro The Crime of My Very Existence. Nazism and the Myth of Jewish Criminality (¡±El delito de existir. El nazismo y el mito de la criminalidad jud¨ªa¡±)¡ª. Se pensaba que los comunistas y los anarquistas eran criminales peligrosos y una amenaza para el orden social y que, dentro de ellos, los jud¨ªos eran los m¨¢s peligrosos. Adem¨¢s, eran unos par¨¢sitos y unas sanguijuelas, es decir, unos chupasangres. El escritor franc¨¦s Louis-Ferdinand Celine, un entusiasta simpatizante nazi, dec¨ªa que los jud¨ªos eran los par¨¢sitos m¨¢s feroces y corrosivos.
El famoso Complot de los M¨¦dicos elaborado por los sovi¨¦ticos en 1953 ¡ªuna teor¨ªa de la conspiraci¨®n por la que se acus¨® a una serie de m¨¦dicos, en su mayor¨ªa jud¨ªos, de planear el asesinato de los m¨¢ximos dirigentes de la URSS¡ª estableci¨® la relaci¨®n con el sionismo. Se acus¨® a los m¨¦dicos ¡ªcuya profesi¨®n les obliga a derramar la sangre de otras personas¡ª de envenenar a varios dirigentes. Un art¨ªculo publicado en aquel entonces en Pravda los presenta as¨ª: ¡°El sucio rostro de esta organizaci¨®n de esp¨ªas sionistas, que esconde las mal¨¦volas acciones [de los m¨¦dicos jud¨ªos] bajo una m¨¢scara caritativa, ha quedado totalmente al descubierto¡±. Un a?o antes, en 1952, en el juicio antisemita celebrado en Checoslovaquia contra miembros jud¨ªos del Partido Comunista y conocido como Proceso Slansky, tambi¨¦n los llamaron ¡°sionistas-imperialistas¡±, unas palabras cuidadosamente escogidas que bastaron para condenarlos a ser ejecutados. La conexi¨®n entre los jud¨ªos como criminales y el sionismo, el antisemitismo y el antisionismo naci¨® en la Uni¨®n Sovi¨¦tica y se extendi¨® poco a poco al resto del mundo (exactamente la misma t¨¢ctica que utiliz¨® Putin cuando llam¨® nazis a los ucranios). Tuvo un gran altavoz en la propaganda ¨¢rabe, que se opuso al nacionalismo jud¨ªo (el sionismo) recurriendo a los mismos t¨®picos antisemitas. La intervenci¨®n sovi¨¦tica en Oriente Pr¨®ximo tras la Segunda Guerra Mundial consolid¨® la amalgama que hab¨ªan construido los musulmanes entre antisemitismo y antisionismo. Un informe redactado en 1948 por la Liga ?rabe y presentado a la ONU se titulaba Las atrocidades jud¨ªas en Tierra Santa. El t¨ªtulo quer¨ªa apelar a las emociones cristianas y su contenido era un compendio de los argumentos antisemitas m¨¢s salvajes: los jud¨ªos no estaban librando una guerra, sino que eran brutales asesinos de mujeres y ni?os inocentes; y ahora eran ¡°sionistas¡±.
De todo lo dicho se extraen varias conclusiones importantes. Los antisemitas alimentan el odio a los jud¨ªos porque los retratan como una amenaza contra el orden moral. El antisemitismo no parece ante todo una cuesti¨®n de odio a un grupo. Una vez que se caracteriza a los jud¨ªos como una entidad peligrosa que derrama sangre, desprecia las leyes y provoca matanzas, el antisemitismo se convierte en el bando de la humanidad, la moralidad, el orden y la ley. El antisemitismo suscita pasi¨®n y un intenso fervor moral precisamente porque dice que los jud¨ªos son un peligro para la humanidad. No es extra?o, por tanto, que los j¨®venes que se manifiestan en todo el mundo y piden el desmantelamiento del Estado de Israel no se sientan antisemitas; pueden negar a los israel¨ªes el derecho a la existencia (un derecho que no se niega a ning¨²n otro pueblo del mundo) porque est¨¢n defendiendo con todas sus fuerzas la supervivencia del mundo amenazado por un Estado criminal al que se considera especialmente amenazador. Ninguna otra violencia de Estado suscita la indignaci¨®n moral que suscita Israel. Ning¨²n otro pa¨ªs del mundo provoca tantos deseos de eliminarlo en personas bienintencionadas que defienden la moralidad.
La idea de que los jud¨ªos amenazan al mundo est¨¢ profundamente arraigada en la cultura occidental. Tan profundamente que la referencia sale a relucir de forma autom¨¢tica cada vez que el Estado israel¨ª, como muchos otros Estados de todo el mundo, infringe ocasionalmente la ley. Es indudable que Israel ha desobedecido las leyes internacionales durante las ¨²ltimas d¨¦cadas y que su respuesta militar en Gaza ha sido desproporcionada. Pero me cuesta creer que, en las mismas circunstancias, otros pa¨ªses hubieran actuado de forma diferente. Por ejemplo, conociendo la historia de Estados Unidos, estoy segura de que su comportamiento habr¨ªa sido mucho m¨¢s devastador. Israel ha actuado en consonancia con el triste historial de la humanidad. No peor. Quiz¨¢ incluso mejor. Sin embargo, a los israel¨ªes se les mide por un rasero diferente porque es casi imposible desvincularlos de la vieja categor¨ªa de los jud¨ªos como criminales que ponen en peligro el orden del mundo. Cuando el sionismo se convierte en sin¨®nimo de maldad radical es porque no podemos separar, ni cognitiva ni emocionalmente, a los israel¨ªes de los jud¨ªos, los cr¨ªmenes israel¨ªes (corrientes en la triste historia de la humanidad) de la profunda sensaci¨®n cultural de que los jud¨ªos son peligrosos para el mundo. Perm¨ªtanme una analog¨ªa: ser¨ªa dif¨ªcil desvincular el concepto de ¡°falda¡± o ¡°vestido¡± del concepto de ¡°mujer¡±: aunque sepamos que los escoceses a veces llevan falda o que los musulmanes llevan atuendos que parecen vestidos largos, son dos prendas que nos hacen pensar inevitablemente en algo femenino, no masculino. Esa misma l¨®gica cognitiva hace que se asocie indisolublemente a los sionistas y los jud¨ªos. Es muy dif¨ªcil separarlos, por mucho que sepamos que no todos los jud¨ªos son sionistas ni todos los sionistas son jud¨ªos (un estudio que hizo Pew en 2021 revel¨® que la mayor¨ªa de los jud¨ªos consideran que Israel forma parte de su identidad, lo que indica que ambas cosas est¨¢n profundamente entrelazadas). Aunque, en la pr¨¢ctica, ¡°jud¨ªos¡± y ¡°sionistas¡± a veces puedan diferenciarse, en las representaciones mentales es imposible separarlos y se vinculan de forma casi autom¨¢tica. Cuando los j¨®venes manifestantes expresan el deseo de eliminar a Israel, tambi¨¦n est¨¢n expresando el deseo de aniquilar a los jud¨ªos que viven en Israel.
En cuanto a la afirmaci¨®n de que si hay jud¨ªos que participan en un movimiento, entonces este no puede ser antisemita, tambi¨¦n es un viejo truco de los sovi¨¦ticos (hab¨ªa comunistas sovi¨¦ticos jud¨ªos que persegu¨ªan a otros jud¨ªos). Como bien saben las feministas y los afroamericanos, algunas mujeres y algunos afroamericanos sostienen ideas sexistas o racistas. Los jud¨ªos llevan desde el siglo XVIII tratando de integrarse en la cultura y la sociedad, y una de las formas de conseguirlo ha sido el antisionismo, tanto en la Uni¨®n Sovi¨¦tica como en los pa¨ªses occidentales. A principios del siglo XX, el antisionismo jud¨ªo era una opini¨®n leg¨ªtima dentro del debate sobre el papel que deb¨ªa desempe?ar el nacionalismo en la existencia jud¨ªa. Pero en la actualidad su significado ha cambiado por completo; ya no es un debate te¨®rico sobre la mejor estrategia para sobrevivir, sino que se lo han apropiado diversos actores pol¨ªticos que lo utilizan para justificar su prop¨®sito de eliminar el Estado de los jud¨ªos.
Todo esto es una cat¨¢strofe no solo para nosotros, los jud¨ªos, no solo para nosotros, los israel¨ªes, sino tambi¨¦n para los palestinos. Los israel¨ªes sufrieron un ataque horripilante y creen que estas protestas son profundamente antisemitas, por lo que ven reforzada su sensaci¨®n de que el mundo quiere destruirlos y lo ¨²nico que puede protegerlos es la fuerza, el poder militar. Y la v¨ªa militar hacia la disuasi¨®n aleja a los israel¨ªes de buscar una v¨ªa pol¨ªtica que otorgue dignidad y soberan¨ªa a los palestinos. Hace que los israel¨ªes toleren con m¨¢s facilidad las decisiones de un Gobierno horroroso que est¨¢ empe?ado en destruir hasta la ¨²ltima brizna de democracia dentro de Israel. Estas protestas, en lugar de ayudar a crear grandes coaliciones que exijan una paz justa para israel¨ªes y palestinos, en lugar de unir a los palestinos y los sionistas no belicistas en la b¨²squeda de sensatez, est¨¢n creando divisiones, una desconfianza y una enemistad sin precedentes entre personas que deber¨ªan haber sido aliadas. Lo que van a conseguir es acabar del todo con un bando de los partidarios de la paz que ya est¨¢ muy debilitado. Nunca la moralidad ha sido tan perjudicial para el bien.
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