El debate | La crisis de la izquierda a la izquierda del PSOE
La incertidumbre que vive Sumar tras la dimisi¨®n de Yolanda D¨ªaz por los malos resultados en las elecciones europeas es un nuevo episodio de las dificultades de este espacio pol¨ªtico para integrar a los diferentes y rentabilizar sus ¨¦xitos de gesti¨®n en el Gobierno
La renuncia de Yolanda D¨ªaz a su cargo como coordinadora general de Sumar, tras los pobres resultados obtenidos en las ¨²ltimas citas electorales, ha abierto una profunda crisis en la coalici¨®n y siembra dudas sobre el futuro de la izquierda alternativa, de la que tambi¨¦n forma parte Podemos. Como suele suceder con los miembros minoritarios de una coalici¨®n de Gobierno, la formaci¨®n no ha sido capaz de rentabilizar electoralmente los ¨¦xitos de su gesti¨®n en el Ejecutivo presidido por Pedro S¨¢nchez.
Daniel Bernab¨¦, ensayista experto en ese espacio pol¨ªtico, y Pablo Batalla, historiador y periodista, analizan las causas que han llevado a Sumar hasta este punto y repasan los retos que afronta la coalici¨®n.
La l¨ªder que perdi¨® el tono de la ¨¦poca
Daniel Bernab¨¦
Apenas dos meses y medio despu¨¦s de su primera asamblea, algo m¨¢s de un a?o desde su presentaci¨®n, Yolanda D¨ªaz dimite como l¨ªder de Sumar tras los p¨¦simos resultados de las elecciones europeas, lo que equivale, para entendernos, a que una actriz abandone una pel¨ªcula escrita en torno a su papel protagonista. Lo mismo, pueden pensar los productores, ya no tiene demasiado sentido rodarla.
El jueves 6 de junio, en los ¨²ltimos d¨ªas de campa?a, el FMI public¨® un informe donde afirmaba que la subida del SMI y la ca¨ªda de la temporalidad ha sacado de la pobreza a un mill¨®n de trabajadores en Espa?a. Sin embargo, en estos comicios, una parte importante del voto joven, rango de edad que suele percibir el salario m¨ªnimo al inicio de su vida laboral, se ha escorado a¨²n m¨¢s hacia la ultraderecha, incluso optando por su versi¨®n m¨¢s grotesca.
?Por qu¨¦ Yolanda D¨ªaz, notable ministra de Trabajo, no ha conseguido rentabilizar electoralmente medidas de las que ha sido la principal responsable? El brutal incremento del precio de la vivienda se come la redistribuci¨®n, tambi¨¦n la democracia. Tambi¨¦n ha importado la polarizaci¨®n en torno a la figura de Pedro S¨¢nchez como baluarte frente a la ola reaccionaria. Pero ha habido m¨¢s, casi una suerte de doble personalidad entre la l¨ªder laborista que repart¨ªa cari?o a la derecha en cada sesi¨®n parlamentaria y la candidata, algo as¨ª como Galadriel declamando frases de tacita motivacional.
Muy pocos l¨ªderes formados en la izquierda tradicional consiguen abstraerse de esa corte que conforma la intelectualidad progresista. D¨ªaz, buscando lo contempor¨¢neo, ha perdido el tono de la ¨¦poca, una que ya no aguanta m¨¢s amabilidad impostada. Tampoco organizaciones informales dirigidas de manera personalista: si ya no existe ese entusiasmo activista espoleado por el descontento de la pasada d¨¦cada, al menos hay que cuidar a los militantes que quedan de nuevas decisiones arbitrarias. Son los que te dan, como dijimos tras las elecciones gallegas, arraigo territorial.
Los l¨ªderes son importantes, pero la estructura donde desarrollan su pol¨ªtica lo es mucho m¨¢s. Al margen de su car¨¢cter, ideas y deseos, la m¨¢quina que conducen les suele marcar el camino. Y el de D¨ªaz no ha sido el que m¨¢s le conven¨ªa a su impulso pol¨ªtico inicial. Respecto al cisma interminable con Podemos, m¨¢s all¨¢ de la suc¨ªsima, pero efectiva campa?a que Pablo Iglesias ha desplegado en estos ¨²ltimos dos a?os, lo interesante es volver a comprobar la incapacidad de la izquierda para integrar las diferencias.
Lo peor que puede dejar esta confrontaci¨®n es postergar de nuevo la entrada a la mayor¨ªa de edad en la izquierda espa?ola. Yolanda D¨ªaz ha demostrado que se puede aplicar un programa transformador en un Gobierno nacional que rompa la inercia neoliberal, no es poco. Mal negocio har¨ªan los simpatizantes de este espacio si concluyeran que es m¨¢s atractivo el conflicto escenogr¨¢fico que la efectividad. Ellos puede que se sientan m¨¢s c¨®modos identitariamente, pero para cambiar un pa¨ªs hacen falta los votos de los que no son del todo como t¨².
El otro roto que ya se adivina en el horizonte es el del confederalismo, es decir, el que la izquierda renuncie a un proyecto nacional en pos de partidos regionalistas m¨¢s o menos avenidos. La cuesti¨®n no es lo que nos gusta a cada uno nuestro pueblo, sino que el resto puede presentarse con una sola papeleta en cualquier parte del pa¨ªs. Todas estas encrucijadas son esenciales: si no se resuelven bien tienen como destino Italia.
Antonio Ma¨ªllo, nuevo l¨ªder de IU, de profesi¨®n maestro, tendr¨¢ que evitar ese viaje de fin de curso. No lo tendr¨¢ f¨¢cil, pero al menos ha empezado admitiendo los errores. Que alguien le cuide de la corte, que alguien le conserve ese aire de honradez de periferia.
El ¡°pueblo de la coalici¨®n¡± y sus castigos
Pablo Batalla Cueto
A veces, uno sabe de qu¨¦ lado estar simplemente viendo qui¨¦nes est¨¢n del otro. Lo dijo Leonard Cohen, pero es un antiqu¨ªsimo principio de amalgamaci¨®n pol¨ªtica. Las coaliciones forjadas en momentos convulsos suelen tener menos claro lo que son que lo que no son. Hoy atravesamos uno de esos momentos, un umbral de ¨¦poca cuyos ciclones son viento de cola para un posmofascismo ¡ªetiqueta propuesta por Ana Fern¨¢ndez-Cebri¨¢n y V¨ªctor Pueyo¡ª en cuya contra se trenzan desesperadas alianzas de emergencia. Acaba de ocurrir en Francia, donde el temor a un rodillo lepenista en las legislativas adelantadas urde en 24 horas un as¨ª llamado Nuevo Frente Popular. En otros lugares, vemos confederaciones m¨¢s heterog¨¦neas. Plataforma C¨ªvica, miembro polaco del Partido Popular Europeo, lidera una coalici¨®n con, entre otros, Lewica Razem, que significa literalmente Izquierda Unida.
Se trata de yuxtaposiciones fr¨ªas, acuerdos de m¨ªnimos entre c¨²pulas que se distinguen perfectamente unas de otras: peritan porcentajes, los traducen en n¨²mero de puestos en listas o sillas de Consejo de Ministros, prorratean tiempos, escotes de gasto y cuotas de beneficio. Pero afuera de los despachos se generan confluencias m¨¢s ¨ªntimas entre electores que no se juegan el sueldo. En la olla del compromiso hist¨®rico se guisa un ¡°pueblo de la coalici¨®n¡± cuyo hervor desdibuja la identidad de sus ingredientes. Emergen simpat¨ªas promiscuas, poliamorosas; alabanza desparpajada de lo que cualquiera haga bien ¡ªy cr¨ªtica dura de lo que quienquiera haga mal¡ª en cualquiera de los partidos y movimientos aliados, independientemente de una afinidad m¨¢s acentuada o la militancia neta en alguno de ellos.
La declinaci¨®n espa?ola de esto es la coalici¨®n parlamentaria que sostiene a S¨¢nchez, en la que caben desde Podemos hasta la derecha catalanista, y un pueblo de la coalici¨®n que tiene ya a?os. Le gustan Oskar Matute y Pablo Bustinduy, Alberto Garz¨®n y Adriana Lastra, incluso Aitor Esteban. Le indign¨® el lawfare contra M¨°nica Oltra y ha compartido en sus redes trozos de mitin de Zapatero, a quien tal vez hizo un d¨ªa ¡ªy no reniega de ello¡ª una huelga general y un 15-M. Recela, en otros, de sus vertientes desagradables, pero aplaude lo que estima impecable: un alegato propalestino de Josep Borrell, el votante de IU; el viejo socialista, un discurso parlamentario vibrante de ??igo Errej¨®n. Y no es fan¨¢tico de los propios: en ellos tambi¨¦n pondera encomios y denuestos. Los simpatizantes de Sumar hastiados de la melifluidad o el cesarismo de Yolanda D¨ªaz no dejan de ensalzar su hoja de servicios como ministra, que encandila igualmente al militante del PSOE. Este reconoci¨® y alab¨® quiz¨¢, en los tiempos fundacionales del pueblo de la coalici¨®n, el buen desempe?o en los debates de Pablo Iglesias, a quien bien pod¨ªa detestar por lo dem¨¢s; o la pl¨¢stica bravura de Irene Montero, se?alando con el dedo a la bancada de Vox. Y, en cambio, reniega de Felipe Gonz¨¢lez o Emiliano Garc¨ªa-Page, militantes de un partido de la coalici¨®n, pero no de la coalici¨®n.
La de estas confederaciones suele ser la mala salud de hierro de Elizabeth Taylor. Siempre al borde del descalabro, sobreviven con ¡°la enloquecida fuerza del desaliento¡± del verso de ?ngel Gonz¨¢lez. Cada crisis de un miembro significa la del conjunto. A la coalici¨®n espa?ola se le abre ahora una, con la agon¨ªa de Sumar. Vienen semanas de un ensimismamiento refundador de la izquierda a la izquierda del PSOE cuya perspectiva debe preocupar a sus protagonistas, porque emerge el riesgo de la italianizaci¨®n; de una izquierda poscomunista autodestruida que regale una c¨®moda soledad al gran partido socialdem¨®crata. Esa implacable conciencia coaligada que premia lo que se hace bien sin mirar qui¨¦n lo hace, y castiga lo mal hecho del mismo modo (¡±aporta o aparta¡±), no tendr¨¢ problema en emitir una sanci¨®n que no sea ya quir¨²rgica, a tal o cual figura concreta, sino anatema total de aquellas formaciones de quienes solo lea titulares solipsistas mientras los monstruos engordan.
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