Alvise y el voto energ¨²meno
Millones de europeos han sido convencidos de que la democracia que derrot¨® a los totalitarismos no solo no soluciona nada, sino que es la fuente de sus problemas
Por atractivo que se presente para el escritor de peri¨®dicos el gancho de Yolanda D¨ªaz, este columnista sigue perplejo con lo del domingo. Como los edificios que dise?aba Albert Speer para Hitler, pensados para formar unas ruinas bonitas cuando se derrumbasen, el escrutinio de las europeas prefigura un paisaje pol¨ªtico devastado. Me alucinan algunas lecturas gatopardescas, seg¨²n las cuales, nada sustancial ha cambiado y la vida sigue igual. Ni la participaci¨®n baja, ni la presunta irrelevancia del Europarlamento, ni los contextos nacionales endulzan la certeza amargu¨ªsima de que Europa se abraza al monstruo contra el que se levant¨® el europe¨ªsmo. Las ultraderechas triunfan ¡ªsobre todo, en Francia¡ª tres d¨ªas despu¨¦s del aniversario del desembarco de Normand¨ªa.
El mismo domingo convers¨¦ en la Feria del Libro de Madrid con la novelista Lionel Shriver. ¡°No soy trumpista ni voto a Trump ¡ªme dijo¡ª, pero simpatizo mucho con los que se sienten marginados y reaccionan votando a Trump¡±. Yo tambi¨¦n he simpatizado con todas esas capas de poblaci¨®n que el ge¨®grafo franc¨¦s Christophe Guilluy sit¨²a en las periferias (en plural) de la sociedad occidental. El malestar de quien se siente fuera del sistema o maltratado por ¨¦l ha alimentado populismos a la izquierda y a la derecha. Ambos han convencido a millones de europeos de que la democracia liberal que derrot¨® a los totalitarismos no solo es incapaz de solucionar nada, sino que es la fuente misma de sus problemas. Pero son los de ultraderecha los que se han impuesto, cada vez m¨¢s agresivos, m¨¢s racistas, m¨¢s demenciados. Cuanto m¨¢s brutos se vuelven, menos los entiendo, su reacci¨®n me parece m¨¢s desproporcionada y percibo su rabia m¨¢s rid¨ªcula y sobreactuada.
No es la primera vez que un tipo folcl¨®rico acapara el voto energ¨²meno. Recordemos a Ruiz Mateos o a Jes¨²s Gil, por ejemplo. Pero s¨ª es la primera vez que un objeto pol¨ªtico no identificado exacerba a una extrema derecha ya consolidada y la acrecienta por el lado m¨¢s radical, haci¨¦ndolo, adem¨¢s, sin recurrir a los medios ni a los canales de propaganda habituales, pues su p¨²blico desconf¨ªa de ellos con la misma furia con la que descree de las instituciones liberales. Los 800.000 votos de Alvise no son un fen¨®meno local o coyuntural, pues ha conseguido un resultado bastante homog¨¦neo en toda Espa?a (un poco mejor en Madrid, Andaluc¨ªa y Valencia; irrelevante en Catalu?a, Euskadi, Galicia o Navarra). Son j¨®venes y est¨¢n por todas partes, probando el fracaso de una democracia que ya no sabe qu¨¦ hacer con ellos ni c¨®mo hablarles. La prefiguraci¨®n de las ruinas.
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