Lionel Shriver: ¡°Los confinamientos son un acto autodestructivo sin precedentes¡±
La autora de ¡®Tenemos que hablar de Kevin¡¯ vuelve con ¡®Propiedad privada¡¯, una corrosiva colecci¨®n de cuentos sobre la forma en que nos posee lo que poseemos
Cada d¨ªa, Lionel Shriver (Carolina del Norte, 63 a?os) pasa junto a la que fue un tiempo su casa en Londres y no puede evitar sentir que a¨²n le pertenece. ¡°No es solo la casa, es el barrio entero¡±, dice. Cada d¨ªa, Shriver ¡ªque se cambi¨® el nombre a los 16 porque le parec¨ªa que llamarse Margaret era ¡°un chiste de mal gusto¡±¡ª, recorre en bicicleta su antiguo barrio y el tiempo que pas¨® all¨ª se superpone al presente porque eso es lo que, dice, hacen las cosas que poseemos o pose¨ªmos con el tiempo: lo desdibujan, como desdibujan nuestros l¨ªmites, ensanch¨¢ndolos. ¡°Lo que poseemos de alguna forma nos posee. Es una extensi¨®n de nosotros mismos. De ah¨ª que algunos seamos tan reacios a dejar un libro o ver a alguien en nuestra cocina. De alguna forma, ese alguien est¨¢ cruzando una frontera. Supone una amenaza a lo que somos¡±, dice.
Shriver cree fervientemente en la idea de frontera. No le tiembla el pulso al admitir que vot¨® a favor del Brexit. Est¨¢ en contra de cualquier organismo supranacional. Los encuentra ¡°una p¨¦rdida de tiempo y de recursos¡±. ¡°El ser humano sigue funcionando por tribus, nada que se aleje demasiado de ¨¦l tendr¨¢ nunca sentido¡±, dice. Cree que es posible que exista ¡°un nacionalismo sano¡±, algo que consista en cuidar unos de otros, de forma cercana, ¡°sin que ninguna de esas cosas grandes opine sobre nada, porque cuando cometen un error, es uno enorme¡±. ¡°Esto que estamos haciendo, estos confinamientos, este par¨®n, es la cosa m¨¢s est¨²pida que el mundo ha hecho nunca, un acto autodestructivo sin precedentes, ?es nuestra respuesta al virus lo que va a acabar con nosotros, no el virus! ?C¨®mo podemos ser tan est¨²pidos?¡±, se pregunta.
Shriver est¨¢ siempre muy enfadada. ¡°?Oh, la rabia me domina!¡±, dice, bromeando. Est¨¢ en su nueva casa, en Londres. Hay una pared pintada de rojo a sus espaldas, con una infinidad de libros en estanter¨ªas. Va abrigad¨ªsima. No solo lleva puesto el abrigo sino tambi¨¦n unos guantes gord¨ªsimos, y una bufanda. Ha parado la calefacci¨®n. Su ¨²ltimo libro, Propiedad privada (Anagrama), es otra de esas bombas que construye cuando escribe, sabias y desacomplejadas disecciones de lo que sea que se proponga diseccionar, como quien conquista una cima desde el barro sobre el que se ha levantado. Lo hizo con la maternidad destructiva en Tenemos que hablar de Kevin (2003), con lo necesario y aniquilador del deseo en El mundo despu¨¦s del cumplea?os (2007) y hasta con el futuro desalmado del capitalismo feroz en Los Mandible: Una familia 2029-2047 (2016).
¡°El capitalismo quiere que te centres en lo que no tienes. Es el sistema de la eterna insatisfacci¨®n. Hagas lo que hagas, nunca tendr¨¢s suficiente¡±
Lo que aborda en Propiedad privada es la idea de la posesi¨®n. El hasta qu¨¦ punto nos posee lo que poseemos. Si es una colecci¨®n de cuentos ¡ªla primera de su carrera¡ª, es porque se oblig¨® a construirle ¡°una casa¡± a la nouvelle que cierra la antolog¨ªa, La realquilada. En ese relato autobiogr¨¢fico, Shriver vuelve a tratar el tema de Irlanda del Norte; esta vez, desde el punto de vista de una periodista norteamericana que lleva tanto tiempo en Belfast que siente que Belfast, de alguna forma, le pertenece. Cuando decide mudarse a Tailandia ¡ªpara descubrir un lugar nuevo y empezar a escribir sobre ¨¦l¡ª realquila su vieja casa y no puede soportar imaginar a otra entre sus cosas, y mucho menos apropi¨¢ndose de una ciudad, un pa¨ªs y un conflicto que cree suyo. ¡°Su relaci¨®n con la ciudad es todo lo que tiene, y no quiere perderlo¡±, asegura.
¡°Supongo que alimento a mis personajes con mi propia impotencia. No soporto las situaciones de injusticia, y para conjurarlas, las expongo y las desmonto¡±, dice. Por ejemplo, en la nouvelle que abre la antolog¨ªa, La ara?a de pie, una mujer le pide a su futuro marido que deje de verse con su mejor amiga si quiere casarse con ella. ¡°Ese tipo de abuso me pone negra. Lo mejor de la amistad es que no es exclusiva. Es nuestra relaci¨®n m¨¢s compleja porque es la m¨¢s flexible. Weston ¡ªel protagonista¡ª es m¨¢s peque?o sin Jillian ¡ªsu mejor amiga¡ª, pero es incapaz de verlo. Est¨¢ pose¨ªdo¡±, dice. Puede que Weston se rinda, pero Jillian no lo hace, como no lo hace ninguno de sus personajes, capaces de batirse contra todo por un b¨¢lsamo labial ¡ªque a¨²n huele a un no especialmente querido padre¡ª, la independencia de un hijo par¨¢sito, o un lugar aborreciblemente encantado.
¡°El capitalismo no es una religi¨®n¡±
En Alima?as, una pareja bohemia a la que le ha tra¨ªdo sin cuidado todo siempre, se vuelve puntillosa y se arriesga a perderse a s¨ª misma cuando compra una casa que amaban precisamente por imperfecta. ¡°Tener algo puede llegar a cost¨¢rtelo todo¡±, insiste. Rebeldes y beligerantes, sus personajes encarnan esa idea de no rendirse que recorre, dice, toda su obra. ¡°Mi hermano mayor ¡ªcuya tragedia derivada de un desorden alimenticio relata con una entereza aplastante en Big Brother (2013)¡ª lo perdi¨® todo cuando una avioneta se estrell¨® contra su casa, y aprendi¨® a vivir sin todo aquello en lo que se proyectaba. Cuando pierdes lo que tienes, te quitan el envoltorio, t¨² sigues estando ah¨ª, y aquello de lo que dependes, tus recuerdos, tambi¨¦n¡±, dice.
¡°El capitalismo no es una religi¨®n. No creo que la gente piense en s¨ª misma como en lo que posee. En parte porque el capitalismo quiere que te centres en lo que no tienes. Es el sistema de la eterna insatisfacci¨®n. Es una trampa. Hagas lo que hagas, nunca tendr¨¢s suficiente¡±, se?ala. Y cruzando el charco, en direcci¨®n a su Carolina del Norte natal por un momento, sacude la cabeza despreocupada cuando se le menciona la incapacidad de Donald Trump para, precisamente, dejar la Casa Blanca. ¡°Ese hombre es pat¨¦tico. Cada vez m¨¢s. Su insistencia en el fraude solo hace que resulte m¨¢s absurdo cada d¨ªa¡±, dice. Amante de la prosa huidiza de Paul Bowles y del vodevil de T. C. Boyle por igual, Shriver tambi¨¦n cree que el mundo tiende al delirio, y su fin¨ªsimo humor negro dispara contra todas sus ¡°rid¨ªculas pantomimas¡±.
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