M¨¢s vale un final con horror
El centro de la sociedad europea fue superado en las elecciones por sus extremos, evidenciando todo lo que podemos perder si no hacemos algo
Escribo estas l¨ªneas en Alemania, donde la extrema derecha es ya la segunda fuerza pol¨ªtica por detr¨¢s de los conservadores. Que las encuestan anticipasen este hecho desde hac¨ªa semanas no lo vuelve menos preocupante: se sab¨ªa que el Gobierno ¡ªun tripartito de liberales, verdes y socialdem¨®cratas paralizado por sus propias contradicciones¡ª iba a ser castigado por los votantes, pero tambi¨¦n se contaba con que la revelaci¨®n de que un pu?ado de pol¨ªticos de Alternativa para Alemania (AfD) se reuni¨® recientemente con neonazis para discutir un plan para expulsar del pa¨ªs a todos los extranjeros, incluso a los que ya tienen la nacionalidad alemana, le pasar¨ªa factura a la extrema derecha. No fue as¨ª.
Ni su uso de vocabulario y simbolog¨ªa nazis ni las pruebas de que, al igual que otras marcas radicales en Europa, AfD recibe dinero de Rusia sirvieron para que los votantes cambiasen su voto. Que un pu?ado de partidarios del Tercer Reich est¨¦ siendo juzgado en estos momentos por planear un golpe de Estado hace unos meses tampoco sirvi¨® para que algunos comprendieran la dimensi¨®n del peligro en el que se encuentra la democracia europea. Nos gusta pensar que cuando la cat¨¢strofe se cierna sobre nosotros seremos capaces de reconocerla, pero el hecho es que sus signos casi siempre se nos escapan. Sus consecuencias se nos hacen visibles tarde o temprano, por supuesto. Para entonces, sin embargo, ya no recordamos cu¨¢l fue su origen.
Uno de los aspectos m¨¢s perturbadores del resultado electoral del domingo es que todo parece seguir igual. Hoy, los peri¨®dicos alemanes est¨¢n llenos de juegos de palabras y la mayor parte de las personas ya no lee peri¨®dicos. Pero llovizna ligeramente sobre Colonia, los p¨¢jaros expresan su descontento y su furor y se refugian bajo los ¨¢rboles, que contin¨²an estirando sus dedos hacia el cielo. En Ehrenfeld ¡ªel barrio turco de la ciudad, habitado tambi¨¦n desde hace alg¨²n tiempo por artistas, parejas j¨®venes, dise?adores gr¨¢ficos, estudiantes y activistas¡ª, mis vecinos van de un lado a otro con sus peque?as preocupaciones. Nadie habla de pol¨ªtica. O est¨¢ satisfecho con los resultados o se encoge de hombros.
No podemos saber en qu¨¦ momento preciso la promesa contenida en la Declaraci¨®n de los Derechos del Hombre y del Ciudadano dio paso al mundo poshumanista, posdemocr¨¢tico, posderechos que habitamos ni de qu¨¦ modo nos vimos enredados en una econom¨ªa posindustrial en cuyo marco el dinero ¡ªdesestimada ya la posibilidad del crecimiento econ¨®mico¡ª se contempla en un espejo deformante de criptomonedas y enga?os masivos sin ya ning¨²n prop¨®sito de producir riqueza ni de distribuirla. Parece claro, sin embargo, que lo primero que sucedi¨® fue que el capitalismo se entreg¨® a sus fuerzas m¨¢s autodestructivas, luego el Estado se retir¨® de la gesti¨®n de los asuntos comunes y el vac¨ªo resultante condujo al nihilismo: por ¨²ltimo, los nihilistas desarrollaron las tecnolog¨ªas necesarias para convertir su doctrina en una forma de subjetivaci¨®n, en tutoriales, memes, trending topics, promesas de una revelaci¨®n que nunca llega.
Maurice Blanchot escribi¨®: ¡°Sabemos lo que hay que hacer para que sobrevenga la aniquilaci¨®n final, pero no sabemos a qu¨¦ recursos apelar para impedirle sobrevenir¡±. En la medida en que ¡°pone en cuesti¨®n la especie humana en su totalidad¡±, la cat¨¢strofe hace que esa totalidad surja ¡°visiblemente y por vez primera en nuestro horizonte¡±. El centro de la sociedad europea fue superado por sus extremos el pasado domingo, haciendo evidente la amenaza que se cierne sobre ¨¦l y todo lo que podemos perder si no hacemos algo al respecto. Pero hay algo esperanzador en estas elecciones europeas y es el hecho de que probaron que nuestra capacidad de una negaci¨®n absoluta de una vida tolerable todav¨ªa no es ilimitada, afortunadamente. Tambi¨¦n, que el proyecto de una democracia radical no puede ser separado del de una Ilustraci¨®n radical, que haga posible, de alg¨²n modo, que las personas comiencen a utilizar su voto para profundizar en la democracia, no para destruirla desde dentro. Nuestro prop¨®sito no deber¨ªa ser el de alegrarnos de que arde la casa del vecino mientras la nuestra todav¨ªa no ha cogido fuego, sino el de defender los derechos adquiridos tras la cat¨¢strofe europea y obtener otros nuevos, como los derechos de la naturaleza y los que necesitamos para protegernos de lo que las empresas tecnol¨®gicas van camino de hacer con nosotros. A los alemanes les gusta decir que ¡°m¨¢s vale un final con horror que un horror sin final¡±, pero, en mi opini¨®n, lo mejor es huir de la cat¨¢strofe tanto como sea posible. Un mirlo acaba de posarse en mi ventana, mientras escribo esto: parece perplejo, como el resto de nosotros. Nuestra tarea tras las elecciones del domingo es decidir, ante el abismo que se extiende entre el consenso de posguerra y la sociedad que viene, qu¨¦ vamos a llevarnos al otro lado, para qui¨¦n y de qu¨¦ modo.
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