Otra pol¨ªtica es posible
La crisis de la democracia no viene tanto de la amenaza de la extrema derecha cuanto de la p¨¦rdida de confianza de los ciudadanos en su clase dirigente
El Reino Unido estar¨¢ fuera de Europa, pero menuda lecci¨®n nos acaba de dar a los europeos. Frente a la pol¨ªtica patol¨®gica, el resultado brit¨¢nico nos devuelve a la pol¨ªtica del sentido com¨²n; frente a los partidos tan inclinados a autoafirmarse a partir de su demonizaci¨®n del adversario, el triunfo de los laboristas consigui¨® su gran resultado volviendo a los or¨ªgenes, afirmando y divulgando su programa y reivindicando la labor sorda, pero eficaz, de volver al activismo a ras de suelo, bottom-up; frente a los egos superlativos de pol¨ªticos como Johnson o Macron ¡ªo Biden, s¨ª¡ª, la compostura y el perfil bajo de un Starmer de quien se dec¨ªa que le faltaba un hervor. Pol¨ªtica modesta frente a la pol¨ªtica del espect¨¢culo y el spin. En ese sentido, Starmer es la ant¨ªtesis de Blair. Se dir¨¢ que los conservadores se lo pusieron f¨¢cil con su ineficacia y su arrogancia de Oxbridge, pero seguro que denota tambi¨¦n un cansancio ciudadano hacia la pol¨ªtica de las celebrities y el marketing. La crisis de la democracia no viene tanto de la amenaza de la extrema derecha, cuanto de la p¨¦rdida de confianza de los ciudadanos en su clase pol¨ªtica, en sus prestidigitaciones ret¨®ricas y promesas huecas. Es una crisis de representaci¨®n, de ruptura de la ciudadan¨ªa con sus dirigentes y su maquinaria de seducci¨®n masiva, que ha devenido en pura rutina y, por tanto, en ineficaz.
A?¨¢danle a ello, su ca¨ªda en el lenguaje b¨¦lico o, como dice Michael Walzer, y esto es peor, en el lenguaje religioso ¡ª¡±el culto a la personalidad, los dogmas sectarios, el encantamento ritual de la l¨ªnea de partido, la b¨²squeda de herejes, la pretensi¨®n mesi¨¢nica¡±¡ª. Este es otro tic iliberal porque permite que al adversario o al disidente se lo convierta en infiel o en ap¨®stata y se moralice todo, otro de los efectos de la ret¨®rica populista sobre la pol¨ªtica normal. Creo que en este triunfo del laborismo hay que ver un retorno a otra pol¨ªtica, m¨¢s pendiente de los problemas de la gente que de alharacas salidas de la chistera de los expertos en comunicaci¨®n. Habr¨¢ que observarlo a partir de ahora.
Traigo esto a colaci¨®n, porque su contraste con nuestra pol¨ªtica no puede ser m¨¢s palpable. Para empezar, solo tenemos un l¨ªder similar a Starmer, Salvador Illa, arrinconado ahora tras su ¨¦xito por, de un lado, los efluvios dogm¨¢ticos nacionalistas, y, de otro, por las necesidades de gobernabilidad de Moncloa; es decir, por la metaf¨ªsica y los imperativos del poder, aunque a veces sean dif¨ªciles de distinguir. En el PP solo se me ocurre Moreno Bonilla, y quiz¨¢ por eso mismo recibe menos atenci¨®n medi¨¢tica que Ayuso y tiende a ser eclipsado por su propio partido. Por otra parte, nuestros partidos se han convertido casi exclusivamente en m¨¢quinas de movilizaci¨®n electoral permanente, m¨¢s ocupadas en llamar a la guerra santa frente al contrario que en decir en qu¨¦ consiste su doctrina. El poder como fin en s¨ª mismo, no el poder ¡°para hacer algo¡± y explicar c¨®mo van a hacerlo. Con todo, lo que me resulta m¨¢s insoportable es su af¨¢n por infantilizarnos, por tratar de imprimir en nuestras mentes la visi¨®n de la realidad que interesa a cada cual en cada momento concreto, como si no fu¨¦ramos adultos con capacidad cognitiva aut¨®noma. Toda esa ristra de argumentarios, enmarques y storytelling que les tenemos que comprar para ser considerados fieles devotos de la causa. Marcan el per¨ªmetro a partir del cual se desvanece el esp¨ªritu cr¨ªtico, el cu¨¢ndo comienza a caerse en la herej¨ªa. Ignoran que el ejercicio m¨¢s digno de la libertad no consiste en seguir consignas o aceptar realidades impostadas, sino en permitirse el lujo de ponerlas en cuesti¨®n.
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