El Dios de Trump
Si para algunos ese ¡°milagro¡± que ha salvado la vida del expresidente puede suponer una cat¨¢strofe mundial, hay quienes prefieren apostar por la esperanza
La frase de Trump ¡°Me sent¨ª seguro porque Dios estaba a mi lado¡±, pronunciada tras el atentado contra su vida y que lo ha convertido en m¨¢rtir entre los suyos, resuena hoy en todo el mundo como un desaf¨ªo. Podr¨ªa traducirse como: ¡°No podr¨¢n conmigo porque Dios est¨¢ de mi parte¡±. Y su primer ¡°milagro¡± ha sido la renuncia de Biden a la candidatura, que parec¨ªa casi imposible.
La pregunta que se impone ante esa provocaci¨®n del ¡°Dios estaba a mi lado¡± es de qu¨¦ Dios se trata. ?El de los desvalidos, los migrantes, los parias, los olvidados por el capitalismo sin frenos, o el Dios de los triunfadores, de los que pueden permitirse todo porque ellos son predestinados?
?Y d¨®nde se queda en esta novela el diablo, los pactos demoniacos? Hay quien se pregunta si fue Dios o Satan¨¢s quien estaba al lado de Trump para desviar la bala fatal. La frase provocadora de Trump de que fue Dios quien quiso que siguiera vivo porque el mundo necesita de ¨¦l nos retrotrae a los tiempos en que se enfrentaban pol¨ªtica y religi¨®n.
?De qu¨¦ color es Dios? ?Y la religi¨®n? Un d¨ªa el rojo fue el color de la izquierda que pasaba por agn¨®stica o atea. Ahora el rojo brilla en los zapatos de Trump, y la izquierda y sus valores ensombrecen. Es como si Satan¨¢s se hubiera disfrazado de Dios. Y eso no solo en la tierra de Trump, sino tambi¨¦n m¨¢s all¨¢. Est¨¢ tentando hasta a Europa.
Nunca en la historia el matrimonio entre religi¨®n y pol¨ªtica fue bueno. No solo existieron las guerras de religi¨®n, sino la religi¨®n de la venganza, de los poderosos, de la bandera con los colores cruzados de Dios y patria. El otro Dios, el del perd¨®n y la misericordia, el del pan en la mesa y las oportunidades para todos de superarse, aparece cada d¨ªa m¨¢s lejano mientras triunfan las pol¨ªticas m¨¢s discriminatorias, el ate¨ªsmo disfrazado de nueva religi¨®n, secuestrado por los nuevos tiranos de la historia.
Cada vez que los tiranos han acabado secuestrando a los dioses ¡ªy Espa?a conoce muy bien esa patra?a¡ª, el resultado ha sido la sangre in¨²tilmente derramada y hasta las tumbas profanadas. ?Mejor entonces el ate¨ªsmo, el agnosticismo, la nada, la ausencia de dioses? Dif¨ªcil, porque los dioses nacieron con el primer Homo sapiens, justamente para defenderse contra los miedos que infund¨ªa la naturaleza y para exorcizar a la muerte. Y el primer Dios fue mujer quiz¨¢s para infundir menos miedo. El mundo estuvo siempre poblado de dioses y de demonios, de m¨¢rtires y de verdugos. La modernidad parec¨ªa haber superado esos temores con el triunfo de la ciencia y lleg¨® la bomba at¨®mica, las guerras no acabaron y los dioses fueron rifados entre los privilegiados del poder y robados a los humildes.
Y ahora, justamente con la historia simb¨®lica de Trump, el guerrero que se apodera de la religi¨®n vuelve a resucitar al Dios que parec¨ªa haber sido sepultado para siempre, el Dios patrimonio y salvador de los poderosos, esa carta comod¨ªn que suelen usar los poderes de todos los colores como escudo y defensa contra sus enjuagues.
Si para algunos ese ¡°milagro¡± de Dios que ha salvado la vida de Trump puede suponer una cat¨¢strofe mundial, con desequilibrios pol¨ªtico-econ¨®micos que puedan hacer resurgir nuevas contiendas mundiales, hay quienes prefieren apostar por la esperanza, como lo ha hecho aqu¨ª en Brasil Fernando Gabeira, que justamente despu¨¦s del ¡°milagro¡± de Trump ha sorprendido en su columna del diario O Globo con una discordancia de esperanza.
A quienes ven solo como cat¨¢strofe lo que Trump considera un regalo de los dioses que salv¨® su vida, y pronostican hasta el recrudecimiento de las guerras y de las viejas venganzas, Gabeira recuerda lo siguiente: ¡°Cuando la situaci¨®n se vuelve compleja no significa ausencia de salidas. No fuimos invadidos por marcianos. Necesitamos solo resolver problemas de la democracia. Uno de ellos es estigmatizar a quien admite la existencia de esos problemas¡±. Y aconseja leer el libro de Hannah Arendt Hombres en tiempos de oscuridad, recordando subliminalmente los horrores del Holocausto.
La pretenciosa afirmaci¨®n de Trump de que fue Dios quien salv¨® su vida, sin explicar de qu¨¦ Dios se ha tratado, me recuerda que mi primer libro, publicado hace 60 a?os, se titulaba El Dios en quien no creo. Eran cien im¨¢genes de Dios en las que ya entonces no cre¨ªa, entre ellas la del Dios que permite el horror de una madre con su hijo peque?o muerto en sus brazos. Si lo reescribiera hoy tendr¨ªa un Dios m¨¢s en el que no creer¨ªa: el que, seg¨²n Trump, salv¨® su vida.
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