Partidos que patrimonializan el Estado
ERC y el PSC han cocinado el concierto catal¨¢n para satisfacer sus necesidades de poder sin mandato de la ciudadan¨ªa ni debate pol¨ªtico
Adem¨¢s de velar por la protecci¨®n de nuestros derechos, la principal raz¨®n para desear vivir bajo un r¨¦gimen democr¨¢tico es que las principales decisiones pol¨ªticas se adoptan con el benepl¨¢cito de los ciudadanos, que estas pueden entenderse como producto de su voluntad mayoritaria. Quiz¨¢ sea la distorsi¨®n de un polit¨®logo, pero cuando me enter¨¦ del pacto al que llegaron el PSC ¡ªel Gobierno, m¨¢s bien¡ª y ERC no pude evitar suscitar una pregunta: ?qui¨¦n les ha dado el mandato para poner patas arriba toda la organizaci¨®n territorial del Estado? ERC al menos declar¨® legitimarla recurriendo a sus bases, pero no me consta que en alg¨²n momento el PSOE haya hecho lo propio con su partido o, y esto es lo m¨¢s grave, con sus electores potenciales. ?Votaron ustedes al PSOE sabiendo que iba a conceder el concierto econ¨®mico a Catalu?a? ?Ha habido alg¨²n debate p¨²blico al respecto? Lo cierto es que tampoco ocurri¨® con la amnist¨ªa, pero lo del concierto se me antoja m¨¢s grave porque su efecto puede dejarse sentir en nuestra vida cotidiana. Con los dineros no se juega, y hay que entender que no solo los electores, sino las otras comunidades aut¨®nomas deber¨ªan tener algo que decir al respecto. Pues no se?or, esto lo han cocinado dos c¨²pulas de partido para satisfacer sus necesidades de poder, el m¨¢s potente afrodis¨ªaco, en palabras sabias de Kissinger. No hay que olvidar que los partidos ejercen el poder pol¨ªtico a trav¨¦s de una especie de pacto fiduciario con los electores, est¨¢n vinculados por sus principales promesas, no son los propietarios del Estado sino sus meros gestores, aquel nos pertenece a todos.
Se ha dicho que nuestras dos nacionalidades hist¨®ricas en el fondo no quieren la independencia, lo que desean es que desaparezca Espa?a de su territorio. Es lo m¨¢s racional, obtienen todas las ventajas de ser cuasi-independientes y ninguno de los inconvenientes, como evitar la fractura social interna o tener que pasar un estadio transitorio fuera de la UE. Y, desde luego, manteniendo su representaci¨®n en las instancias de poder estatal; es decir, condicionando las decisiones de los dem¨¢s en funci¨®n de sus intereses espec¨ªficos. Es algo parecido a reivindicar una selecci¨®n nacional propia, pero, eso s¨ª, que el Bar?a juegue en La Liga. Si bien no es mi modelo de convivencia so?ado, bienvenido sea siempre y cuando se atenga a dos condiciones, las propias de un federalismo bien entendido: una s¨®lida lealtad al centro y el principio de solidaridad interterritorial, que los derechos de los ciudadanos sean igual de efectivos en toda Espa?a. Lo primero no es el caso de los partidos independentistas, la lealtad a la Constituci¨®n, a diferencia de lo que ocurre en otros federalismos, se la pasan por el forro; y lo segundo, por lo visto con los otros conciertos, depender¨¢ de las necesidades de gobernabilidad de los dos grandes partidos en Madrid. Adem¨¢s, eso de concierto econ¨®mico ¡°solidario¡± apesta a excusatio non petita. Cuando algo necesita ser adjetivado, malo. Ahora entraremos en la espiral de las racionalizaciones, siempre con una ¨²nica idea fuerza: no importa lo que hagamos, el adversario siempre es peor.
Al hilo de estos acontecimientos recib¨ª un wasap de un amigo de la infancia reci¨¦n jubilado. Dec¨ªa m¨¢s o menos lo siguiente: ¡°Nuestra generaci¨®n tiene la sensaci¨®n de haber sido estafada. Todas esas ilusiones, convicciones y entusiasmos: la democracia, la reconciliaci¨®n nacional, Europa... Eso que nos parec¨ªa llamado a perdurar porque era racional y equilibrado, porque no hac¨ªa sangre, porque todos cab¨ªan, todo esto puede acabar en el vertedero de la historia¡±. Cada vez me siento m¨¢s afligido por el mismo s¨ªndrome.
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