Andr¨¦s Iniesta, nuestra alegr¨ªa del pueblo
Hay jugadores que unen su destino de forma inesperada al de un pa¨ªs; disuelven diferencias entre rivales hist¨®ricos, entre clases sociales, entre gente que pensaba que jam¨¢s se podr¨ªa abrazar al que tiene enfrente
Si escribes ¡°la alegr¨ªa del pueblo¡± en Google solo sale Manuel Francisco dos Santos, Garrincha, uno de los mejores futbolistas de siempre, un prodigio campe¨®n del mundo dos veces que ten¨ªa una pierna m¨¢s corta que otra, la columna torcida y el conocimiento justo sobre las reglas (¡°un d¨¦bil mental incapaz de comprender el f¨²tbol¡±, seg¨²n el psic¨®logo de la selecci¨®n brasile?a). Muri¨® alcoholizado a los 49 a?os; hace poco se descubri¨® que su cuerpo no estaba en la tumba y hoy su cad¨¢ver se encuentra en paradero desconocido: ¡°Garrincha sigue regateando desde el cementerio¡±, titularon en Brasil. Le llamaban Alegria do Povo porque era una fiesta de enga?o y burla, el f¨²tbol del bal¨®n de trapo entre mil piernas, los fuegos artificiales de los que nada tienen y, cuando a Garrincha le llegaba el bal¨®n, de repente lo ten¨ªan todo. ¡°Por las alegr¨ªas que le das al pueblo¡± fue el verso con el que Andr¨¦s Calamaro encontr¨® la mejor manera de definir la relaci¨®n de Maradona con Argentina, aquel ni?o pobre de Villa Fiorito que se convirti¨® en semidios, drogadicto desde chaval y que, con un bal¨®n (¡°la pelota no se mancha¡±), veng¨® una guerra, levant¨® an¨ªmicamente un pa¨ªs entero y le dio a su gente una felicidad que desconectaba, cuando Diego paraba el bal¨®n, de los problemas reales y las tragedias personales. ¡°Llen¨® alegr¨ªa en el pueblo, reg¨® de gloria este suelo¡±, le cantaron. Hay jugadores que unen su destino de forma inesperada al de un pa¨ªs; disuelven diferencias entre rivales hist¨®ricos, entre clases sociales, entre gente que pensaba que jam¨¢s se podr¨ªa abrazar al que tiene enfrente. El estilo de juego de Andr¨¦s Iniesta era puro amor porque jugaba como se sue?a jugar de ni?o. Quiz¨¢ no haya sido el mejor futbolista de la mejor Espa?a, pero s¨ª fue nuestra alegr¨ªa del pueblo, el chico que quisimos ser todos en Sud¨¢frica cuando se encontr¨® botando un bal¨®n y le peg¨® con todo lo que nunca llegamos a ser, ni como jugadores ni como pa¨ªs, y que sin embargo fuimos, gracias a ¨¦l, durante d¨ªas irrepetibles.
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