Nuevos guerreros de Lepanto
En las nuevas batallas que sue?an los xen¨®fobos, el enemigo invasor son los inmigrantes fugitivos de las guerras, las persecuciones pol¨ªticas o el hambre y la sed
Yo cre¨ªa hasta ahora que solo los cervantinos incondicionales nos acord¨¢bamos de la batalla de Lepanto, y segu¨ªamos las referencias a ella en la obra y en la vida de nuestro h¨¦roe, que ya en su vejez comprend¨ªa melanc¨®licamente que una victoria militar de hac¨ªa casi medio siglo estaba siendo olvidada, y con ella la memoria del ...
Yo cre¨ªa hasta ahora que solo los cervantinos incondicionales nos acord¨¢bamos de la batalla de Lepanto, y segu¨ªamos las referencias a ella en la obra y en la vida de nuestro h¨¦roe, que ya en su vejez comprend¨ªa melanc¨®licamente que una victoria militar de hac¨ªa casi medio siglo estaba siendo olvidada, y con ella la memoria del sufrimiento y el hero¨ªsmo de muchos muertos an¨®nimos, y el desenga?o y la penuria de muchos supervivientes, entre ellos el propio Cervantes, mutilado de guerra que persigui¨® en vano alguna recompensa a sus m¨¦ritos. Un a?o antes de morir, ¡°viejo, soldado, hidalgo y pobre¡±, a¨²n se acordaba con apasionada elocuencia de haber participado ¡°en la m¨¢s alta ocasi¨®n que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros¡±. Es una exageraci¨®n muy poco caracter¨ªstica de su forma de escribir, en la que los altos vuelos ret¨®ricos siempre quedan ridiculizados por la iron¨ªa. Cervantes hab¨ªa visto de cerca el contraste entre las leyendas oficiales de la ¨¦pica guerrera y la dureza de la realidad, entre la glorificaci¨®n de los caudillos militares como don Juan de Austria y el triste destino de los soldados, los marineros, los remeros forzados en las galeras victoriosas. Hab¨ªa experimentado en su propia piel las heridas de la guerra y las de los latigazos y las humillaciones de la esclavitud. Y en su cautiverio de Argel, durante cinco a?os, hab¨ªa convivido a diario con una variedad de gente y de creencias religiosas que en la Espa?a de Felipe II ya era imposible.
Al enemigo musulm¨¢n se le llamaba gen¨¦ricamente el Turco. Pero en Argel Cervantes vio que detr¨¢s de ese calificativo sin rostro habitaba un hervidero de personas reales, muchas de ellas de lealtades cruzadas, cristianos que se hab¨ªan convertido por conveniencia al islam, mercaderes griegos, italianos, albaneses, jud¨ªos, frailes espa?oles dedicados durante a?os a la tarea de rescatar cautivos. Y todos ellos se entend¨ªan en una jerga bastarda hecha de retales de diversos idiomas que era objeto de la curiosidad de un o¨ªdo tan alerta a todo tipo de hablas como el de Cervantes, cat¨®lico devoto y observador compasivo y sin prejuicios de todo el arco de la condici¨®n humana.
Pero ahora me entero, gracias a una de esas sagaces cr¨®nicas italianas de ??igo Dom¨ªnguez, que la efem¨¦rides para m¨ª lejana y literaria de la batalla de Lepanto es una fiesta anual de los neopaleofascistas italianos de Matteo Salvini, que se re¨²nen cada 7 de octubre no para recordar a aquel soldado Cervantes que tuvo tanto amor por Italia ¡ªsu idioma, su literatura, su alegr¨ªa de vivir, tan ajena al ce?o ¨¢spero espa?ol¡ª, sino para conmemorar belicosamente la victoria de la Liga Santa contra el imperio otomano. Hay que tener mucho cuidado con los movimientos pol¨ªticos que veneran batallas ganadas o perdidas hace varios siglos. Por lealtad al recuerdo de la batalla de Kosovo de 1389 los nacionalistas serbios sembraron de destrucci¨®n y de cad¨¢veres en los primeros a?os noventa el pa¨ªs desguazado que un poco antes era Yugoslavia. Como bien sab¨ªa Cervantes, el ¡°d¨ªa despu¨¦s¡± de Lepanto (por decirlo en nuestro espa?ol mal traducido de ahora) fue en gran medida un fiasco. La armada cristiana dej¨® pasar la oportunidad de perseguir a la muy debilitada de los turcos e infligirle un da?o definitivo. La Liga Santa, constituida por Espa?a, el Papado y la Rep¨²blica de Venecia ¡ªahora Salvini propone una ¡°Santa Alianza¡±¡ª qued¨® deshecha muy pronto, por las disputas internas, y, sobre todo, por la ambici¨®n de Venecia de mantener los lazos comerciales en el Mediterr¨¢neo con el imperio de los infieles. Cervantes, recuperado parcialmente de heridas grav¨ªsimas, sigui¨® combatiendo cuatro a?os m¨¢s, antes de ser hecho cautivo, y vio en ese tiempo c¨®mo se disipaban en aventuras militares in¨²tiles las supuestas ganancias de la victoria de Lepanto.
Ahora, Matteo Salvini y sus repugnantes aliados de toda Europa se ven a s¨ª mismos como herederos de don Juan de Austria, almirantes de una nueva armada cristiana que se dispone a combatir en esas mismas aguas del Mediterr¨¢neo a un enemigo que en el fondo es el mismo de siempre, el Turco, el Moro, el Negro, el Ladr¨®n de nuestras casas, el Violador de nuestras mujeres, el que nos va a quitar lo que es nuestro, cada uno de esos privilegios que parecen haber servido solo para alimentar el resentimiento, no la lealtad hacia el sistema democr¨¢tico y de protecci¨®n social que los ha hecho posibles. En la cubierta de la galera Marquesa, ardiendo de fiebre, sobreponi¨¦ndose al miedo, Miguel de Cervantes ve¨ªa aproximarse las naves enemigas y era consciente del equilibrio de fuerzas entre las dos armadas. Ahora, en las nuevas batallas so?adas de Lepanto, el enemigo invasor son los fugitivos inermes de las guerras, las persecuciones pol¨ªticas, el hambre, la desertizaci¨®n acelerada por el cambio clim¨¢tico. Hasta ahora, la gran victoria naval de la que se enorgullece Salvini fue la obtenida contra el buque espa?ol Open Arms, al que en 2019, cuando era ministro del Interior, forz¨® a permanecer 19 d¨ªas delante de la costa de Lampedusa, con 147 emigrantes hacinados a bordo, rescatados del mar, acosados por el hambre y la sed, por una claustrofobia que a muchos de ellos los empuj¨® a saltar al agua en la que muy poco antes estuvieron a punto de ahogarse.
Ese enemigo irrisorio al que venci¨® Matteo Salvini expande ahora por el mundo su amenaza universal. En Springfield, Ohio, los emigrantes de Hait¨ª cazan y devoran los gatos y los perros y hasta las ardillas en los jardines de las personas decentes. En las zonas de Carolina del Norte devastadas por el hurac¨¢n Helene los damnificados blancos no reciben ayuda porque votan al Partido Republicano y porque los fondos del Gobierno federal se gastan en sobornar a los inmigrantes ilegales para que voten a los dem¨®cratas. La delincuencia es m¨¢s baja que nunca en nuestro pa¨ªs, y ha ido descendiendo en los mismos tiempos en que llegaban m¨¢s inmigrantes, pero dirigentes pol¨ªticos y agitadores en la televisi¨®n y en las redes claman contra la inseguridad creciente provocada por los menores extranjeros. Informes de rigor intachable aseguran que los inmigrantes no perjudican a los nativos en su trabajo ni en sus prestaciones sociales, pero nada de eso desacredita a los demagogos que los acusan de ¡°quitarnos lo que es nuestro¡±.
A Cervantes, que lo hab¨ªa visto todo en esta vida, lo fascinaba la extra?a capacidad humana para no ver lo que se tiene delante de los ojos, y para empe?arse en ver lo que no existe, y dejarse enga?ar por las mentiras y las fantas¨ªas de otros. La locura de don Quijote es en gran parte un empecinamiento fan¨¢tico en no ver lo evidente, y m¨¢s tarde una voluntad de aceptar las mentiras que otros han urdido para manipular su conducta o tan solo para burlarse cruelmente de ¨¦l. Seg¨²n una encuesta reciente, una gran mayor¨ªa de espa?oles considera que en nuestro pa¨ªs hay demasiados inmigrantes, y asocia esa abundancia con hechos negativos, como la inseguridad o el deterioro de las prestaciones sociales. Al mismo tiempo, para esa misma mayor¨ªa sus relaciones personales o laborales con inmigrantes son positivas. La amenaza del enemigo abstracto se disuelve ante la cara, la presencia, el trabajo de una persona concreta. Pero Cervantes nos advirti¨® de lo que saben muy bien los manipuladores sat¨¢nicos de las mentes humanas: que es muy f¨¢cil persuadir a casi cualquiera de que la realidad no es lo que muestra serenamente la raz¨®n, sino un simulacro urdido por encantadores mal¨¦ficos para sembrar la duda y ocultarnos la batalla de Lepanto que no ha cesado nunca, la del nativo contra el b¨¢rbaro, del cristiano contra el infiel, del Bien contra el Mal.
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