Cuando la risa es cruel
Es desolador que un n¨²mero tan chusco como el del PP en el Congreso con fotos de v¨ªctimas de ETA pretenda patrimonializar el dolor ajeno
Qu¨¦ extraordinarias son esas personas que pronuncian un lugar com¨²n como si estuviera siendo expresado por vez primera; son, sin complejos, los fabulosos inventores de lo ya inventado. Los ni?os son muy crueles, dicen. En alguna ocasi¨®n hasta osan a?adir el odioso ¡°como yo digo¡±. Pues bien, lo que t¨² dices es una afirmaci¨®n sin evidencia cient¨ªfica alguna que, para colmo, contribuye a eludir la responsabilidad de los adultos en el comportamiento de los menores. ?Son los ni?os crueles por naturaleza? En absoluto, m¨¢s bien podr¨ªa decirse que poseen un natural instinto colaborativo que los adultos vamos cercenando con la influencia no siempre ben¨¦fica que ejercemos sobre ellos. A veces los ni?os van a la escuela adiestrados ya en el ejercicio del desprecio, tomando como normales la burla al d¨¦bil y el abuso; otras, es en el entorno escolar cuando optan por unirse al chulo de la clase para sobrevivir. Pero lo que m¨¢s me asombra de esa afirmaci¨®n, los ni?os son crueles, es que la hacemos los adultos, justo aquellos que ya estamos tan habituados al ejercicio de la inquina que en ocasiones ni siquiera somos capaces de sentir pesar por el da?o infligido.
Estamos moldeados en gran parte por aquellos ejemplos en los que fuimos instruidos. Uno de los aprendizajes m¨¢s sofisticados que existen es el del buen ejercicio de la risa. Hacer saber a un ni?o que la risa puede ser tan liberadora como da?ina y que la burla denota m¨¢s cretinez que inteligencia es prepararlo para entender qu¨¦ siente el otro ante sus actos. Dice Don Quijote al ser objeto de mofa: ¡°Es mucha sandez la risa que de leve causa procede¡±. Sandez es la palabra exacta para definir a quien, por no comprender, ni entiende de qu¨¦ se est¨¢ riendo. Esta semana, el Congreso de los Diputados se convirti¨® en un patio de colegio sin profesores al mando, sin reglas, dejando el ambiente al libre albedr¨ªo de quienes carecen de la instrucci¨®n necesaria en el humor como para saber que se est¨¢n burlando de las personas a quienes dicen defender. Yo solo hab¨ªa visto en las noticias televisivas a Miguel Tellado agitar en el aire un cartelillo con rostros de asesinados por ETA, que han sido llorados en silencio y con respeto por espa?oles de distinto signo. Verlos en manos de quien los estaba utilizando para excusar errores propios ya me pareci¨® el colmo de la ignominia. Sabemos que estos n¨²meros est¨¢n pensados para ser transmitidos, porque los pol¨ªticos han aprendido a actuar para X, pero lo que seguramente no imaginaba quien ide¨® este gag, que pretend¨ªa subrayar la complicidad del Gobierno con una organizaci¨®n terrorista que ya no existe, es que al ampliar el foco y aparecer la imagen de la bancada contemplar¨ªamos el verdadero significado del show. Ah¨ª estaba la diputada popular Macarena Montesinos ri¨¦ndole la gracia siniestra a su compa?ero Miguel Tellado mientras se?alaba las fotos, ambos mostrando sonrisas burlescas, autosatisfechos por ese golpe bajo con el que esperaban avergonzar al contrario, sin comprender, porque a la vista est¨¢ que desconocen los sofisticados mecanismos de la risa, que suele ser m¨¢s transparente que el llanto, que a quien verdaderamente ofend¨ªan era al recuerdo mismo de los asesinados, de sus familiares y de todos aquellos que con dolor hemos acompa?ado la memoria de las v¨ªctimas de ETA cuando exist¨ªa y cuando dej¨® de matar.
Es desolador que un n¨²mero tan chusco pretenda patrimonializar el dolor ajeno. A pesar de que corremos el peligro de hacernos tolerantes a lo grotesco, muchos no esper¨¢bamos presenciar el espect¨¢culo de esas risas. El mundo se est¨¢ dividiendo peligrosamente en dos: quienes educan a los ni?os en el uso extraordinario de la risa para curar heridas, reforzar la generosidad y ensanchar corazones, y quienes nunca podr¨¢n advertirles del sentido mal¨¦fico que puede extraerse de una carcajada, porque ni ellos mismos distinguen entre risa y crueldad.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.