Los fantasmas del pasado
En pol¨ªtica el ayer opera como una bomba de efecto retardado. Nunca se acaba de cerrar
1. La semana pasada se supon¨ªa que la principal actividad del Congreso iba a ser el debate sobre la inmigraci¨®n, una discusi¨®n imprescindible y que no admite demora. Al final, y con la ya consabida furia que all¨ª impera, se acab¨® concentrando sobre ETA. No niego, desde luego, que aquella pueda ser objeto de discusi¨®n parlamentaria, pero no es lo que tocaba. Y si se puso tanto ¨¦nfasis sobre ella fue en gran medida por un ¡°error¡± previo del PP sobre una votaci¨®n, que, por otro lado, era la correcta.
2. Las revelaciones, bien acompa?adas de fotos y di¨¢logos, sobre una historia afectivo-sexual de Don Juan Carlos han inundado tambi¨¦n nuestro espacio p¨²blico. Son sobre acontecimientos que ocurrieron hace ya varias d¨¦cadas, y afectan adem¨¢s a la concesi¨®n ileg¨ªtima de dinero p¨²blico, y se suman a las m¨¢s recientes protagonizadas por otra se?ora, que dieron p¨¢bulo al esc¨¢ndalo por todos conocido. Ahora se ha abierto la veda para ir a la caza y captura de otras posibles candidatas.
3. El caso Koldo, que ha llegado a su punto de ignici¨®n al apuntar a una responsabilidad directa del exministro y a¨²n diputado ?balos, alguien que en su d¨ªa fuera el brazo derecho del presidente del Gobierno. Y si este asunto provoca tanto rechazo es porque conecta sus barrabasadas con un momento de sufrimiento generalizado por la pandemia y el confinamiento.
No pretendo jerarquizar estos ejemplos por su nivel de gravedad, eso me conducir¨ªa a otra columna, sino hacer observar c¨®mo el pasado opera siempre en pol¨ªtica, al igual que en cualquier biograf¨ªa, como una bomba de efecto retardado. Nunca se acaba de cerrar. Se dir¨¢ que el caso Koldo/?balos se escapa de esa consideraci¨®n, y estar¨ªa de acuerdo. Pero lo que nos remite a algo pret¨¦rito es la corrupci¨®n como tal, aquello que, salvo alg¨²n que otro rescoldo puntual, ya consider¨¢bamos casi superado. Al esc¨¢ndalo se une as¨ª el des¨¢nimo c¨ªvico, como si nunca pudi¨¦ramos hacer tabla rasa de nada ni romper el c¨ªrculo de los conflictos que nos asolan, incapaces de cambiar y mirar de frente al futuro.
En el caso de la corrupci¨®n, y esta es tambi¨¦n una parte del malestar que provoca, es que la narrativa que la acompa?a y las declaraciones de uno u otro bando deben ser sujetas despu¨¦s a comprobaci¨®n judicial; es decir, la sanci¨®n jur¨ªdica es precedida por investigaciones period¨ªsticas que solo al cabo de los a?os ser¨¢n corroboradas, o no, por alguna sentencia. El iter lo conocemos bien, esc¨¢ndalo, acusaciones/defensas seg¨²n de qu¨¦ partido sean los afectados, una fase transitoria en la que es casi inevitable el recurso a la letan¨ªa del ¡°y t¨² m¨¢s¡±, y conclusi¨®n alejada ya del tiempo en el que estalla la mina. En el ¨ªnterin ya no hay apenas espacio para casi nada, menos a¨²n el ambiente tan polarizado que nos caracteriza.
Lo novedoso del caso que nos ocupa, sin embargo, es que el fundamento del mismo, el enriquecimiento por las mascarillas ¡ªno as¨ª las derivadas sobre la aparici¨®n de Delcy en Barajas¡ª, no han sido negadas por el partido que se ve m¨¢s afectado por el esc¨¢ndalo, y el presunto responsable fue apartado de sus responsabilidades pol¨ªticas. Es lo menos que podr¨ªa hacer un partido que accedi¨® al gobierno por la corrupci¨®n del que le preced¨ªa. Pero faltaba algo por hacer, haber explicado las razones del cese ¡ªseguro que hab¨ªa algo m¨¢s que sospechas¡ª y haber puesto sobre la pista a la justicia para evaluar las responsabilidades penales de los implicados. ?Qu¨¦ ocasi¨®n perdida para ahuyentar este fantasma del pasado y habernos introducido en una nueva ¨¦poca! Hubiera sido ejemplarizante, sobre todo para la vida interior de los partidos.
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