Delitos y penas
Manipular a las v¨ªctimas de ETA es tan grave como manipular el sistema penitenciario o convertir las penas en un linchamiento
Hace tiempo escrib¨ª una columna para agradecer a los padres de un ni?o asesinado que se negasen a que la muerte de su hijo fuese utilizada para celebrar el odio. La furia con la que se estaba pidiendo una pena de muerte contra la asesina identificaba a un sector de la sociedad m¨¢s con la asesina que con la v¨ªctima. Me emocion¨® la decencia de los padres. Un pseudoperiodista afirm¨® entonces que yo me dedicaba a defender a la asesina. Que existan periodistas indecentes, subvencionados por poderes econ¨®micos y pol¨ªticos para convertir en fango la convivencia, es un problema. Pero estamos sufriendo ya un problema m¨¢s grave. Si antes la mala pol¨ªtica lanzaba bulos interesados sobre la realidad, ahora se produce un viaje de vuelta. El fango que se arroja regresa sin pudor a la pol¨ªtica para ensuciar los debates. Ya no es un pseudoperiodista el que infama en un pseudoperi¨®dico. Es el portavoz de un partido importante el que degrada el respeto a las v¨ªctimas en un parlamento. Que el pseudoperiodismo creado por la mala pol¨ªtica est¨¦ convirtiendo a la mala pol¨ªtica en pseudopol¨ªtica no es un juego de palabras, sino una desgracia grave para la convivencia.
La modernidad democr¨¢tica tuvo desde sus or¨ªgenes la necesidad de plantearse de manera digna los asuntos relacionados con los delitos y las penas. Manipular a las v¨ªctimas de ETA, jugar con su memoria, faltarles el respeto en cualquier discusi¨®n, es tan grave como manipular el sistema penitenciario o convertir las penas en un linchamiento. La justicia no es una venganza, es una raz¨®n social. Los discursos de odio, agitados para manipular el significado de los delitos y las penas, suponen una din¨¢mica que envenena los mandamientos legales de la democracia. Es desolador ver c¨®mo sufre la foto de una v¨ªctima en manos de un pseudopol¨ªtico, algo mucho m¨¢s grave que una infamia en los labios de un pseudoperiodista. Espa?a necesita otra derecha.
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