Una melod¨ªa propia para Feij¨®o
La pregunta es si el PP estar¨ªa preparado si tuviera que gobernar ma?ana; la respuesta no puede limitarse a que no gobernar¨ªa peor que S¨¢nchez
El l¨ªder de la oposici¨®n tiene escolta, puede usar la sala de autoridades del aeropuerto y asiste al desfile por la Fiesta Nacional desde un lugar m¨¢s expuesto de lo que seguramente le apetecer¨ªa. Ah¨ª se acaban las dulzuras oficiales del cargo. El resto es amargor, comenzando por un menosprecio que la costumbre tambi¨¦n ha alzado a rango de oficialidad. Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, por ejemplo, trajo una revoluci¨®n moral a Espa?a y en Iberoam¨¦rica es el perejil de todos los sancochos: Alfonso Guerra, sin embargo, se crey¨® que era un Bambi. Felipe Gonz¨¢lez, por su parte, se re¨ªa de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar: ?se lo imagina alguien ¡ªclamaba¡ª defendiendo nuestros intereses en Europa? Luego hubo alg¨²n Consejo Europeo en el que Aznar lleg¨® a echarle el humo en la cara al canciller Gerhard Schr?der. En definitiva, no hay que fiarse mucho en materia de aprecios y desprecios: sus adversarios reconocieron que a Manuel Fraga ¡°le cab¨ªa el Estado en la cabeza¡± y calent¨® esca?o una d¨¦cada; sus rivales han llamado a Pedro S¨¢nchez doctor cum fraude y, si Jos¨¦ Luis ?balos lo permite, durar¨¢ m¨¢s en el cargo que Mariano Rajoy.
Minusvalorar a S¨¢nchez, en concreto, ha hecho un da?o constante al PP. Se prob¨® en la moci¨®n de censura. Se volvi¨® a probar, con creces, el 23-J. Con S¨¢nchez, sin embargo, han pasado tantos a?os que, adem¨¢s de desde?arlo, uno pensar¨ªa que habr¨ªan terminado por conocerlo. El camuflaje de las enmiendas destinadas a beneficiar a presos de ETA ha demostrado que no, en un caso donde las culpas del Gobierno no condonan la decepci¨®n de la oposici¨®n: resulta un consuelo muy escaso pensar que, si ya hemos olvidado esa decepci¨®n, es por la capacidad de nuestra pol¨ªtica para superar cada d¨ªa sus enormidades. Quiz¨¢, frente a un Gobierno con apoyos parlamentarios tan renqueantes, alguien podr¨ªa haberse inspirado en el propio S¨¢nchez y aplicar, en todas las votaciones, la receta del ¡°no es no¡±.
Un error del diputado Alberto Casero al votar la reforma laboral activ¨® el fin de Pablo Casado. Al deseado Alberto N¨²?ez Feij¨®o le han tocado otros tiempos y otra suerte, aunque aqu¨ª no hablamos del atolondramiento de un se?or que ten¨ªa diarrea: la cadena de inadvertencias revela inercias de mal funcionamiento en un grupo parlamentario. A efectos generales, desmoraliza a un electorado ya dado a pensar que los diputados echan el d¨ªa tuiteando. A los efectos m¨¢s concretos de la labor de oposici¨®n, es un cortocircuito: si a Feij¨®o le toca ser la cara propositiva y solvente, Miguel Tellado y su grupo deb¨ªan ser feroces en el control. Tal vez del Gobierno no quepa esperar nada, pero s¨ª cabe plantearse si al PP no se le puede pedir m¨¢s: como m¨ªnimo, que la acometividad ret¨®rica vaya acompa?ada de una similar efectividad parlamentaria.
Las encuestas indican que el PP sube en intenci¨®n de voto a la vez que Feij¨®o baja en valoraci¨®n. Sin urnas a la vista, la intenci¨®n de voto significa poco: al fin y al cabo, no hay a quien votar. Las valoraciones de l¨ªderes, por su parte, han tenido siempre algo de compensaci¨®n moral: te quiero mucho, a cambio de no votarte nada. V¨¦ase Julio Anguita. Las enmiendas, sin embargo, no han sido un rasp¨®n. Son una abrasi¨®n importante. Tal vez la atenci¨®n ya est¨¦ en otros lugares, pero van engrosando un historial cl¨ªnico con no pocos golpes autoinfligidos. Los barcos de la Armada y la inmigraci¨®n. Aquello de ilegalizar partidos. Medidas poco cocidas como la semana de cuatro d¨ªas, que ahora ¡ªparece¡ª est¨¢ en la papelera de reciclaje. Se puede entender el horror vacui, la voluntad de marcar agenda e incluso la de ¡°arrebatar banderas a la izquierda¡±, pero, entre unas cosas y otras, ?d¨®nde est¨¢n aquellas finas mentes jur¨ªdicas que siempre hubo en el PP? Por lo que se ha visto esta semana, tampoco en unas querellas por unos delitos que se persiguen de oficio. Ser¨¢ peccata minuta en la prelaci¨®n de sus culpas, pero uno de los efectos delet¨¦reos de los gobiernos de S¨¢nchez ha sido una oposici¨®n m¨¢s embrutecida. La pregunta es: si tuvieran que gobernar ma?ana, ?estar¨ªan preparados? La respuesta no puede limitarse a que no gobernar¨ªan peor que S¨¢nchez.
Quiz¨¢ nadie haya tenido tan dif¨ªcil hacer oposici¨®n como Feij¨®o. Cortejar al votante cansado del PSOE. Cortar con Vox sin volar los puentes. Ganarse el respeto de la facci¨®n de Isabel D¨ªaz Ayuso. Tener un ojo sobre Juan Manuel Moreno Bonilla. Ser ¨²til a los Mazones y los Ruedas que libran sus propias luchas con el Gobierno central. Manejar la presi¨®n de los actores que los quieren acercar a PNV y Junts. Y ganar m¨²sculo en una Catalu?a ahora bajo la pax oficial del PSC. Est¨¢ en la naturaleza humana: los l¨ªderes de la oposici¨®n solo reciben valoraciones positivas ¡ªy palmaditas del Ibex¡ª cuando se ve su victoria inevitable. Pas¨®, antes del 23-J, con el propio Feij¨®o. Ahora, en cambio, las incertidumbres se solapan: ?qu¨¦ revelaciones sobre corruptelas nos esperan? ?Qu¨¦ respuesta dar¨¢ S¨¢nchez ante la percepci¨®n de un Gobierno en estado gangrenoso, incapaz de resistir los est¨¢ndares ¨¦ticos fijados en la moci¨®n de censura, y al que sus escuderos intelectuales tienen cada d¨ªa m¨¢s dif¨ªcil defender? ?Qu¨¦ estir¨®n puede dar el voto anti-S¨¢nchez y qu¨¦ sumas pueden ser practicables para la oposici¨®n? Cuando todo empuja a la ansiedad ¡ªtambi¨¦n su c¨²pula¡ª, lo mejor a lo que puede aspirar un l¨ªder conservador es a ser el m¨¢s serio de la sala.
Y parece una iron¨ªa, tras el extrav¨ªo de la semana pasada, constatar que Feij¨®o hab¨ªa encontrado una melod¨ªa propia que pod¨ªa resonar en muchos. Una veta program¨¢tica congruente con su trayectoria y con su estilo. Y, ante todo, pertinente para lo que Espa?a puede esperar de un partido de centroderecha en estos momentos. Son tiempos de desprotecci¨®n: ?qu¨¦ proyecto vital tiene hoy la seguridad de salir adelante? Nadie cree ¡ªcomo en el 96¡ª que las cosas solo puedan ir a mejor o ¡ªcomo en 2011¡ª que ya no puedan ir a peor. El sentimiento de desprotecci¨®n abarca asimismo la decepci¨®n de lo p¨²blico: el AVE que antes nos enorgullec¨ªa ahora es la Renfe incapaz de gestionar su puntualidad o su web. Pero tambi¨¦n es la existencia de grupos vistos como hiperprotegidos ¡ªfuncionarios, pensionistas, boomers¡ª frente a la intemperie general provocada por un cat¨¢logo de amenazas que, reales o no, se sienten como tales: de la p¨¦rdida de capacidad adquisitiva a la inmigraci¨®n, la vivienda o la percepci¨®n de que, esta vez s¨ª, el peligro geopol¨ªtico, de Putin a Oriente Pr¨®ximo, puede herir nuestras vidas.
A Rajoy le gustaba decir que el empleo es la mejor pol¨ªtica social, pero hace tiempo que vemos que tener un empleo no implica, por ejemplo, tener acceso a una vivienda, cosa que entraba en el pack de lo que entend¨ªamos por vida decente. En tiempos de desprotecci¨®n y repliegue, hasta lo woke se ha tomado un reposo: bien est¨¢ la discusi¨®n antropol¨®gica sobre la familia, pero ayudemos a las familias que est¨¢n ah¨ª. En definitiva, afirmar la presencia de lo p¨²blico como facilitador de los proyectos de vida. Algo que en el PP, que gestiona m¨¢s educaci¨®n y sanidad que nadie en Espa?a, debe saberse. Algo que ha de saber un Feij¨®o con tantos trienios de presidente auton¨®mico. No hay motivos, por tanto, para la inseguridad de pensar que lo social no es marca de la casa: ahora revela utilidad, insufla esperanza, conecta con una Espa?a reformista desnortada tras el sepelio de Ciudadanos y convoca el viento a su favor. Es, en fin, una senda practicable para un pol¨ªtico que lleg¨® con aura de presidente del Gobierno y ha ido conociendo todos los amargores del l¨ªder de la oposici¨®n.
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