Lo que no funciona en casa
La oposici¨®n a las leyes que conceden a la mujer autoridad sobre su propia reproducci¨®n es un intento desesperado por devolvernos al pasado con intenciones turbias
La reelecci¨®n de Donald Trump en Estados Unidos ha conmocionado a una parte enorme del mundo, que mira con angustia c¨®mo se forma un tri¨¢ngulo de l¨ªderes que completan Vlad¨ªmir Putin y Benjam¨ªn Netanyahu. Estos dos ¨²ltimos fueron fundamentales para que se produjera la reelecci¨®n en Norteam¨¦rica, pues las bolas del billar nunca chocan sin ser empujadas. Vivimos la peor crisis de representaci¨®n en 75 a?os por m¨¢s que cueste reconocerlo. Sin embargo, andan errados los que apuntan a que ciertos avances en la liberaci¨®n de las mujeres y los derechos de las minor¨ªas e identidades de g¨¦nero son culpables del encumbramiento de estos personajes elegidos para que lideren un fuerte retroceso. Es evidente que a cualquier conquista le sucede una resistencia, pero me temo que quienes se enfrentan al futuro, por mucho que opongan las columnas de su fortaleza, lo que les llegar¨¢ indudablemente es el tiempo de ser sepultados y olvidados. A menudo fue la religi¨®n quien ejerci¨® de muro de resistencia ante los avances ¨ªntimos, pero hoy campea una nueva forma de religi¨®n pol¨ªtica basada en la reacci¨®n y el retroceso.
Es interesante mirar c¨®mo el presidente Trump y su vicepresidente, J. D. Vance, est¨¢n curiosamente emparejados con dos mujeres que proceden de la emigraci¨®n. Si a ello sumamos las extra?as parejas a las que Elon Musk ha recurrido para fabricarse una familia con apuntes de laboratorio humano, la conclusi¨®n se presenta como evidente. A estos l¨ªderes del nuevo mundo les resulta imposible encontrar parejas sentimentales de su rango y entorno. Es algo similar a lo que le sucede al discurso ultranacionalista de los partidos extremos europeos. Hablan constantemente de que las mujeres han de volver a casa a tener hijos como ¨²nico remedio para frenar la inmigraci¨®n que demandan los factores econ¨®micos de crecimiento, pero esas mujeres solo parecen existir en sus cabezas. Ni en la calle ni en las aulas est¨¢n, porque las chicas, las espa?olas entre ellas, no aspiran a ser sus abuelas ni de lejos. Al menos en lo que a la relaci¨®n matrimonial les corresponder¨ªa. Esa mujer inventada por estas cabecitas nost¨¢lgicas va a tener que ser fabricada en un laboratorio de lavados de cerebro o importada de lugares donde la mujer no ha tenido la suerte de conocer lo que es la libertad personal y se consuela con vivir al amparo de estos machos autosatisfechos.
En esta rar¨ªsima esfera donde se mezclan las grandes ideas conservadoras y la azarosa existencia familiar es donde se produce el primer fracaso de esta pol¨ªtica actual tan exitosa. Ellos mismos son el ejemplo. La oposici¨®n a las leyes que conceden a la mujer autoridad sobre su propia reproducci¨®n es un intento desesperado por devolvernos al pasado con intenciones turbias. Del mismo modo, la reivindicaci¨®n por parte de las mujeres de sus cuerpos no como un campo de juegos masculino, sino como la expresi¨®n carnal de su autonom¨ªa no da para mayor discusi¨®n, es algo inapelable. Y tambi¨¦n la dignificaci¨®n del mundo transexual, cuya m¨¢s firme oposici¨®n proviene de la extra?eza y s¨®lo de la extra?eza. Por m¨¢s que el tiempo parezca congelado, existe un ej¨¦rcito de silenciosos martillos que golpean los bloques que se quieren intactos y poco a poco terminar¨¢n con ellos. La corrosiva presencia agigantada de estos elefantes del retorno al pasado requiere la ingrata pero eficaz tarea de las termitas del progreso. Es esa batalla la que s¨®lo puede ganarse.
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