?Qui¨¦n teme a Judith Butler?
La pregunta que hago a todas las mujeres indignadas con la fil¨®sofa y lo ¡®queer¡¯ es sencilla: ?Reconocen la existencia de estas personas? ?Las ven? Y si lo hacen, ?qu¨¦ proponen exactamente?
La indignaci¨®n es un parapeto conveniente, una maniobra de distracci¨®n que suele impedir el debate. Desde la indignaci¨®n no hay transacci¨®n posible: la transmites como desahogo y para apabullar, con el ¡°?Ah¨ª te quedas!¡± despreciativo de los matadores. Estaba tambi¨¦n en ese entusiasta ¡°Hemos ganado¡± que se solt¨® por X por haber ¡°desterrado¡± el lenguaje queer en el ¨²ltimo congreso del PSOE. Como si fuesen la RAE. ?Pero qu¨¦ es eso tan mal¨¦volo y demon¨ªaco de lo queer? Hace m¨¢s de 30 a?os, Judith Butler public¨® El g¨¦nero en disputa, libro donde trataba de dar respuesta al sufrimiento de algunas personas cuando se ven obligadas a ajustarse a unas normas sociales que ¡°anulan su m¨¢s profunda vivencia de qui¨¦nes son o desear¨ªan ser¡±. Para ellas, la necesidad de establecer los t¨¦rminos de una vida digna de ser vivida es algo urgente e importante. Cuando a Catharine MacKinnon se le preguntaba por el sentido de su trabajo, contestaba: ¡°La ley es una herramienta de poder, pero tambi¨¦n una herramienta para luchar contra el poder. Trabajo con personas que han sido victimizadas y que quieren resistir: mujeres, gays, personas trans, personas no binarias, prostitutas y v¨ªctimas de la pornograf¨ªa¡±. Pues bien, la pregunta que hago a todas las mujeres indignadas con Butler y el virus queer es sencilla: ?Reconocen la existencia de estas personas? ?Las ven? Y si lo hacen, ?qu¨¦ proponen exactamente? ?Qu¨¦ hacemos para acompa?arlas y protegerlas y crear las condiciones para que desarrollen con dignidad la vida que desean? Si admiten que existen y no les gusta la ley que reconoce sus derechos, ?qu¨¦ cambios proponen para mejorarla? Pero la conversaci¨®n no es posible, pues lo queer o la propia figura de Butler se han convertido en chivos expiatorios para transmitir un clima de indignaci¨®n. Y donde reina nuestra digna indignaci¨®n, ?qu¨¦ se puede responder?
¡°?Qu¨¦ ven cuando me leen?¡±, se preguntaba Butler, esa ¡°¨ªnclita fil¨®sofa¡± de ¡°bajeza intelectual¡± inigualable y con ¡°una falta absoluta de ¨¦tica y juego limpio¡±, la bruja de Salem que ¡°falta descaradamente a la verdad¡± con su ¡°tergiversaci¨®n repugnante¡±, como le¨ªmos en este peri¨®dico. ?C¨®mo llegar a alg¨²n lugar com¨²n si utilizamos el lenguaje de esta manera, despreocup¨¢ndonos de sus brutales efectos? O quiz¨¢s sea por eso: no lo hacemos para conversar o persuadir sino para vocear nuestro enfado contra una suerte de mal absoluto que identificamos claramente con una persona. Porque es el lenguaje quien crea enemigos, la ret¨®rica que empleamos para transmitir identidad: aqu¨ª estamos las verdaderas feministas. Y claro, enfrente solo puede haber traidoras. ?D¨®nde quedan el compromiso pol¨ªtico, el intercambio de ideas, proyectos y valores? Dicen que algo llamado ¡°ideario queer¡± defiende los vientres de alquiler, la prostituci¨®n, la corrupci¨®n de menores, el borrado de las mujeres y mil atrocidades m¨¢s. Es una construcci¨®n fantasm¨¢tica. Yo misma defiendo los derechos de las personas trans y estoy en contra de los vientres de alquiler. ?D¨®nde me sit¨²a eso, en qu¨¦ lugar maldito? ?Qu¨¦ miedos hay tras ese ¡°ideario queer¡± que nadie ha escrito ni le¨ªdo? ?C¨®mo explicar una demonizaci¨®n que podr¨ªa encubrir una ansiedad leg¨ªtima? Cuando una figura como Butler absorbe tantos temores se convierte en una obsesi¨®n p¨²blica, el perfecto comod¨ªn para que la verdadera conversaci¨®n no se produzca y nuestros temores pierdan su verdadero nombre. Cuando hacemos circular un fantasma, no hay marcha atr¨¢s. Quiz¨¢ por eso en su ¨²ltimo libro, al preguntarse qui¨¦n teme al g¨¦nero, Butler tambi¨¦n nos est¨¦ preguntando: ?Qui¨¦n me teme a m¨ª?
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