La partitocracia desvirt¨²a el Estado auton¨®mico
PSOE y PP han empezado a imponer una nueva din¨¢mica territorial. La Moncloa se entromete en la selecci¨®n de sus l¨ªderes en algunas comunidades, y los populares dejan claro que tendr¨¢n una ¨²nica voz
Siempre se ha dicho que nuestros dos grandes partidos han contribuido a vertebrar Espa?a. Tras el derrumbe del voto del PP en comunidades como Catalu?a y Euskadi, esta labor se tiende a atribuir en exclusiva al PSOE. Y algo de eso hay, porque gobierna en Catalu?a y est¨¢ coaligado con el PNV en el Pa¨ªs Vasco, donde el partido conservador sufre un largo ciclo menguante. Menos se habla, sin embargo, de la nueva din¨¢mica territorial que dichos partidos han comenzado a imponer. Por dejarlo claro desde el principio, creo que se concreta en lo siguiente: por un lado, una creciente centralizaci¨®n de la pol¨ªtica espa?ola, que ha achatado las diferencias entre los territorios gobernados por ellos; y, por otro, respecto a las dos comunidades hist¨®ricas se?aladas, a las que quiz¨¢ habr¨ªa que a?adir Navarra, un progresivo alejamiento del centro; movimiento centr¨ªpeto de unos, centr¨ªfugo de otros. Y ello, por la propia acci¨®n del PSOE y del PP.
Dos recientes acontecimientos pol¨ªticos tienden a corroborar esta tesis. En primer lugar, est¨¢ la intromisi¨®n de La Moncloa en la selecci¨®n de candidatos para dirigir el partido en determinadas comunidades; candidatos que son tambi¨¦n ministros; o sea, que est¨¢n adscritos al Estado, se sientan en el Consejo de Ministros y a la vez, formaliter, liderar¨¢n el partido regional en Andaluc¨ªa, Madrid, Arag¨®n y Comunidad Valenciana. Un partido que tradicionalmente se caracterizaba por ser la sede de grandes barones territoriales, el resultado l¨®gico de la aparici¨®n del Estado auton¨®mico, se mueve al un¨ªsono hacia el centro gravitatorio de La Moncloa. Por el lado del PP estamos asistiendo a algo parecido. Recordemos la Declaraci¨®n de Asturias, mediante la cual se present¨® formalmente el plan para homogeneizar las pol¨ªticas de vivienda en las comunidades gobernadas por ellos. El mensaje fue meridiano: nada de especificidades, todos seguiremos las mismas pol¨ªticas p¨²blicas, porque somos el mismo partido y una ¨²nica voz.
Est¨¢ claro que G¨¦nova no posee un control del partido equiparable al de La Moncloa. Alberto N¨²?ez Feij¨®o no tiene el poder de Pedro S¨¢nchez, en parte porque no es lo mismo estar en la oposici¨®n que ser el presidente del Gobierno, y ha de soportar las salidas de tono de Isabel D¨ªaz Ayuso o la incompetencia de Carlos Maz¨®n. Pero ambos est¨¢n aprovechando las esferas de poder respectivo para allanar las diferencias territoriales, algo sorprendente en un Estado compuesto como el nuestro, donde se supone que el autogobierno comunitario debe servir para diferenciarse, no para fundirse en esta homogeneizaci¨®n desde arriba. Se supon¨ªa que ¨¦ramos un Estado cuasifederal, pero de facto estamos transitando hacia un Estado regional con, como dec¨ªamos arriba, incrustaciones territoriales semindependientes cada vez m¨¢s apartadas del resto. No es tampoco un modelo confederal, como a veces se dice, porque este presupone la posibilidad de salirse de la confederaci¨®n, algo vetado por la Constituci¨®n.
?Qu¨¦ somos en realidad? ?Hacia d¨®nde vamos? Pues, chercher les partis, seremos lo que las necesidades de poder de los partidos nos vayan imponiendo en cada caso. Esto es m¨¢s que obvio por la dependencia del actual Gobierno de sus socios independentistas, que incluso ahora le impele a hacer nuevas concesiones en una negociaci¨®n ¡ª?en Suiza!¡ª y reduce al m¨ªnimo cualquier potencial giro ¡°espa?olista¡± de Salvador Illa. Pero tambi¨¦n podemos imaginar el contraf¨¢ctico de un Gobierno central del PP con un imprescindible apoyo de Vox; o, es un suponer, teniendo que depender de Junts y/o el PNV. En uno u otro caso, el modelo territorial se ver¨ªa tambi¨¦n afectado. Lo ¨²nico cierto es que navegamos sin mapa y nadie nos vertebra. Somos un curioso animal pol¨ªtico invertebrado, que es m¨¢s resiliente de lo que parece. A pesar de los partidos.
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