De la casa a la tierra y vuelta
Este D¨ªa Internacional de la Mujer Rural llega marcado por la conflictividad agraria que sufren millones de campesinas sin tierra propia para cultivar o que luchan por recuperarla frente a terratenientes y empresas extractivas, muchas de ellas de pueblos originarios. Como estas de Honduras y Guatemala
En el mundo, las mujeres producen la mitad de los alimentos, pero poseen menos del 15% de las tierras y apenas un 2% son propietarias en los pa¨ªses en desarrollo, seg¨²n el Instituto Interamericano de Cooperaci¨®n para la Agricultura. Ellas son tambi¨¦n las m¨¢s afectadas cuando los recursos naturales y la agricultura se ven amenazados por proyectos extractivos y agroindustriales, que impactan dram¨¢ticamente sobre sus vidas, despoj¨¢ndolas de sus tierras.
El D¨ªa Internacional de la Mujer Rural (15 de octubre) es una fecha marcada en muchos lugares por la conflictividad agraria que sufren millones de campesinas que defienden sus tierras, la mayor¨ªa, pertenecientes a pueblos originarios.
A Lilian Borja sus padres la criaron en el campo, le ense?aron a sembrar ma¨ªz, frijol y yuca. Cuenta que su pap¨¢ siempre le dec¨ªa que eso era lo que le iba a dejar para que no fuese a sufrir en la vida, y ella le contestaba: ¡°Pero, papi, ?d¨®nde voy a sembrar si no tenemos tierra?¡±. Veinte a?os despu¨¦s, Borja dice sentirse orgullosa de seguir siendo campesina, pero contin¨²a persiguiendo su meta: tener un pedazo de terreno propio. ¡°A la que quieres conseguir tierra, te caen los terratenientes encima. Ser campesina en Honduras es muy duro. La mujer la labra, pero no va a pasar de ah¨ª porque no hay oportunidades ni apoyo. De la casa a la tierra y de la tierra a la casa. Ese es nuestro d¨ªa a d¨ªa¡±, dice a trav¨¦s de videollamada.
La campesina recuerda que el 70% de las mujeres en Honduras son madres solteras y muchas se ven obligadas a migrar o se van a la ciudad a ¡°darle el pulm¨®n¡± a las maquilas ¨Dtalleres industriales de producci¨®n que utilizan mano de obra barata y que importan productos sin pagar aranceles¨D, donde cada d¨ªa hacen el mismo trabajo y sin derechos. Sin embargo, es la ¨²nica oportunidad que tienen para poder sustentar a sus hijos, porque la tierra, dice, est¨¢ en manos de los terratenientes y las trasnacionales. ¡°Nos han quitado hasta lo ¨²nico que ten¨ªamos, que era poder trabajarla¡±.
Pero hubo una ¨¦poca en la que Borja s¨ª ten¨ªa tierra, hasta que se la arrebataron a la fuerza. Hace ocho a?os la polic¨ªa apareci¨® en la finca donde trabajaba, con una orden de captura. La acusaban, junto a otros campesinos, de usurpaci¨®n. Le impusieron medidas sustitutivas y le prohibieron volver, pero a la semana regres¨® y sigui¨® labrando. Un mes despu¨¦s, no fue la polic¨ªa la que se present¨® all¨ª, sino 12 sicarios armados. ¡°Quemaron todas las casas y balearon a un compa?ero. Quedamos a la deriva sin nada. Fueron contratados por el empresario que reclamaba la tierra. Fue horrible saber que perd¨ªamos aquello que nos pertenec¨ªa porque hasta constancias ten¨ªamos. Nos la quitaron solo para venderla. Los supuestos nuevos due?os quisieron conciliar porque no quer¨ªan problemas y yo ya no pude m¨¢s. Con todo el dolor de mi alma decid¨ª firmar la conciliaci¨®n. Sent¨ª que perd¨ª la batalla, pero lo hice por mis hijos y su seguridad¡±.
La hondure?a ha vivido siempre sometida a una gran presi¨®n. Tuvo que salir de su comunidad y sigue con las medidas sustitutivas que la obligan a personarse en el juzgado todos los meses a firmar. Sin embargo, volvi¨® a levantarse para exigir un pedazo de tierra. Y ahora lo hace como secretaria de actas de la Junta Regional de la Central Nacional de Trabajadores del Campo (CNTC) del departamento de Yoro, una hist¨®rica organizaci¨®n campesina que trabaja por la distribuci¨®n justa de la tierra. De las 404 comunidades que integran la CNTC, solo un 20% tienen t¨ªtulo de propiedad. Muchas otras llevan 30 o 40 a?os habit¨¢ndola y trabaj¨¢ndola, y m¨¢s de 15 a?os en tr¨¢mite sin visos de una soluci¨®n cercana. La uni¨®n y la organizaci¨®n es la ¨²nica opci¨®n de defensa que les suele quedar a las mujeres campesinas.
La fuerza de la organizaci¨®n
Rosa Santamar¨ªa es de Col¨®n, Honduras. Al igual que Borja, tambi¨¦n forma parte de la CNTC, como coordinadora de mujeres a nivel nacional y tambi¨¦n como integrante de la Junta Nacional. A trav¨¦s de la organizaci¨®n, ha logrado estar m¨¢s cerca del sue?o de tener una tierra donde cultivar sus alimentos y llevar una vida en paz, pues la propia organizaci¨®n funciona a trav¨¦s de asentamientos comunitarios donde se dan unas parcelas a cada familia. Tambi¨¦n documentan y paran desalojos producidos por las fuerzas de seguridad del Estado. Hechos que la coordinadora conoce bien, pues antes de formar parte de la CNTC, ya hab¨ªa sufrido tres.
Santamar¨ªa dice que antes de organizarse ya era defensora, que no se hab¨ªa dado cuenta hasta que entr¨® en la CNTC. Para la lideresa, las empresas transnacionales y los terratenientes violan continuamente los derechos de las mujeres campesinas, no les pagan un sueldo digno, son maltratadas y agredidas, y, adem¨¢s, en el caso de los megaproyectos mineros, contaminan y envenenan el agua. Reconoce que en los asentamientos las mujeres s¨ª tienen tierras para trabajar, pero que no es lo m¨¢s com¨²n. ¡°Nos enfrentamos a no tener una vivienda digna. Adem¨¢s, los servicios de salud y educaci¨®n por parte del Estado son nefastos. Si vamos al m¨¦dico, tal vez nos dan alguna pastilla, pero caducada¡±, explica telef¨®nicamente.
En cuanto a la educaci¨®n, la defensora destaca el gran porcentaje de analfabetismo en las mujeres, quienes, a su vez, han demostrado que est¨¢n dispuestas a seguir luchando por el territorio; a pesar de que lo tienen m¨¢s dif¨ªcil para revertir estas desigualdades. Ya no se enfrentan solamente a los terratenientes, quienes expandieron sus cultivos agroindustriales ¨Dcomo la palma o el az¨²car¨D y favorecieron a¨²n m¨¢s la concentraci¨®n de terrenos, sino tambi¨¦n a las grandes empresas mineras e hidroel¨¦ctricas. Lo resalta el informe La Defensa de la Tierra tiene nombre de Mujer, de la organizaci¨®n internacional de acompa?amiento Brigadas Internacionales de Paz, y que pone de manifiesto c¨®mo las mujeres defensoras del territorio y el medio ambiente en Honduras se encuentran en una situaci¨®n de especial vulnerabilidad. Muchas de ellas sufren agresiones y acoso sexual por parte de las fuerzas de seguridad.
Y se enfrentan a un olvido permanente como campesinas: no reciben cr¨¦ditos por parte del Gobierno; ni ayudas econ¨®micas, ni asistencia t¨¦cnica. ¡°No hay inter¨¦s pol¨ªtico para crear leyes a favor del campesinado¡±.
Santamar¨ªa sue?a con una reforma agraria con equidad de g¨¦nero, pero la ve imposible. En 1992 fue derogada la Ley de Reforma Agraria y, en su lugar, fue aprobada la Ley de Modernizaci¨®n y Desarrollo del Sector Agr¨ªcola, que permiti¨® la expropiaci¨®n forzosa de la tierra. ¡°Creemos dif¨ªcil que podamos obtener una nueva reforma agraria porque, cada d¨ªa, el Gobierno est¨¢ implementado decretos a favor de los grandes productores y las transnacionales¡±.
Y es que la pandemia, denuncian las organizaciones agrarias, fue aprovechada por el Estado para acentuar sus pol¨ªticas a favor de sectores empresariales y militares. La campesina hondure?a se refiere al decreto aprobado por su Gobierno que, en plena emergencia sanitaria, declar¨® prioritario apoyar a la industria agroalimentaria, entreg¨¢ndoles tierras que aparentemente no se utilizaban. Lo hizo, adem¨¢s, bajo el supuesto de querer garantizar la soberan¨ªa alimentaria. Sin embargo, muchas de esas tierras s¨ª est¨¢n ocupadas por comunidades campesinas e ind¨ªgenas. La CNTC y sus peque?os productores se sintieron excluidos por la medida y creen que se aprovechar¨¢ el contexto de la crisis sanitaria para entregar las tierras a multinacionales y terratenientes. Lo que implicar¨ªa un incremento de los desalojos y una mayor criminalizaci¨®n.
La lideresa denuncia tambi¨¦n la militarizaci¨®n del territorio hondure?o en los ¨²ltimos a?os. ¡°Una no se siente segura cuando sale y se encuentra un ret¨¦n militar cada 10 kil¨®metros¡±, resalta Santamar¨ªa. En ese sentido, el Gobierno tambi¨¦n public¨® un decreto que permite a las fuerzas militares promover proyectos agr¨ªcolas; si bien es cierto que podr¨ªa declararse inconstitucional en breve.
La criminalizaci¨®n de las defensoras en Guatemala
El conflicto por la tierra, la criminalizaci¨®n, la falta de titulaciones, el despojo, la ausencia de desarrollo rural y la falta de reconocimiento del campesinado tambi¨¦n tienen en Guatemala rostro de mujer.
¡°Defender los territorios es un delito en nuestro pa¨ªs¡±, afirma Lesbia Artola, defensora de la tierra y el territorio en Alta Verapaz, Guatemala. Su trabajo de acompa?amiento en la regi¨®n como lideresa en el Comit¨¦ Campesino del Altiplano (CCDA), le ha valido de varias amenazas en redes sociales, telef¨®nicamente y a trav¨¦s de sicarios. Adem¨¢s, est¨¢ inmersa en tres procesos de criminalizaci¨®n en los juzgados, en los que se le acusa de narcotraficante. Pero no est¨¢ sola en el proceso, sino que la acompa?a Imelda Teyul, tambi¨¦n miembro del CCDA. ¡°Por el trabajo que hacemos nos llegan a acusar hasta de trata de blancas. Las asociaciones de finqueros y terratenientes montan estos shows para criminalizarnos, con el Estado como aliado¡±, asegura a trav¨¦s de videollamada.
Ambas son mujeres mayas q¡¯eqchi', as¨ª como la gran mayor¨ªa de las campesinas de la regi¨®n de las Verapaces en Guatemala (Alta y Baja Verapaz). ¡°La mujer maya q¡¯eqchi' es una mujer solidaria y firme en sus ideales. Como mujeres campesinas e ind¨ªgenas sufrimos mucha discriminaci¨®n y racismo. Nos tratan como cochineras, como si no supi¨¦ramos nada, solo por el simple hecho de vestir nuestra indumentaria¡±, destaca Teyul. Y afirma que, a pesar de la discriminaci¨®n, tienen el entusiasmo de que unidas son m¨¢s fuertes, lo que ha conllevado a un cambio de mentalidad y a ser m¨¢s reconocidas dentro de las organizaciones.
Solo en la regi¨®n q¡¯eqchi', el CCDA acompa?a a 362 comunidades con m¨¢s de 8.000 personas asociadas. De esas comunidades, han logrado que 72 recuperen sus tierras, en un territorio donde hay m¨¢s de 16 hidroel¨¦ctricas en toda la franja transversal del norte de Alta Verapaz.
La lucha de las mujeres campesinas en la defensa de la tierra es ardua: ¡°Yo digo que me he convertido en una mujer 24/7. Trabajo las 24 horas del d¨ªa y los siete d¨ªas de la semana pensando en qu¨¦ voy a hacer. No ha sido muy f¨¢cil, pero gracias al apoyo de las compa?eras he logrado sacar la energ¨ªa para no tener que migrar. La migraci¨®n es demasiado cruel¡±, concluye Santamar¨ªa.
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