Una gran coalici¨®n para mejorar la situaci¨®n de las mujeres rurales
En el mundo, la poblaci¨®n femenina produce la mitad de los alimentos, pero siete de cada 10 pasa hambre. Es hora de abordar los retos a los que se enfrentan las campesinas

Abordar las desigualdades y reducir las brechas que afrontan las mujeres rurales requiere conocer la situaci¨®n que ellas viven todos los d¨ªas como productoras, reproductoras e integrantes de organizaciones.
Pol¨ªticas p¨²blicas s¨®lidas, programas y acciones afirmativas que incorporen el enfoque de g¨¦nero al ¨¢mbito rural, requieren tambi¨¦n, junto a estrategias adecuadas, una gran coalici¨®n social capaz de sensibilizar sobre un aspecto crucial para el mundo moderno.
Las mujeres que viven en el campo se caracterizan por la diversidad: son ind¨ªgenas, afrodescendientes, campesinas, pescadoras, artesanas, migrantes, j¨®venes y adultas. En Am¨¦rica Latina y el Caribe viven 60 millones de mujeres rurales, de las cuales 17 millones est¨¢n registradas como econ¨®micamente activas y solo 4,5 millones son consideradas como productoras agr¨ªcolas. A pesar de que muchas son grandes productoras, exportadoras y l¨ªderes de organizaciones, todav¨ªa se las considera ¡°la esposa del productor¡± o una ¡°ayudante¡±, releg¨¢ndolas a un rol subordinado.
En el mundo, las mujeres producen la mitad de los alimentos, pero siete de cada 10 personas con hambre son de sexo femenino. Las mujeres poseen menos del 15% de las tierras y menos del 2 % de las propiedades en los pa¨ªses en desarrollo. Adem¨¢s, reciben solo el 10 % de los ingresos en el mundo pese a realizar dos tercios de todo el trabajo. De 800 millones de personas analfabetas, las mujeres rurales constituyen hasta dos tercios y representan el 43 % de la mano de obra agr¨ªcola en el mundo.
M¨¢s del 60 % de las familias m¨¢s pobres est¨¢n encabezadas por mujeres y viven en tierras marginales, sin acceso a los avances tecnol¨®gicos
En el caso de las j¨®venes, trabajan m¨¢s horas, pero menos horas remuneradas, por lo que suelen carecer de ingresos propios, lo que las hace m¨¢s dependientes de sus padres, hermanos o pareja, lo que deriva en muchos casos en situaciones de abuso y control, y otras expresiones de violencia de g¨¦nero.
Las mujeres en las zonas rurales tienen los peores ¨ªndices de empleo y de acceso a los servicios b¨¢sicos, y predominan en trabajos informales y de m¨¢s baja remuneraci¨®n. Si tuvieran el mismo acceso a los recursos productivos que los hombres, el rendimiento de sus cosechas aumentar¨ªa hasta un 30%, con una reducci¨®n del hambre de hasta un 17%. M¨¢s del 60 % de las familias m¨¢s pobres est¨¢n encabezadas por mujeres y viven en tierras marginales, sin acceso a los avances tecnol¨®gicos que permiten una producci¨®n de m¨¢s alto rendimiento. Su pobreza incluso les impide acceder a los insumos m¨¢s b¨¢sicos para la producci¨®n como fertilizantes, pesticidas y maquinaria b¨¢sica para participar en las cadenas productivas y de comercializaci¨®n. Estas desigualdades afectan directamente la productividad de los territorios rurales y la seguridad alimentaria del mundo.
La subrepresentaci¨®n pol¨ªtica y la exclusi¨®n digital son otros aspectos de esta realidad. Se trata de un escenario que nos obliga a pasar a la acci¨®n y promover decididamente, con la participaci¨®n de gobiernos, organismos internacionales, el sector privado y organizaciones de la sociedad civil, el ejercicio de ciudadan¨ªa de todas las mujeres en los territorios rurales de nuestra Am¨¦rica. Una acci¨®n r¨¢pida, consistente y con visi¨®n de largo plazo producir¨¢ un enorme y beneficioso impacto social. Las mujeres que reciben ingresos son m¨¢s propensas que los hombres a invertir en la alimentaci¨®n y una mejor educaci¨®n para sus hijos e hijas. Por eso, adem¨¢s de inmoral, la discriminaci¨®n es ineficiente.? No podemos esperar m¨¢s. Ellas tampoco.
Manuel Otero es director general del Instituto Interamericano de Cooperaci¨®n para la Agricultura
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