Ser blanco, gay y africano de segunda clase
Durante el apartheid en Sud¨¢frica no solo se segreg¨® a los ciudadanos negros, sino tambi¨¦n a los blancos homosexuales, a quienes se castigaba duramente por ¡°d¨¦biles¡±. Una historia que cuenta ¡®Moffie¡¯, la pel¨ªcula de Oliver Hermanus que se puede ver ¡®online¡¯ en la 17? edici¨®n del FCAT
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Intentar entender cualquier sociedad es tarea dif¨ªcil, pero hay algunas cuyas complejidades tienen laberintos de una profundidad que superan las apariencias. Es el caso de Sud¨¢frica, un pa¨ªs surcado de tensiones que se remontan, al menos, hasta el siglo XVII, cuando llegaron los primeros colonos blancos, la mayor¨ªa procedentes de los Pa¨ªses Bajos. En apretada s¨ªntesis, los b¨®eres o afrik¨¢ners ¡ªdescendientes de aquellos primeros neerlandeses¡ª despreciaron desde el primer momento a la poblaci¨®n nativa, a la que despojaron de sus tierras y all¨ª se instalaron, con vistas a erigirse en un nuevo pa¨ªs blanco, calvinista, que hablara su propio idioma derivado del holand¨¦s, el afrik¨¢ans.
Pero, en el siglo XIX, llegaron los brit¨¢nicos, con su af¨¢n imperial, y se enfrentaron contra los b¨®eres en una guerra que dur¨® hasta 1902. Desde entonces, y hasta la liberaci¨®n de Nelson Mandela, en 1990, los descendientes de brit¨¢nicos ¡ªen cuanto a clase aristocr¨¢tica¡ª y los hijos de colonos afrik¨¢ners ¡ªcomo mano de obra ejecutora¡ª controlaron ese inmenso pa¨ªs, teni¨¦ndose desconfianza entre ellos, pero instaurando juntos despiadadas medidas de dominaci¨®n, control y exterminio de la poblaci¨®n negra. Mandela hab¨ªa pasado 27 a?os en prisi¨®n y aquello se llam¨® apartheid, pero es mucho m¨¢s amplio, cruel y duradero que la palabra que lo nombr¨®.
La segregaci¨®n racial es, sin duda, lo primero que se nos viene a la cabeza al pensar en Sud¨¢frica, pero, como sabemos, los conflictos y la animadversi¨®n entre blancos no se quedan atr¨¢s. De ah¨ª que los millennials est¨¦n recogiendo el testigo de referentes de las generaciones anteriores, como el brillante J.M. Coetzee, para dar cuenta, desde muy distintas perspectivas, de las grietas profundas que surcan esa sociedad, incluso cuando la burocracia del apartheid parece un recuerdo.
Uno de estos j¨®venes artistas inspirados, y perteneciente al sector blanco de la poblaci¨®n, es el cineasta Oliver Hermanus (Ciudad del Cabo, 1983), que viene conquistando los jurados de los festivales de cine m¨¢s importantes del mundo con su cine de hondura psicol¨®gica y denuncia. Hermanus llega esta semana al Festival de Cine Africano Tarifa-T¨¢nger (FCAT) con una historia sobre la s¨¢dica construcci¨®n de la masculinidad blanca durante el apartheid: la pel¨ªcula se llama Moffie y no hay que perd¨¦rsela (puede verse en la secci¨®n competitiva de largos del certamen, llamada Hipermetrop¨ªa, y disponible en la plataforma Filmin).
La s¨¢dica construcci¨®n de la masculinidad
Moffie se rod¨® en 2019 sobre una novela autobiogr¨¢fica de Andr¨¦ Carl van der Merwe, en la que recupera sus diarios del servicio militar que debi¨® cumplir, a principios de la d¨¦cada del 80, en la frontera con Angola, contra cuyas milicias se suced¨ªan los conatos de guerra, con bajas a ambos lados. Van der Merwe se detiene especialmente en la crueldad del reclutamiento obligatorio de todo var¨®n blanco de m¨¢s de 16 a?os, detallando el suplicio de los entrenamientos del Ej¨¦rcito, marcados por la humillaci¨®n permanente de los soldados y por la discriminaci¨®n particularmente violenta de los afeminados (moffies), d¨¦biles o sensibles frente a la poblaci¨®n negra (y hasta posibles simpatizantes de la causa comunista, claro).
Hermanus construye con ese relato una pel¨ªcula aplastante, bell¨ªsimamente dolorosa, porque resultan muy cre¨ªbles esos chicos que tienen que despojarse de cualquier atisbo de empat¨ªa como ¨²nica v¨ªa para preservar su propia vida. El ¨²ltimo filme del director de Shirley Adams, que pas¨® por la Mostra de Venecia, es un eslab¨®n en la cadena de debates sobre la posibilidad de una nueva masculinidad, ya que presenta un ejemplo de la perfecta educaci¨®n sentimental del psic¨®pata. En el caso sudafricano, la homofobia est¨¢ aderezada con el sempiterno racismo llevado a l¨ªmites de la n¨¢usea y la agresividad cotidiana derivada del cruce de prejuicios culturales entre b¨®ers ¨Cciudadanos blancos de segunda clase¨C y descendientes de brit¨¢nicos.
Ser b¨®er (o el primer resentimiento y la primera culpa)
Para entender esta ponzo?a interseccional (ligada a la procedencia ¨¦tnica y/o la orientaci¨®n sexual), hay que tener en cuenta que es muy larga la estela que deja en el poder pol¨ªtico y econ¨®mico, y en el acceso educativo o la reputaci¨®n intelectual, en Sud¨¢frica. En los libros del Nobel de Literatura J.M. Coetzee, cada l¨ªnea est¨¢ impregnada de su condici¨®n de afrik¨¢ner (probablemente a su pesar), paria entre los blancos que hablan ingl¨¦s desde la cuna, y que, sin embargo, carga con una culpa hist¨®rica irrenunciable en relaci¨®n con la usurpaci¨®n del hogar a la poblaci¨®n nativa.
De centenarios insultos, emergen con virulencia los resentimientos que siguen supurando de esa sociedad que otro Nobel, en este caso de la Paz, como Nelson Mandela (proveniente de la etnia xhosa) intent¨® explicar para reconciliar. Hubo mucho en juego, y un desgarro que Hermanus plasma en su pel¨ªcula y que alguna vez le¨ªmos en los que sufrieron el r¨¦gimen segregacionista desde su pertenencia a los pueblos originarios negros. Por caso, Miriam Makeba, proclamada Mam¨¢ ?frica y contempor¨¢nea de Mandela, tambi¨¦n v¨ªctima del apartheid que la llev¨® a un exilio de tres d¨¦cadas.
En Sud¨¢frica, la homofobia est¨¢ aderezada con el sempiterno racismo llevado a l¨ªmites de la n¨¢usea y la agresividad cotidiana derivada del cruce de prejuicios culturales entre b¨®ers ¨Cciudadanos blancos de segunda clase¨C y descendientes de brit¨¢nicos
Makeba llev¨® siempre la marca de esa injusticia y la cant¨® en casi todos los idiomas de su continente. En su autobiograf¨ªa, desgrana lo invivible del soweto, pero tambi¨¦n algunas de aquellas tensiones de menor intensidad, como esta, en un bar de Estados Unidos, en la d¨¦cada del 60: ¡°Despu¨¦s del show, dos hombres se acercaron. Puedo decir que, de inmediato, s¨¦ que son afrik¨¢ners por su apariencia holandesa y por la forma en que me miran como si fueran mis due?os. No parecen contentos estos sudafricanos. Uno de ellos dice: ¡®Vinimos aqu¨ª porque pensamos que oir¨ªamos nuestra m¨²sica. ?Por qu¨¦ no cantas canciones lietjie?¡¯ Un lietjie es una melod¨ªa popular blanca en afrik¨¢ans, algo que ser¨ªa inusual para un nativo. Pero, como digo, me estoy volviendo un poco m¨¢s atrevida: ¡®Cuando empieces a cantar en mi idioma, empezar¨¦ a cantar en el tuyo¡¯, les dije¡±.
Sud¨¢frica. Como si fueran sus due?os.
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