Como el coco, negro por fuera y blanco por dentro (o la excepci¨®n sudafricana)
Por fin sale en espa?ol la primera novela de Kopano Matlwa, la autora de ¡®Fluorescencia¡¯, para hablar de todo lo que les queda por superar a los j¨®venes que nacieron (casi) libres en el pa¨ªs del apartheid.
Si uno quisiese entender un pa¨ªs tan particular como la Sud¨¢frica de este ¨²ltimo siglo en los trazos abarcadores de algunas de sus hijas negras, podr¨ªa leer la autobiograf¨ªa de la gran m¨²sica Miriam Makeba (1932-2008), y trenzar esa lectura con alguna de las novelas de Kopano Matlwa (nacida en 1985, con el apartheid en retirada), una escritora muy cercana a la generaci¨®n born free (nacidos libres), que empez¨® a escribir cuando la vida de Mama Africa se apagaba. Matlwa, de quien acaba de publicarse en espa?ol Nuez de coco (Alpha Decay), es una millennial que se educ¨® en el ingl¨¦s culto de una escuela Modelo C (aquellas que durante las d¨¦cadas de estricta segregaci¨®n racial solo acced¨ªan los blancos) y que proyecta personajes que, quiz¨¢ como ella misma, apenas pueden expresarse en el sepedi materno.
¡°?Qu¨¦ determina que yo piense en ingl¨¦s y mam¨¢ en sepedi?¡±, se pregunta Ofilwe, la protagonista de esta Nuez de coco, la primera novela de Matlwa, con la que gan¨® el Premio Literario de la Uni¨®n Europea 2007 y el Wole Soyinka de Literatura 2010 , aunque en castellano la conozcamos ahora, despu¨¦s de la publicaci¨®n de la tercera, Florescencia (Alpha Decay, 2018), donde da cuenta de su experiencia adulta real, ya como m¨¦dica del deficiente sistema de salud de su pa¨ªs (ver v¨ªdeo debajo sobre su trabajo asistencial).
Aunque, a decir verdad, la alteraci¨®n del orden de estas apariciones literarias poco importa a la hora de ahondar en las circunstancias singulares del ser ciudadano sudafricano post-apartheid y, mucho m¨¢s, de ser ciudadana. Por empezar, desde siempre, las mujeres sudafricanas han sido doble y triplemente discriminadas, conforme su piel sube de tonos ¨Cdesde el color caramelo hasta el ¡°negro azulado met¨¢lico¡± de la madre de Ofilwe. Para continuar, son ellas las que siguen sufriendo una violencia extrema por veinte mil razones m¨¢s, como puede ser su condici¨®n de extranjeras o su orientaci¨®n sexual.
A este c¨²mulo de cargas que oprimen cruzadas le llaman interseccionalidad, y, en Sud¨¢frica, algunas son muy espec¨ªficas y otras son comunes a todo el continente. Leemos un fragmento de Nuez de coco, para entendernos: ¡°Pap¨¢ quiso crear pol¨¦mica al casarse con una chica de color negro azulado met¨¢lico, hija de una mujer insignificante y de un hombre al que solo conocemos como ¡®irrelevante¡¯. Incluso entre los pobres hay pobres y entre los de clase baja hay clase baja. Quiz¨¢ nos consuela saber que siempre haya alguien que est¨¢ peor que nosotros: aquellos a los que desechamos con el mont¨®n de desprecios que han ca¨ªdo sobre nuestras propias cabezas¡±, seg¨²n la voz de la narradora.
En ese nuevo pa¨ªs que Nelson Mandela (1918-2013) contribuy¨® a fundar, pasando p¨¢gina al escarnio e intentando una reconciliaci¨®n interracial, hay m¨¢s gente de origen africano que accede a la riqueza (antes de 1992, la poblaci¨®n negra ni siquiera pod¨ªa aspirar a trabajar), pero la sociedad todav¨ªa exhibe unas heridas h¨²medas, y demasiado expuestas a todo tipo de pat¨®genos colectivos. Entre las lastimaduras bien propias, est¨¢ la que da t¨ªtulo original al libro, coconut, que alude a ser negro por fuera y blanco por dentro, y que es lo que les sucede tanto a Ofilwe, la protagonista de la primera parte del relato, hija de la burgues¨ªa con aspiraciones, que ha crecido entre blancos, en Johannesburgo, y a su n¨¦mesis, Fikile, la hu¨¦rfana pobre que se ha criado en el soweto pero quiere salir de ¨¦l, y tambi¨¦n tiene aspiraciones y prejuicios contra la melanina, que ella extiende a los nuevos ricos con la piel demasiado oscura.
La diferencia es que una debe trabajar como camarera para pagarse un pelo liso Black Queen (cuyo tratamiento se desea con el alma, aunque queme y haga arder el cuero cabelludo) y esforzarse con el ingl¨¦s para que no se le escape el acento del suburbio, y la otra debe soportar la humillaci¨®n entre los que considera los suyos pero que, en alg¨²n momento, le pueden espetar un ¡°ay, no quiero besarla, tiene los labios demasiado oscuros¡±.
De ah¨ª el valor de una novela tan sentida y tan propia, que recuerda la prosa de algunas otras autoras anglosajonas como Joyce Carol Oates (Ave del para¨ªso), que hablan de las desigualdades sutiles y las obscenas, que utilizan a menudo el recurso de la cursiva, para intercalar mon¨®logos interiores de las protagonistas, a fin de para dar pistas muy precisas del argot y los conceptos de un tiempo, un lugar y unos dolores muy particulares (en este caso, ya sea la crema para aclarar la piel Lemon Light, ya la ley de discriminaci¨®n positiva Black Economic Empowerment, o la atracci¨®n que los chicos negros sienten hacia las chicas blancas y su contracara ¨Cdefinida por el t¨¦rmino jungle fever¨C para hablar del fervor de algunos hombres blancos por las chicas negras).
¡°Nunca he podido relacionarme con otros negros, esa es la pura verdad (¡) Nunca he tenido padre y mam¨¢ era una borracha y una cobarde que renunci¨® a la vida, dej¨¢ndome sola y empapada en su sangre miserable. As¨ª que si alguien quiere inventarse unos padres falsos soy yo ?A qui¨¦n perjudico? Las historias imaginarias de mi vida sirven al prop¨®sito perseguido: ¡®finge hasta que lo consigas¡¯. No me averg¨¹enzo de exagerar un poco, la verdad¡±, confiesa Fikile, la camarera, y nos recuerda a artistas como Zanele Muholi, que han narrado esa costumbre de esconder los retratos de los antepasados. Imposible no acrecentar estas verg¨¹enzas, si prestamos atenci¨®n a personajes necios de Nuez de coco, como los directivos del colegio brit¨¢nico que fuerzan a los ni?os y ni?as negros a ¡°confesar¡± frente a sus compa?eros blancos cu¨¢l de los idiomas bant¨²es hablan en su casa, con la amenaza de descreer de ellos si contestan ¡°ingl¨¦s¡±.
Con todos estos h¨¢bitos aprisionando cabezas y corazones, la vida de estas adolescentes de la novela se parece a un pasillo estrecho, con ambas salidas obstruidas. Sienten que no pueden ir hacia delante ni desandar lo andado. Solo la experiencia vital y el reconocimiento de la dignidad de las ra¨ªces podr¨ªa ayudarlas a transitarlo. Y Matlwa elige para iluminar una salida al hermano de Ofilwe, Tschepo, que lucha por reivindicar su negritud, aprendiendo canciones en zul¨² o en xhosa, y asumiendo tareas que lo hermanan con sus compatriotas. Por supuesto, nada es milagrosa salvaci¨®n pero, para estos j¨®venes sudafricanos, recalcular la ruta resulta m¨¢s necesario que nunca.
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