Cuatro condiciones necesarias para eliminar la violencia machista en Am¨¦rica Latina y el Caribe
La violencia contra la mujer es un problema tan complejo que para enfrentarlo se requiere una respuesta contundente, sostenida, coordinada e innovadora
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En Am¨¦rica Latina y el Caribe, dependiendo del pa¨ªs, entre 17% y 53% de las mujeres indican haber sido v¨ªctimas de violencia f¨ªsica o sexual por parte de su pareja en alg¨²n momento de sus vidas. No solo la escala y ubicuidad del problema son alarmantes, sabemos que las consecuencias de la violencia sexual y basada en g¨¦nero son devastadoras. En primer lugar, por el impacto sobre la salud f¨ªsica y mental, y hasta la vida de la mujer y sus hijos, pero tambi¨¦n a nivel del desarrollo de los pa¨ªses, por los costos directos y la p¨¦rdida de productividad, en el presente y a futuro. Solo para tener una idea del orden de magnitud, el costo econ¨®mico de la violencia se ha estimado en 3.7% del PIB en Per¨² y en 4.2% en Colombia.
Este era el tr¨¢gico panorama pre-covid-19. Las medidas preventivas de distanciamiento social y restricci¨®n a la movilidad, aunados a la ansiedad de la p¨¦rdida de ingresos y el incremento de las tareas dom¨¦sticas han aumentado los conflictos en las familias. Las evidencias de los ¨²ltimos meses en la regi¨®n sugieren un incremento de la violencia dom¨¦stica, al punto que muchos la han denominado la ¡°pandemia silenciosa¡±.
La violencia contra la mujer es un problema complejo, por lo cual para enfrentarlo se requiere una respuesta contundente, sostenida, coordinada e innovadora.
Contundente, porque un problema que afecta a una de cada tres mujeres y genera un costo superior al 3% del PIB debe ser priorizado en la agenda p¨²blica. Si conocemos la magnitud del problema y sus consecuencias es imperativo asumir el compromiso moral y pol¨ªtico de ofrecer soluciones e invertir suficientes recursos para su implementaci¨®n efectiva.
Sostenida, porque la violencia de g¨¦nero tiene sus ra¨ªces en relaciones de poder desiguales entre hombres y mujeres. No podremos cambiar arraigadas normas sociales con relaci¨®n a la desigualdad de g¨¦nero y la aceptabilidad de la violencia con una sola campa?a de comunicaci¨®n o en una sesi¨®n de sensibilizaci¨®n, por maravillosas que sean. Modificar los roles tradicionales de g¨¦nero es un proceso que toma tiempo, pero es posible si lo asumimos como un esfuerzo de largo plazo.
Coordinada, porque la prevenci¨®n y la respuesta a la violencia contra la mujer es una tarea que involucra la actuaci¨®n de m¨²ltiples sectores y actores, por lo cual es necesario intervenir desde los distintos ¨¢mbitos y sumar esfuerzos para maximizar los resultados. Solo cuando recibamos mensajes consistentes y exista una toma de acci¨®n coordinada desde la escuela, los centros de salud, los medios de transporte, la polic¨ªa, la justicia, los medios de comunicaci¨®n y en los lugares de trabajo, comenzaremos a ver los cambios.
Innovadora, porque si bien la violencia sexual y de g¨¦nero es un problema viejo, para solucionarlo tenemos que utilizar nuevas formas de abordarlo, haciendo uso de la oportunidad que representa el rol creciente que tienen las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n y comunicaci¨®n (TICs) en nuestra vida cotidiana y la comprensi¨®n que tenemos hoy sobre c¨®mo a trav¨¦s de la econom¨ªa del comportamiento se puede influir en las decisiones.
En Am¨¦rica Latina y el Caribe, dependiendo del pa¨ªs, entre 17% y 53% de las mujeres indican haber sido v¨ªctimas de violencia f¨ªsica o sexual por parte de su pareja en alg¨²n momento de sus vidas
En el Grupo del Banco Interamericano de Desarrollo estamos trabajando desde todos los frentes para apoyar a los pa¨ªses de la regi¨®n a implementar soluciones que cumplan con estas cuatro caracter¨ªsticas. Ante las evidencias del aumento de la violencia en el contexto de covid-19, el tema ha adquirido un perfil a¨²n m¨¢s alto: a trav¨¦s del intercambio de buenas pr¨¢cticas en el di¨¢logo regional con las autoridades, mediante la integraci¨®n de intervenciones espec¨ªficas en las operaciones de educaci¨®n, salud, protecci¨®n social, desarrollo urbano, seguridad o transporte, en las herramientas de medici¨®n de riesgo y a trav¨¦s de asistencia t¨¦cnica a nivel regional incorporando el uso de tecnolog¨ªa en los programas de prevenci¨®n de la violencia y atenci¨®n a mujeres sobrevivientes, como estrategia para mantener la continuidad, ampliando la cobertura y calidad de los servicios.
En Per¨², estamos trabajando junto al Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, el Comit¨¦ Internacional de Rescate (IRC, por sus siglas en ingles) y la organizaci¨®n de Innovaciones para la Lucha contra la Pobreza (IPC, por sus siglas en ingl¨¦s) en el desarrollo de una prometedora intervenci¨®n digital para promover una masculinidad saludable respaldada en las ciencias del comportamiento. La implementaci¨®n y evaluaci¨®n de impacto permitir¨¢ saber si es un modelo efectivo que puede replicarse en otros pa¨ªses.
Otro ejemplo de innovaci¨®n es el apoyo ofrecido a Honduras para el desarrollo de la plataforma digital Conecta, que permite a las mujeres que sufren violencia conectarse en l¨ªnea con servicios de orientaci¨®n, atenci¨®n psicosocial y asistencia legal, superando las restricciones de movilidad impuestas por covid-19, los huracanes y cualquier otra barrera que limite su capacidad de recibir servicios presenciales.
La violencia sexual y de g¨¦nero es asunto de todos y todas. Con acciones contundentes, sostenidas, coordinadas e innovadoras podemos romper el ciclo de la violencia y lograr sociedades m¨¢s seguras y pr¨®speras.
Claudia Piras es especialista l¨ªder de la Divisi¨®n de G¨¦nero y Diversidad del BID.
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