Cat¨¢strofe humanitaria en Etiop¨ªa: sin dinero, comida, agua o medicinas y con un sistema sanitario roto
Desde que la violencia estallara al norte del pa¨ªs en noviembre, unas 60.000 personas se han refugiado en Sud¨¢n y cientos de miles se han desplazado de Tigray. El coordinador de emergencias de M¨¦dicos Sin Fronteras de la zona cuenta lo que se ha encontrado
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Tras muchos intentos, conseguimos entrar en Mekele, la capital de Tigray, con un primer equipo de M¨¦dicos Sin Fronteras (MSF) el 16 de diciembre, m¨¢s de un mes despu¨¦s del comienzo de la violencia en la regi¨®n. En aquel momento, la ciudad estaba todav¨ªa bastante parada. Hab¨ªa electricidad, pero no suministros b¨¢sicos. El hospital local, de tercer nivel, funcionaba a un 30% o un 40%, con muy pocos medicamentos. Lo m¨¢s significativo es que casi no hab¨ªa pacientes, lo que siempre es una muy mala se?al. Evaluamos la estructura con la mente puesta en derivar all¨ª en cuanto pudi¨¦ramos a pacientes desde Adigrat, a 120 kil¨®metros m¨¢s al norte de Mekele.
Llegamos a Adigrat, la segunda ciudad m¨¢s poblada de Tigray, el 19 de diciembre. La situaci¨®n era muy tensa y su hospital de atenci¨®n secundaria estaba en p¨¦simas condiciones. La mayor¨ªa del personal sanitario se hab¨ªa marchado, apenas hab¨ªa medicinas y no hab¨ªa alimentos, ni agua, ni dinero. Algunos pacientes que hab¨ªan sido ingresados por trauma estaban desnutridos. Suministramos medicamentos y compramos comida de urgencia en los mercados que a¨²n permanec¨ªan abiertos en Mekele; junto con el personal del hospital limpiamos la estructura, organizamos la recolecci¨®n de desechos y poco a poco lo rehabilitamos para tener otro centro de referencia.
El 27 de diciembre entramos en Adwa y en Axum, dos poblaciones m¨¢s hacia el oeste, en la parte central de Tigray. Nos topamos con una situaci¨®n similar: no hab¨ªa electricidad ni agua. En el hospital general de Adwa hab¨ªan robado todos los f¨¢rmacos y el mobiliario y material hospitalario estaban destrozados. En Axum, el hospital universitario, con 200 camas, no hab¨ªa sido atacado, pero apenas funcionaba al 10% de su capacidad. Por suerte, en Adwa, la instituci¨®n Don Bosco hab¨ªa reconvertido su cl¨ªnica en un hospital de emergencia con un peque?o quir¨®fano.
A trav¨¦s de unas carreteras a¨²n inseguras transportamos en camiones comida, medicinas y ox¨ªgeno a estos hospitales y empezamos a apoyar los departamentos m¨¦dicos m¨¢s esenciales, como el quir¨®fano, la maternidad o la sala de urgencias, y a derivar casos cr¨ªticos.
Centros de salud saqueados
M¨¢s all¨¢ de los hospitales, en el eje que va de Mekele hasta Axum, entre el 80% y el 90% de los centros de salud de atenci¨®n primaria que hemos visitado en n¨²cleos urbanos y alrededores no funcionan, ya sea por falta de personal o por haber sufrido robos. Cuando el servicio de atenci¨®n primaria no existe, la gente no puede acceder ni ser derivada a los hospitales.
Por poner un ejemplo; antes de la crisis, se hac¨ªan dos operaciones de apendicitis al d¨ªa en el hospital de Adigrat. En dos meses no hab¨ªan hecho ninguna. En todos los lugares vemos a pacientes llegar tarde. Recuerdo a una mujer que llevaba siete d¨ªas de parto sin poder dar a luz. Se salv¨® porque la pudimos transportar a Mekele cuando a¨²n no ten¨ªamos ni ambulancias. He visto a personas llegar en bicicleta cargando con un paciente desde 30 kil¨®metros de distancia. Y estos son los que consiguen llegar¡
Si estos hospitales no funcionan correctamente y no se puede acceder a ellos, la gente se muere en casa
Imagina las consecuencias de que las mujeres con partos complicados, los pacientes gravemente enfermos y las personas con apendicitis y traumatismos no puedan ir al hospital. Hay mucha poblaci¨®n sufriendo, seguramente con efectos fatales. El hospital de Adigrat abarcaba un ¨¢rea de influencia de m¨¢s de un mill¨®n de personas y el de Axum, de m¨¢s de tres millones. Si estos centros no funcionan correctamente y no se puede acceder a ellos, la gente se muere en casa. Cuando el sistema sanitario est¨¢ roto tampoco funcionan las vacunaciones, ni la detecci¨®n de enfermedades, ni los programas nutricionales. No ha habido ciclos de inmunizaci¨®n en casi tres meses, as¨ª que tememos que pronto surjan epidemias.
En las ¨²ltimas semanas hemos empezado a visitar ¨¢reas de la periferia de las ciudades con equipos m¨®viles y estamos reabriendo algunos centros de salud. Nuestra presencia aporta un cierto sentimiento de protecci¨®n. Vemos que parte del personal sanitario regresa. A la primera reuni¨®n que organizamos en Adwa solo acudieron cinco personas, pero a la segunda fueron 15; y a la tercera, m¨¢s de 40. M¨¢s all¨¢ de la acci¨®n m¨¦dica, sientes que ofreces algo de esperanza, la sensaci¨®n de que las cosas pueden mejorar tras dos meses sin buenas noticias.
Miedo, colas y falta de servicios b¨¢sicos
En esta parte de Tigray no proliferan los grandes asentamientos de desplazados al uso. Los desplazados se refugian en casas de familiares y amigos, as¨ª que en muchas viviendas hay ahora igual 20 o 25 personas juntas. Los impactos de la violencia son visibles en los edificios y en los coches, con marcas de disparos. Hemos visto, sobre todo al principio, a una poblaci¨®n encerrada en sus casas con mucho miedo. Todo el mundo nos daba papeles con n¨²meros de tel¨¦fono y nos ped¨ªa trasladar alg¨²n mensaje a su familia, algo imposible. La gente ni siquiera sabe si sus parientes y seres queridos est¨¢n bien porque en muchos lugares sigue sin haber tel¨¦fono ni telecomunicaciones.
Cuando llegamos a Adigrat, hab¨ªa colas de hasta 500 personas junto a un cami¨®n de agua esperando para obtener 20 litros por familia como m¨¢ximo. All¨ª la l¨ªnea telef¨®nica se ha restablecido hace solo unos d¨ªas. La situaci¨®n ha ido mejorando poco a poco, pero a medida que avanz¨¢bamos a nuevos lugares hacia el oeste encontr¨¢bamos el mismo escenario: menos servicios, menos transporte¡
Nos preocupa mucho lo que pueda estar ocurriendo en las zonas rurales. No hemos podido ir todav¨ªa a muchos lugares porque el acceso sigue siendo complicado, bien por inseguridad o porque cuesta obtener autorizaci¨®n, pero sabemos, porque nos lo han dicho l¨ªderes comunitarios y autoridades tradicionales, que la situaci¨®n es muy mala. Amplias zonas de Tigray tienen una orograf¨ªa muy monta?osa. Hay carreteras con muchas curvas y desnivel con cotas de 3.000 metros de altitud y puntos m¨¢s bajos a 2.000 metros. Ciudades como Adwa y Axum se levantan en explanadas de tierras altas f¨¦rtiles, aunque tambi¨¦n hay una gran parte de la poblaci¨®n que vive en las monta?as y hemos escuchado que hay gente que ha huido a estas zonas m¨¢s remotas en momentos de violencia.
Desaf¨ªos log¨ªsticos, respuesta tard¨ªa
El esfuerzo de los equipos ha sido tit¨¢nico, un reto incre¨ªble sin tel¨¦fono ni internet, y a todos los niveles: m¨¦dico, financiero, log¨ªstico o de recursos humanos... Al principio no hab¨ªa vuelos a Mekele y ten¨ªamos que mover todo por carretera desde la capital et¨ªope, Addis Abeba, a unos mil kil¨®metros de distancia. No se pod¨ªan hacer transferencias de dinero porque los bancos estaban cerrados. Conseguimos empezar operaciones y ahora, al cabo de casi tres meses despu¨¦s del inicio del conflicto, empiezan a aparecer poco a poco otras organizaciones en algunos de estos enclaves.
En esta crisis me llama mucho la atenci¨®n lo que ha costado y sigue costando acceder a una poblaci¨®n tan necesitada en una zona tan densamente poblada. Que esto est¨¦ pasando, teniendo en cuenta los medios y capacidad de an¨¢lisis con que contamos las organizaciones internacionales y las Naciones Unidas, es un fracaso del mundo humanitario. Desconocemos a¨²n el impacto real de la crisis. Hay que seguir trabajando para poder saberlo lo antes posible.
Albert Vi?as es coordinador de emergencias de M¨¦dicos Sin Fronteras (MSF) en Tigray.
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