Crecer siendo ni?a en Mal¨ª: cambiar la escuela por limpiar casas
En Bamako, capital del pa¨ªs africano, el 90% de los hogares emplean trabajadoras dom¨¦sticas y el 74% de ellas son menores de 18 a?os
A orillas del r¨ªo N¨ªger, en Bamako, capital de Mali, el 90% de los hogares emplea a ni?as como trabajadoras dom¨¦sticas. Seg¨²n el censo oficial, el 74% de ellas son menores de 18 a?os. Y dentro de esa cifra, un tercio, adem¨¢s, son menores de 15 a?os, afirma un estudio de la ONG para la infancia Educo. La mayor¨ªa lo hace sin contrato de ning¨²n tipo, con una remuneraci¨®n muy inferior al salario m¨ªnimo y durante jornadas laborales que exceden toda regulaci¨®n laboral.
Pero como suele pasar, los datos por s¨ª mismos no dicen gran cosa. Detr¨¢s de ellos se esconden los rostros de ni?as que se levantan todos los d¨ªas a las seis de la ma?ana y en vez de ir al colegio lavan, cocinan y limpian para sus jefes.
¡°A muchas de ellas se les priva de comidas o no tienen acceso a las mismas que los dem¨¢s miembros del hogar¡±, asegura en un correo electr¨®nico el director de Educo en Mali, Herman Zoungrana, ¡°Tambi¨¦n hay muchos problemas con la vivienda. Habitan espacios en malas condiciones, con falta de libertad y privacidad en la mayor¨ªa de los casos¡±. Adem¨¢s, estas peque?as que trabajan en el servicio dom¨¦stico sufren una triple discriminaci¨®n: como ni?as, como mujeres y como trabajadoras en un sector precario.
Ass¨¦tou, de 16 a?os, es de Seg¨², ciudad ubicada en el centro del pa¨ªs, pero se fue a trabajar como empleada dom¨¦stica a Bamako porque quiere tener dinero para poder comprar su ajuar de boda. ¡°Es muy duro. No tengo tiempo para descansar. Trabajo todos los d¨ªas de la semana desde las seis de la ma?ana hasta las ocho de la tarde y me pagan 12.500 francos CFA (19 euros) al mes¡±, asegura a este diario mediante un correo electr¨®nico, ayudada por un trabajador de la ONG Educo que traduce su lengua natal al castellano. El salario m¨ªnimo en Mal¨ª es de 63 euros mensuales.
Es muy duro. No tengo tiempo para descansar. Trabajo todos los d¨ªas de la semana desde las seis de la ma?ana hasta las ocho de la tarde y me pagan 12.5000 FCFA (19 euros) al mes, asegura Ass¨¦tou, de 16 a?os
Ass¨¦tou, explica Zoungrana, no es ni mucho menos una excepci¨®n. En el pa¨ªs son muchas las ni?as que proceden de familias con bajos ingresos que se ven obligadas por ello a viajar a la capital para aspirar a casarse. ¡°Este tipo de trabajo es cada vez m¨¢s com¨²n, igual que la deserci¨®n escolar. Detr¨¢s hay un gran desconocimiento de los derechos de la infancia por parte de las propias ni?as y, por supuesto, por parte de sus empleadores. Son menores a las que no se est¨¢ protegiendo¡±, recuerda.
Lo que m¨¢s cansa a Ass¨¦tou es tener que lavar la ropa de su empleadora. ¡°Pero lo tengo que hacer todos los d¨ªas¡±, cuenta resignada. No se trata de una tarea ni mucho menos sencilla. Para hacerlo, la joven transporta sobre sus hombros 20 bidones de un litro de agua cada uno. En total, 20 litros de agua que, a su corta edad, amenazan con acarrearle en no mucho tiempo problemas en la espalda y en las articulaciones.
¡°Yo no estudio. Ni siquiera estudiaba en la escuela del pueblo. Mis padres no me inscribieron por falta de dinero. Trabajar como empleada dom¨¦stica es algo que har¨¦ un tiempo. A m¨ª lo que me gustar¨ªa es poder volver a mi pueblo y, all¨ª, poder vender ropa. Es algo que me apasiona y, adem¨¢s, puede ser muy rentable, me permitir¨ªa vivir mejor. Mi futuro es ese, poder dedicarme al comercio¡±, asegura Ass¨¦tou mientras participa en uno de los talleres de sensibilizaci¨®n que imparte Educo en la regi¨®n.
Para Balkissa, de 19 a?os, trabajar como empleada dom¨¦stica representa la posibilidad de ser m¨¢s aut¨®noma. Naci¨® en una comunidad del c¨ªrculo de Kimparana, tambi¨¦n en la regi¨®n de Seg¨², pero ahora vive en Bamako, en casa de su empleadora. ¡°Vine porque quer¨ªa ayudar econ¨®micamente a mis padres. En casa de mi empleadora preparo la comida y lavo los platos. Me pagan 15.000 francos CFA (23 euros) al mes¡±, cuenta esta adolescente, tambi¨¦n por correo electr¨®nico.
Balkissa tiene una dificultad a?adida: est¨¢ embarazada. Desde que espera su hijo, dice, cada vez le cuesta m¨¢s hacer las labores dom¨¦sticas que le asignan sus empleadores, que en las ¨²ltimas semanas han reducido algo su carga de trabajo. El embarazo no entraba en sus planes: ¡°Mis padres quer¨ªan que fuera a la escuela, pero yo no. A pesar de que insistieron mucho en eso, fui yo la que finalmente decid¨ª no ir. Ahora me arrepiento. Si hubiera estudiado, ahora posiblemente mi vida ser¨ªa m¨¢s f¨¢cil y tendr¨ªa conocimientos¡±.
El 47,3% de las ni?as trabajadoras dom¨¦sticas no tienen ninguna educaci¨®n formal. Solo el 33,8% de ellas ha asistido a la escuela primaria
El 47,3% de las ni?as trabajadoras dom¨¦sticas no tienen ninguna educaci¨®n formal. Solo el 33,8% de ellas ha asistido a la escuela primaria, de acuerdo a la investigaci¨®n de Educo, que entre 2019 y 2020 ha alfabetizado a 290 ni?as trabajadoras dom¨¦sticas de m¨¢s de 15 a?os que hoy pueden leer y escribir en el idioma nacional, el bambara.
Los colegios cerrados por la covid-19 empeoran la situaci¨®n de las menores
La pandemia de la covid-19 ha empeorado las condiciones de vida de las adolescentes. ¡°Esta situaci¨®n est¨¢ poniendo en riesgo su futuro, principalmente debido al cierre de las escuelas durante varios meses. En general, se ha producido un cierto descenso generalizado de los niveles de conocimiento de los estudiantes, que solo han completado un trimestre¡±, afirma por correo electr¨®nico Aminta Ba, punto focal de g¨¦nero de la oficina regional de Acci¨®n contra el hambre en Dakar.
¡°Debido a la falta de m¨¦todos pedag¨®gicos alternativos que utilicen plataformas digitales, durante los ¨²ltimos meses los adolescentes se han pasado la mayor parte del tiempo sin poder ir a la escuela y realizando tareas dom¨¦sticas como recoger le?a, agua, cocinar y limpiar¡±, a?ade Aminta Ba. Con las medidas de confinamiento y prevenci¨®n del virus, las necesidades de agua han sido especialmente acuciantes en las familias.
El miedo a los contagios, por otra parte, ha hecho que las trabajadoras dom¨¦sticas, cuyas condiciones de vida son ya de por s¨ª bastante precarias, se vean obligadas a elegir entre renunciar a su empleo y quedarse sin posibilidad de ingresar dinero o dormir en casa del empleador, lo que prolonga hasta el infinito sus jornadas y su carga de trabajo.
Aunque la situaci¨®n sanitaria est¨¢ mejorando en la regi¨®n, las alarmantes predicciones del Banco Mundial sobre el aumento de la pobreza extrema se convierten en un poderoso toque de atenci¨®n para que los actores pol¨ªticos de la zona tomen medidas para que j¨®venes como Assan, una mujer de 20 a?os para la que su ajuar es su m¨¢xima prioridad, vuelvan a la escuela.
¡°Lo cierto es que la crisis de la covid-19 ha influido mucho en mi vida. Ahora vivo con mucho miedo. Tengo miedo a diario¡±, explica Assan al traductor de Educo en un peque?o descanso que hace en mitad de una jornada laboral que empieza a las siete de la ma?ana y se prolonga hasta las ocho de la tarde todos los d¨ªas. Sus padres no la matricularon en la escuela porque no ten¨ªan recursos econ¨®micos para pagar el material escolar, con lo que se vio obligada a ayudarles en las tareas del campo y la cr¨ªa de animales.
Mientras recuerda aquellos duros d¨ªas en que tuvo que aprender a toda velocidad todos los secretos de la ganader¨ªa y la agricultura, sue?a con la independencia: ¡°Yo no he podido ir a la escuela, no estoy matriculada. Pero pienso en mi futuro. Quiero casarme y tener mi propio taller de corte y confecci¨®n en mi pueblo. Cuando vuelva all¨ª, trabajar¨¦ de eso. As¨ª no depender¨¦ de nadie econ¨®micamente¡±.
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