La huella que deja la violencia en los ni?os
En el D¨ªa Internacional de la Lucha contra el Maltrato Infantil, Larissa y Jamila, dos j¨®venes malgaches recuerdan los episodios traum¨¢ticos a los que han sobrevivido y lanzan un mensaje a otras v¨ªctimas: ¡°Denuncia¡±
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Ten¨ªa ocho a?os y muchas ganas de ir al servicio. El guardi¨¢n de la llave de los ba?os de su escuela era su hermanastro, de 20, quien se ofreci¨® a acompa?arla para que no fuera sola por la noche. Una vez dentro, la encerr¨® y la viol¨® brutalmente mientras ella gritaba y ped¨ªa ayuda. Esa agresi¨®n sexual le provoc¨® una perforaci¨®n entre vagina y vejiga ¨Clo que se conoce por f¨ªstula obst¨¦trica¨C y, con ello, una incontinencia permanente que la ha avergonzado hasta hace muy poco. Hoy Larisa tiene 20 a?os y la fuerza de un hurac¨¢n. Ya no se siente excluida por el mal olor que desprende su enfermedad.
Su ¨²nico objetivo es que ninguna de sus hermanas peque?as pasen por algo similar; que lo que le sucedi¨® ¡°sirva para algo¡±. Esta superviviente malgache de rostro sereno e infantil es la matriarca de una familia de seis miembros, sin figura paterna a la vista y con una madre alcoh¨®lica, que lucha por salir adelante. Larissa es la esperanza de los peque?os que vienen detr¨¢s y la cara de la resiliencia. Hoy que se celebra el D¨ªa Internacional de la Lucha contra el Maltrato Infantil, su mensaje es m¨¢s claro que nunca: ¡°Den¨²ncialo¡±.
Aunque intenta ser optimista y no hundirse con su pasado, su vida no es f¨¢cil. Conoce de cerca varios tipos de violencias. La falta de una red familiar segura la oblig¨® a hospedarse en el hogar social de la ONG Agua de Coco, ubicada en Tulear, en la costa suroeste de Madagascar. ¡°Me sent¨ª a salvo¡±, recuerda por videollamada en las oficinas de la entidad. Pero no siempre: su madre intent¨® varias veces sacarla de all¨ª y prostituirla, pero se neg¨®. Una y otra vez: ¡°No quer¨ªa hacerlo, prefer¨ªa estudiar¡±.
Sin embargo, con 16 a?os decidi¨® dejar el hogar y volver a su casa para cuidar de sus cuatro hermanos. ¡°El m¨¢s peque?o tiene nueve a?os. No pod¨ªa dejarlos solos con ella¡±, dice en alusi¨®n a su progenitora. Ahora se dedica a la kibaroa, trabajos informales y de pagos diarios. Y se gana la vida como puede. Jos¨¦ Luis Guirao, presidente y fundador de la ONG, matiza: ¡°Si al final del d¨ªa ha ganado m¨¢s de 50 c¨¦ntimos, pues cenan¡±.
La pobreza es la zancadilla de esta generaci¨®n. Y es enorme. En Madagascar, casi siete de cada diez ni?os sufre escasez de recursos necesarios para su bienestar. Adem¨¢s, el 27% de los peque?os que crecen en las zonas rurales sufren la pobreza extrema. As¨ª lo desglosa el ¨²ltimo informe de Unicef en la isla, M¨²ltiples privaciones de los ni?os en Madagascar, publicado en octubre pasado.
Ni?as prostituidas, o violadas, ni?os j¨®venes sin oportunidades, drogas¡ La infancia aqu¨ª es muy dif¨ªcilJos¨¦ Luis Guirao, presidente de la ONG Agua de Coco
Guirao lleva 19 a?os en Madagascar y lamenta que los casos que reciben sigan siendo los mismos: ¡°Ni?as prostituidas, o violadas, ni?os j¨®venes sin oportunidades, drogas¡ La infancia aqu¨ª es muy dif¨ªcil¡±. Por eso la entidad, fundada en Camboya en 1994, trabaja para proporcionar espacios seguros para los menores de edad y adolescentes. Adem¨¢s del albergue en el que vivi¨® Larisa ¨Ccon capacidad para 40 pero con un aforo actual de 75¨C organizan talleres culturales de baile, capoeira y m¨²sica, adem¨¢s de apoyar la formaci¨®n educativa.
El Centro de Arte y M¨²sica contaba a finales de 2017 con m¨¢s de 600 estudiantes, que antes de la pandemia realizaban giras por otros pa¨ªses africanos y Europa con eventos centrados en la tem¨¢tica que les un¨ªa: prostituci¨®n infantil, embarazo no deseado, desigualdad de g¨¦nero y personas discapacitadas, el trabajo infantil o el abandono escolar. ¡°Estamos dando pasos hacia adelante, pero somos conscientes de todo lo que queda por hacer para que estos ni?os crezcan en entornos sanos. Y sin miedo¡±, a?ade.
A?o tras a?o, Guirao es testigo de la fuerza del ocio. ¡°Me acuerdo de cuando Larisa ven¨ªa a bailar. Era muy chiquitita y graciosilla. Y bailaba muy bien¡±, cuenta, ¡°A ella le sirvi¨® para recuperar la ilusi¨®n. A otros les ayuda el f¨²tbol o el arte. Estamos en medio de un estudio para poder medir el impacto de la cultura y las redes que tejemos en los menores de los pa¨ªses del sur. Por ahora te dir¨¦ que a nivel individual cambia vidas¡±.
Pide ayuda y denuncia para que no le pase a m¨¢s genteJamila, joven violada a los 11 a?os
Para Jamila las clases de danza de sal¨®n fueron la pomada de todas sus heridas. Cuando era apenas una ni?a, viv¨ªa en el pueblo rural del interior en el que no hay electricidad ni agua corriente. Una noche, con apenas 11 a?os, sali¨® de su casa hacia los ba?os, ubicados entre malezas y un ¡°se?or mayor¡± la viol¨®. Nadie escuch¨® sus gritos. Al volver a casa, no lo cont¨® por miedo y por la verg¨¹enza. Pero el escozor al orinar y la incomodidad constante que le provoc¨® la agresi¨®n hizo imposible el secreto. ¡°Solo se lo cont¨¦ a mi madre¡±, recuerda esta dulce chica que hoy tiene 25 a?os. ¡°Ella me apoy¨® y me dijo que se pasar¨ªa¡±. Tard¨® a?os en volver al ba?o sola. Y al hombre no lo denunciaron. ¡°No sab¨ªa qui¨¦n era ¨¦l. ?Qu¨¦ le ¨ªbamos a decir a la Polic¨ªa?¡±, se pregunta. Pero cuando piensa en otras v¨ªctimas, no lo duda: ¡°Denuncia. Pide ayuda y denuncia para que no le pase a m¨¢s gente y para sacar ese demonio de dentro¡±.
Esta joven se neg¨® a perder su adolescencia. ¡°No quer¨ªa vivir una vida anormal solo por lo que me pas¨®¡±, repite una y otra vez Jamila. As¨ª que se apunt¨® a clases de baile de la ONG y este result¨® ser un ant¨ªdoto contra el miedo a los hombres y al contacto. ¡°Me gustaba relacionarme con otra gente y no sentirme amenazada, que un chico me sacara a bailar y me tratara con respeto¡±, explica.
Cuando regresa los recuerdos traum¨¢ticos ¨Cpues siguen volviendo¨C intenta ignorarlos: ¡°Pienso en otra cosa para calmarme¡±. Su mayor distracci¨®n y orgullo es su peque?o beb¨¦ de apenas un a?o y un marido que la cuida. ¡°?l supo de lo que me pas¨® y no me lo recrimin¨®¡±, cuenta y sin querer muestra ese otro estigma. Ahora sue?a con seguir haciendo crecer su familia. Larisa aspira a volver a estudiar y convertirse en una buena matrona. Sus vidas son hoy mucho m¨¢s que esos horribles episodios de violencia, aunque olvidarlos sea ya otra cosa.
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