La comunidad hondure?a que se trag¨® la tierra
El barrio de La Reina fue sepultado por un cerro que cedi¨® tras las tormentas de Eta e Iota. Un a?o despu¨¦s, las m¨¢s de 340 familias siguen viviendo entre escombros y sin un plan de reubicaci¨®n tangible
En un banco sin respaldo, frente a las ruinas del colegio de sus nietos, Nieves Isabel Mej¨ªa agarra con fuerza un llavero de madera con la foto de la fachada azul y blanca de su antigua casa. Es el ¨²nico recuerdo amable de su hogar. Las ¨²ltimas memorias son las decenas de v¨ªdeos de la tragedia que azot¨® la comunidad hondure?a de La Reina, hoy conocida como ¡°el derrumbo¡±: algunas grabaciones muestran la lluvia cruel e incesante que llen¨® de agua y lodo el lugar en el que creci¨® y, otras, los restos de las viviendas, hoy salpicadas por la monta?a. Lo ¨²nico que esta mujer no perdi¨® fue la fe. ¡°Dios dispondr¨¢¡±, repite una y otra vez como un mantra.
Hace pr¨¢cticamente un a?o que un aluvi¨®n de rocas gigantes se desprendieron del cerro que custodiaba la aldea, fruto de las tormentas Eta y Iota, que arrasaron Centroam¨¦rica en noviembre pasado y se tragaron las m¨¢s de 340 viviendas. Hoy, en la calle principal de lo que fue un humilde barrio de agricultores y cosechadores de caf¨¦ de Santa B¨¢rbara, apenas se asoman los restos de alguna puerta, ropa de beb¨¦ a medio enterrar y ollas. Unos metros hacia abajo de la ladera, las sobras de un pu?ado de casas que fueron arrastradas por las piedras y el temporal. ¡°Es como si La Reina nunca hubiera existido¡±, cuenta esta cocinera de 54 a?os. Un a?o despu¨¦s del desastre, poco ha mejorado. Los vecinos que no encuentran alternativas siguen viviendo entre escombros y otros se las apa?an como pueden para pagar un alquiler en casas con m¨¢s de cinco familias hacinadas.
A principios de noviembre, la regi¨®n centroamericana fue azotada por el hurac¨¢n Eta, de categor¨ªa 4, sobre 5. Tres semanas despu¨¦s, fue Iota, de categor¨ªa 5, un fen¨®meno catalogado como ¡°catastr¨®fico¡± y ¡°extremadamente peligroso¡± por el Centro Nacional de Huracanes (NHC), el que acab¨® con lo poco que dej¨® en pie el primero. Ambos provocaron m¨¢s de 260 muertos en Nicaragua, Guatemala y Honduras. En este ¨²ltimo, de acuerdo a los datos de la Comisi¨®n Permanente de Contingencia, 91.000 viviendas y 4.566,753 personas fueron afectadas. Aunque el temporal no dej¨® v¨ªctimas directas en La Reina, al menos dos vecinos se suicidaron semanas despu¨¦s de la cat¨¢strofe.
En el suelo quedaron esparcidos los colchones de Karen Caballero, la tomatera de su marido, las bombas de fumigar de Rodrigo Castr¨®n, la ropa del beb¨¦ de Lourdes L¨®pez¡ Las pertenencias de casi 1.400 vecinos est¨¢n bajo tierra casi un a?o despu¨¦s
La pandemia, la debilitada econom¨ªa nacional y la violencia que acecha Honduras eran los motivos principales detr¨¢s de la fuerte migraci¨®n hacia Estados Unidos. Los estragos de ambos ciclones avivaron esta salida forzada. ¡°Los huracanes dejaron adem¨¢s fuentes de agua contaminadas y da?os estructurales a espacios comunitarios¡±, explica por correo Johanna Reina, asociada de protecci¨®n de ACNUR Honduras, ¡°y existen familias que a¨²n no han podido retornar a sus hogares por la destrucci¨®n u ocupaci¨®n de sus viviendas por grupos criminales. Esto ha exacerbado los factores de desplazamiento forzado tanto interno como externo¡±. Un dato relevante es el n¨²mero de solicitudes de asilo de hondure?os en M¨¦xico, donde se ha visto un incremento significativo desde finales del a?o pasado. Aunque los hondure?os han ocupado el primer puesto los ¨²ltimos tres a?os, la cifra de solicitudes se duplic¨® de 2020 (15.398) a 2021 (31.894).
Mej¨ªa era la chef de la comunidad; vend¨ªa empanaditas y pollo con tajada. Hac¨ªa poco tiempo que hab¨ªa comprado ¨C¡±con muchos esfuercitos¡±¨C un horno de le?a con el que hab¨ªa a?adido los tamales al men¨². Las noches de la primera quincena de noviembre sonaban a ¡°retumbos y tormentas¡±; llovi¨® diez d¨ªas sin parar. Era la segunda vez en la vida de esta mujer que presenciaba algo parecido. ¡°La ¨²ltima vez fue hace 30 a?os, cuando par¨ª a mis gemelos¡±, cuenta.
El domingo 22 de noviembre decidi¨® dejar su vivienda. Le dijo a su marido que o sal¨ªan ¡°o se los com¨ªa la tierra¡±. Sus hijos se quedaron cuidando las casas, por miedo a que alguien entrara a robarlas pero dos d¨ªas despu¨¦s el descontrol era absoluto y el derrumbe inminente. ¡°Mi ni?o me llam¨® para decirme que iba a sacarme el hornito, pero que cuando lo fue a meter a la furgoneta estaba llena de gente que quer¨ªa salir de ah¨ª y no ten¨ªa c¨®mo¡±, narra entre l¨¢grimas. ¡°Ah¨ª se qued¨®¡±.
En el suelo quedaron esparcidos los colchones de Karen Caballero, la tomatera de su marido, las bombas de fumigar de Rodrigo Castr¨®n, la ropa de la hija de Lourdes L¨®pez¡ Las pertenencias de casi 1.400 vecinos est¨¢n bajo tierra casi un a?o despu¨¦s. La situaci¨®n de la comunidad atrajo en su momento la ayuda humanitaria de organizaciones como Oxfam y la Diputaci¨®n Foral de Bizkaia, quienes apoyaron con transferencias de efectivo para alimentos, art¨ªculos de higiene y ¨²tiles de prevenci¨®n de la covid y que fueron celebradas por los vecinos. En mayo entregaron una dotaci¨®n econ¨®mica de 17 euros por miembro familiar y en julio otra de 150,56 euros para ¡°reactivar los medios de vida¡±. Se atendi¨® a 197 familias, las m¨¢s vulnerables.
Sin embargo, conforme han ido pasando los meses, la poblaci¨®n local lamenta que ¡°ya no lleguen apenas ayudas¡± y que el ¨²nico plan de reubicaci¨®n est¨¦ a unos 10 kil¨®metros. ¡°All¨¢ no tenemos d¨®nde cultivar¡±, repiten. Para Carlos Rosales, oficial humanitario de Oxfam Honduras, la prioridad es clara: ¡°Es fundamental seguir apoyando a los m¨¢s vulnerables. El grupo de agricultores y madres solteras son la prioridad. Sabemos que las intervenciones ideales son de mediano y largo plazo. Y necesitamos m¨¢s fondos para ello, para protegerlos y que emigrar no sea la salida¡±. Actualmente, la entidad opera en 16 municipios de siete departamentos.
Esta nueva zona, que recibe el nombre de La Esperanza ¨C San Francisco de As¨ªs, fue devuelta al Gobierno, tras la insistencia y el empe?o de encontrar alternativas del padre Leopoldo Serra, una figura algo controvertida en La Reina. Este asegura que se dialog¨® con los narcos que se hab¨ªan adue?ado irregularmente del terreno para que la desalojaran y que, aunque hubo una etapa en la que los lugare?os y el propio cura fueron amenazados y temieron por su vida, ¡°se lleg¨® a un acuerdo¡±. En estas tierras existe un plan de construcci¨®n de 290 casas que financiar¨¢ el Gobierno y que donar¨¢ gratuitamente a los damnificados de La Reina y otras cuatro comunidades y otras 40, subvencionadas con fondos de la Iglesia y USAID, seg¨²n asegura Serra. ¡°Aunque, sinceramente, me preocupa que estas casas del Gobierno nunca se terminen de construir por temas pol¨ªticos. El objetivo era acabarlas a fin de a?o y creo que para entonces no superar¨¢n las 50 viviendas. Por ahora, solo hay una lista: la casa piloto¡±.
Aunque todos coinciden en que ha sido un l¨ªder clave para lograr todas las ayudas que recibi¨® la aldea, es ¨¦l quien se reserva la ¨²ltima decisi¨®n sobre qui¨¦n podr¨¢ habitar las nuevas viviendas ¡ªque se est¨¢n construyendo con el trabajo de los propios vecinos orquestados por Serra¡ª. Lourdes L¨®pez, madre de una ni?a de tres a?os, no ser¨¢ una de las beneficiarias. ¡°El Padre me dijo que, como mi marido estaba en la c¨¢rcel, yo ten¨ªa que irme de ah¨ª¡±, dice esta joven de 22 a?os que actualmente duerme en la estructura que qued¨® de la casa de un familiar. El sacerdote asegura que este es el ¨²nico caso de ¡°exclusi¨®n¡± porque no quiere formar una comunidad ¡°con borrachos o criminales¡±: ¡°Ella podr¨¢ acceder a una de las viviendas pero se pondr¨¢ a nombre de su hermano, no de ella. Queremos ser una ciudad modelo en Honduras¡±. ¡°?Pero si no voy a La Esperanza ¨C San Francisco de As¨ªs a d¨®nde voy a ir?¡±, se pregunta preocupada esta mujer, que espera su segundo hijo.
Teresa Sarmiento, alcaldesa de Protecci¨®n - Santa B¨¢rbara, municipio del que depende la comunidad, reconoce que se han visto ¡°colapsados¡±: ¡°No ha sido solo La Reina, hemos tenido otras 20 aldeas en una situaci¨®n similar, tres de ellas a¨²n siguen completamente incomunicadas... Hemos llegado hasta donde hemos podido pero no contamos con los recursos ni la log¨ªstica para reubicar a todas las familias afectadas¡±.
¡°Yo me quedo¡±
Para la mayor¨ªa de vecinos, mudarse a La Esperanza ¨C San Francisco de As¨ªs no es una opci¨®n. Rodrigo Castr¨®n, que pasea entre los escombros de su casa ¡°para echar el rato¡± no quiere mudarse: ¡°All¨¢ el terreno es bien chiquito, no va a dar para sembrar y uno que es pobre, ?de qu¨¦ va a vivir? Esto al menos era nuestro¡±. Este padre y abuelo no pudo sacar absolutamente nada de su hogar. ¡°No ten¨ªa coche, ped¨ª a un vecino que me trajera, pero cuando vine mi casa estaba ya tapiada (cubierta en rocas)¡±.
El peligro de quienes se queden es enorme. El ingeniero Gerson Armando Valle Perdomo, jefe de sismolog¨ªa de Cenaos-Copeco, el Centro de Estudios Atmosf¨¦ricos, Oceanogr¨¢ficos y S¨ªsmicos, es rotundo: ¡°Es una zona que definitivamente no se deber¨ªa de habitar y con un deslizamiento activo¡±. Valle fue quien realiz¨® la medici¨®n de impacto el pasado marzo. ¡°En 15 d¨ªas se llegaron a acumular 350 mil¨ªmetros de agua. Es much¨ªsimo¡±, cuenta. Y, aunque asegura que se podr¨ªan hacer obras de mitigaci¨®n para contener el peligro y que las familias volvieran a vivir all¨¢, asegura que son muy caras. ¡°Son obras millonarias que no est¨¢n presupuestadas¡±, lamenta por tel¨¦fono. E insiste: ¡°En Honduras tenemos un grave problema de comunidades que se construyen sin ning¨²n tipo de supervisi¨®n t¨¦cnica, por eso estas cat¨¢strofes han sido tan violentas, porque en esas zonas no deber¨ªa vivir nadie¡±.
Para Karen Caballero, voluntaria en la guarder¨ªa del pueblo, lo m¨¢s dif¨ªcil es el desarraigo tan fuerte a esa aldea. ¡°Antes le daba clase a 30 ni?os todos los d¨ªas, pero la mayor¨ªa se fueron porque sus pap¨¢s andan alquilando en otros sitios o no tienen plata para venir. Ahora solo cuido de 14 y una vez a la semana. Se acabar¨¢n mudando de La Reina, seguro¡¡±.
Este es ya un pueblo fantasma. Los pocos vecinos que se atreven a venir no aguantan las l¨¢grimas ni la nostalgia. La vegetaci¨®n ya se est¨¢ haciendo con el territorio en un escenario tan macabro como hermoso. Algunos lugare?os siguen apareciendo por las laderas a buscar sus pertenencias, otros recogen pedazos de madera para ¡°aprovechar la ida¡± y vuelven con el suspiro en la boca. ¡°Es muy dif¨ªcil ver en qu¨¦ quedaron todos estos a?os de trabajo¡±, murmura Antonio Enamorado. ¡°Se perdi¨® La Reina por completo¡±.
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