Los ¨²ltimos n¨®madas de la Anatolia
Los y?r¨¹ks sar?ke?ili llevan m¨¢s de mil a?os pastoreando animales por Asia Central, en la actual Turqu¨ªa. Solo quedan unas 150 familias y la falta de protecci¨®n que garantice su modo de vida y el aumento de las disputas por la tierra hacen peligrar su supervivencia
Con la primera luz aduraznada del amanecer, Mehmet y su familia se levantan para beber t¨¦ negro dulce antes de desmontar su tienda de pieles de cabra y salir a recorrer los pastizales de Anatolia central.
Todos ellos son y?r¨¹ks sar?ke?ili, un pueblo n¨®mada que lleva m¨¢s de 1.000 a?os pastoreando sus animales en la actual Turqu¨ªa. Se estima que solo quedan unas 150 familias, aunque no es una cifra exacta, pues resulta muy dif¨ªcil contabilizar una etnia tan dispersa. Debido a la falta de protecci¨®n legal que garantice su modo de vida y a un fuerte aumento de las disputas por la tierra, ellos mismos afirman que es probable que sean los ¨²ltimos.
Adem¨¢s, los sucesivos a?os de sequ¨ªa y la reducci¨®n de las lluvias debido al cambio clim¨¢tico est¨¢n modificando sus patrones de migraci¨®n y obligan a estos n¨®madas a transportar agua en cisternas. ¡°Hay poco abastecimiento, y este a?o no ha llovido mucho; es un problema grave, pero el reto m¨¢s dif¨ªcil al que nos enfrentamos es con los muhtar [jefes de las aldeas]¡±, atestigua Mehmet, resguard¨¢ndose del sol del mediod¨ªa tras trasladar a su reba?o de 500 cabras a un nuevo pasto.
Los y?r¨¹ks emigran estacionalmente: primero en abril para veranear en las fr¨ªas mesetas monta?osas del centro de Anatolia; despu¨¦s, en septiembre para invernar en la costa templada. Mehmet, su esposa Kezban y sus tres hijos se desplazan entre la ciudad portuaria mediterr¨¢nea de Mersin, en el sur, y las llanuras que rodean Konya.
En cada migraci¨®n, los y?r¨¹ks deben solicitar al Ministerio de Silvicultura y Agricultura un permiso para desplazarse por terrenos p¨²blicos con sus animales. Sin embargo, para viajar por tierras de propiedad privada suelen tener que pagar una tasa, que aumenta constantemente. Cada pueblo tiene un muhtar que, a pesar de no tener jurisdicci¨®n para ello, presiona cada vez m¨¢s a los pastores para que paguen por peregrinar a trav¨¦s de sus zonas. Como resultado, algunos de ellos ya no pueden permitirse viajar a sus pastos de verano.
¡°Los aldeanos no nos quieren aqu¨ª. Un jandarma [gendarme turco] vino y nos dijo ¡®no pod¨¦is venir¡¯, pero no dio ninguna raz¨®n. Los agricultores tambi¨¦n est¨¢n preocupados por sus cosechas¡±, explica Mehmet, blandiendo un papel que le entreg¨® aquel agente del orden. Es un requerimiento para que se vayan.
En los ¨²ltimos d¨ªas, dice, los funcionarios de la Jandarma han visitado a la familia en varias ocasiones. Se han llevado sus documentos de permiso de migraci¨®n y los han roto.
Una ma?ana, la familia traslada sus animales a trav¨¦s de la maleza a un nuevo pasto m¨¢s frondoso. Durante el trayecto divisan a lo lejos a un hombre de la zona tomando fotos con su tel¨¦fono m¨®vil; los n¨®madas creen que pretende utilizarlas para quejarse al muhtar. ¡°En un pueblo, la mitad de la gente afirma que podemos venir y la otra mitad, que no. Cuando hay elecciones, los vecinos dicen ¡®te votar¨¦, pero solo si no ayudas a los y?r¨¹ks¡±, sostiene el padre de familia.
Los pastizales naturales en Turqu¨ªa se han reducido en torno al 70% en los ¨²ltimos 60 a?os, seg¨²n Engin Y?lmaz de la Iniciativa Yolda, un grupo conservacionista con sede en Ankara que trabaja por el cuidado de la biodiversidad. Esto significa que los n¨®madas se ven cada vez m¨¢s obligados a pasar por otro tipo de terrenos, incluidos los que se emplean para la agricultura.
Y?lmaz se?ala que en el mundo se culpa a los n¨®madas de la degradaci¨®n de los pastizales, a menudo como justificaci¨®n para impedirles pasar por tierras privadas. Sin embargo, la reducci¨®n de las tierras naturales est¨¢ m¨¢s relacionada con la mala gesti¨®n de las autoridades. ¡°En Turqu¨ªa no tenemos un marco pol¨ªtico que garantice el derecho de acceso a las tierras y ¨¢reas naturales. Las pol¨ªticas favorecen a la industria y a los sistemas de producci¨®n y suelen tener un impacto perjudicial en estas comunidades¡±.
Los y?r¨¹ks tambi¨¦n se ven muy afectados, seg¨²n el portavoz de Yolda, por cualquier impacto negativo en la econom¨ªa del pa¨ªs, as¨ª como por los precios de la carne y los l¨¢cteos. Durante los ¨²ltimos tres a?os, Turqu¨ªa se ha enfrentado a una crisis econ¨®mica y de endeudamiento. La lira sigue alcanzando m¨ªnimos hist¨®ricos frente al d¨®lar y los precios de los alimentos aumentan casi un 20% anualmente.
La presi¨®n financiera sobre los ciudadanos de a pie est¨¢ provocando que las comunidades rurales se vuelvan contra ellos, seg¨²n cuentan los afectados, culp¨¢ndoles de la reducci¨®n de los beneficios de sus tierras. ¡°Cuando la situaci¨®n econ¨®mica es realmente mala, las tensiones aumentan y eso afecta a los n¨®madas¡±, expone Yilmaz. Seg¨²n explica, desde una perspectiva ecol¨®gica, el pastoreo es algo bueno, algo que tambi¨¦n apoya la Agencia de la ONU para la Alimentaci¨®n y la Agricultura (FAO). Favorece la biodiversidad al ayudar a desplazar la vegetaci¨®n, manteniendo los ecosistemas sanos y ayudando a mitigar los efectos negativos del cambio clim¨¢tico.
La Direcci¨®n de Comunicaciones de Turqu¨ªa respondi¨® que no ten¨ªa ¡°nada que a?adir¡± cuando fueron contactados por este peri¨®dico para contrastar las afirmaciones de los y?r¨¹ks.
A diferencia de muchos n¨®madas que han optado por asentarse, al menos parcialmente, la familia de Mehmet vive todo el a?o bajo una tienda fabricada con pieles de cabra. Un patr¨®n que parecen seguir el resto de y?r¨¹ks. Esto les hace especialmente vulnerables a cualquier desaf¨ªo a su estilo de vida. Viven de sus animales, fabricando queso y yogur con la leche de sus cabras que venden en los mercados de los pueblos por los que pasan.
Adem¨¢s de la disminuci¨®n del acceso a sus rutas migratorias, se enfrentan a un escaso acceso a servicios sociales como la Sanidad y la Educaci¨®n. Durante los dos ¨²ltimos a?os, las restricciones derivadas de la pandemia de covid-19 han afectado a su movilidad y el cierre de los mercados de alimentos durante el bloqueo les impidi¨® vender sus productos.
Aunque el hijo, Ali, y las dos hijas, ?zlem y Song¨¹l, asisten a clase con sus tel¨¦fonos durante la migraci¨®n, el horario del curso escolar es incompatible con sus tradiciones. Los desplazamientos duran hasta un mes y medio y coinciden en mitad del curso escolar. Al preguntar a los tres adolescentes, de entre 11 y 16 a?os, si quieren seguir siendo n¨®madas cuando sean mayores, solo Ali dijo que s¨ª.
Tradici¨®n para las mujeres
La antrop¨®loga de la Universidad de Yeditepe, Ayse Hilal, que ha estudiado el modo de vida de los y?r¨¹ks, afirma que las mujeres siguen estando sujetas a los valores tradicionales. La falta de voluntad para enviarlas a cursar una educaci¨®n superior significa que encontrar un trabajo normal podr¨ªa ser dif¨ªcil si abandonan el modo de vida itinerante, lo que a menudo deja el matrimonio como ¨²nico medio de apoyo.
Las mujeres asumen la mayor parte del trabajo; cocinan, limpian y acompa?an a los animales a nuevos pastos cada d¨ªa, mientras que los hombres conducen el tractor y el dep¨®sito de agua entre los campamentos. Ellas tienen menos habilidades transferibles, como la conducci¨®n, y se ver¨ªan desproporcionadamente afectadas por la p¨¦rdida de su modo de vida. ¡°Nadie encuentra una soluci¨®n. Para gente como nosotros, si vivi¨¦ramos en un pueblo no habr¨ªa oportunidades de trabajo, pero la vida en la monta?a tambi¨¦n se acaba¡±, lamenta Mehmet. ¡°Nos sentimos miserables, pero nadie se ocupa de nosotros¡±.
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