La escuelita de Nyamirambo: aprender a leer pasados los cuarenta
Hace 15 a?os, 18 vecinas de un barrio de la capital de Ruanda decidieron solucionar su analfabetismo. El centro educativo que fundaron ha escolarizado ya a m¨¢s de 5.000 mujeres adultas
Que Mukakarisa Vanuncie saque tiempo para ir a la escuela, a sus 46 a?os, parece un milagro. Con cuatro hijos y un nieto que cuidar y una sobrina que tambi¨¦n se encuentra a su cargo ¨C¡°mi hermano muri¨® y ella no tiene a nadie¡±, dice¨C, se las apa?a para asistir cada d¨ªa a un aula peque?a y coqueta en los aleda?os de Nyamirambo, el barrio musulm¨¢n de Kigali, la capital de Ruanda, donde vive. Vanuncie est¨¢ aprendiendo a leer y a escribir aqu¨ª. ¡°Yo nac¨ª en un pueblo, al sur del pa¨ªs, y me crie con mi madrastra. Cuando era peque?a solo pod¨ªa cuidar del ganado; era la ¨²nica forma de subsistir. Yo nunca tuve la oportunidad de ir al colegio¡±, confiesa.
Casi tres de cada diez adultos no saben leer y escribir en Ruanda. Adem¨¢s, pese a que el pa¨ªs ha experimentado una gran mejor¨ªa econ¨®mica en los ¨²ltimos a?os, el 40% de su poblaci¨®n vive todav¨ªa bajo el umbral de la pobreza. Leer y escribir resulta algo b¨¢sico para escapar de esta situaci¨®n, pero no ¨²nicamente para eso; la alfabetizaci¨®n m¨¢s b¨¢sica sirve tambi¨¦n para afrontar los tr¨¢mites rutinarios de la vida. Vanuncie lo explica as¨ª: ¡°Ni siquiera pod¨ªa deletrear mi nombre en ki?aruanda, el idioma local. Hay que apuntarse en un registro cuando se convocan reuniones en el colegio de los ni?os y yo siempre ten¨ªa que pedir a alguien que lo hiciera por m¨ª. ?Ahora puedo yo, sin ayuda de nadie! Y hoy en d¨ªa leo tambi¨¦n los carteles de las calles. A m¨ª me parece muy ¨²til¡±.
Afirma Vanuncie tambi¨¦n que sus hijos celebran su aprendizaje y la felicitan a menudo. Ahora, cuando los muchachos regresan de la escuela, pueden ayudarle con sus tareas. Su marido tambi¨¦n se muestra entusiasmado. ¡°Yo regentaba un peque?o puesto, pero cuando lleg¨® la pandemia tuve que cerrarlo. Ahora dependemos de lo que ¨¦l gana. Siempre dice que, si adquiero m¨¢s conocimientos, podr¨ªamos incluso comenzar otro negocio¡±, sue?a. Quiz¨¢s lo pueda conseguir, aunque desde que comenz¨® a ir al colegio no ha encontrado pocos obst¨¢culos. Primero, el coronavirus, que no solo acab¨® con su tiendecilla, sino que tambi¨¦n cerr¨® las aulas en Ruanda durante unos meses. Y, despu¨¦s, ese primer nieto cuyo cuidado la apart¨® de las clases algunas semanas. ¡°Claro que seguir¨¦ viniendo. Hasta cuando pueda¡±, finaliza.
M¨¢s de cinco mil mujeres
¡°Desde que empezamos con el centro, all¨¢ por el 2008, han pasado por ellas unas 5.000 mujeres. Al principio ven¨ªan solo ellas, pero desde hace unos a?os tambi¨¦n vienen algunos hombres; en total son 126¡å, afirma Mary Nyangoma, vicepresidenta de Nyamirambo Women¡¯s Center, la ONG local que organiza esta particular escuela de adultos. ¡°Muchas de las m¨¢s mayores que viven hoy en este barrio nacieron en el seno de familias que no permitieron a sus hijas ir al colegio, as¨ª que no pudieron alfabetizarse. Ya no es as¨ª; en Ruanda es obligatorio escolarizar a todos los ni?os, sin importar sexo o religi¨®n. As¨ª que en los pr¨®ximos a?os no veremos este problema que ahora s¨ª tenemos¡±, explica.
Tres de cada diez adultos no saben leer ni escribir en Ruanda, donde casi el 40% de la poblaci¨®n vive en la pobreza
El caso de Ruanda resulta, adem¨¢s, excepcional; en pocos Estados del mundo ha tenido la mujer un papel tan importante como en la historia reciente de este peque?o pa¨ªs situado en el coraz¨®n de ?frica. La mayor¨ªa de las v¨ªctimas mortales del genocidio tutsi de 1994, en el que murieron alrededor de un mill¨®n de personas, fueron hombres, por lo que ellas cargaron con una gran responsabilidad en la reconstrucci¨®n de Ruanda como naci¨®n. Las sucesivas normativas legales aprobadas desde entonces as¨ª lo reconocieron. La ley de herencias de 1999, que aseguraba la igualdad entre hijos e hijas tras la muerte del progenitor, o la Constituci¨®n de 2003 (la primera tras la barbarie), que estableci¨® la obligatoriedad de asignar a al menos el 30% de mujeres en todos los cargos de decisi¨®n, son dos de los ejemplos m¨¢s claros de ello.
Estos factores han dado como resultado uno de los pa¨ªses que, sobre el papel, luce una de las menores brechas de g¨¦nero de todo el mundo; seg¨²n el Foro Econ¨®mico Mundial, Ruanda ocupaba la cuarta posici¨®n en este r¨¢nking en el 2017, solamente superado por Islandia, Noruega y Finlandia. Pero, en la pr¨¢ctica, las ruandesas encaran problemas diarios que son propios y casi exclusivos del g¨¦nero femenino en la inmensa mayor¨ªa del planeta: compaginar trabajo y tareas del hogar, cuidado de los hijos y nietos¡ ¡°Fundamos la ONG 18 mujeres en 2007 con el objetivo de empoderarnos, luchar contra la violencia de g¨¦nero y la discriminaci¨®n. Algunas ¨¦ramos madres solteras, por lo que busc¨¢bamos apoyarnos entre nosotras y tambi¨¦n a nuestros peque?os. Pero tres de las 18 nunca hab¨ªan ido al colegio. As¨ª que comenzamos por ense?arles a leer y a escribir¡±, recuerda Nyangoma.
La semilla que sembraron aquellas 18 pioneras germin¨® en la ONG mencionada y en una cooperativa de la que hoy forman parte 55 inscritas. En todo este tiempo las han apoyado el Ministerio de Asuntos Exteriores de Eslovenia, de quien consiguieron sus primeros fondos, as¨ª como organismos de Puerto Rico y tambi¨¦n autoridades locales. Emplearon las donaciones en comenzar proyectos para ser sostenibles e independientes; excursiones tur¨ªsticas por diferentes atractivos del barrio y de la ciudad, talleres de cocina ruandesa, una tienda donde venden las creaciones que realizan con sus m¨¢quinas de coser¡ Y la escuela para adultos, m¨¢s altruista que los dem¨¢s, pero con una importancia social inmensa.
Muchas cosas en la cabeza
¡°Yo nunca he ense?ado a ni?os, pero s¨ª a adolescentes en el colegio de Secundaria, y veo una gran diferencia. Las alumnas que vienen a esta escuela est¨¢n aqu¨ª f¨ªsicamente, pero hay veces que la mente la tienen en otro sitio. Deben pensar en muchas cosas: los ni?os, la escuela, la casa, los recibos de fin de mes¡¡±, explica Karamuka Narcisse, un hombre de 44 a?os y profesor en la escuela de adultos de Nyamirambo. Y prosigue: ¡°Algunas veces las mam¨¢s se traen a sus hijos porque no les queda otra. Son ni?os peque?os que protestan, se ponen a llorar¡ Resulta realmente complicado, aunque yo intento ayudarlas en lo que puedo¡±. Y, preguntado por lo que m¨¢s valoran sus alumnas, Narcisse no duda: ¡°Lo que les gusta es aprender a escribir y a leer; les puede cambiar la vida¡±.
Ndabazi Valense es de esos pocos hombres que se han animado a acudir a la escuela. Este joven de 30 a?os, casado y con dos hijos, encontr¨® hace seis meses un trabajo con el que se gana bien la vida: es guarda de seguridad. Dice que la tragedia se llev¨® a sus padres cuando ¨¦l todav¨ªa era un ni?o y que ello le impidi¨® acudir a la escuela. Y que se enter¨® hace bien poco de la existencia de estas clases a las que acude desde hace un mes. ¡°Es muy importante saber leer; por mi oficio me pueden mandar a alg¨²n sitio y necesito entender los papeles que me dan¡±, afirma. Valense est¨¢ encantado con la ayuda y la comprensi¨®n que ha encontrado en Nyamirambo y en su profesor, y cuenta que su mujer, que s¨ª tiene estudios de Secundaria, le anima en lo que hace. ¡°Todo esto me pone muy contento¡±, confirma.
La covid-19, que ha dejado en el pa¨ªs algo m¨¢s de 127.000 casos positivos y unas 1.400 muertes, par¨® las clases de Vanuncie, Valense y los dem¨¢s, y sus efectos no han permitido la reapertura de todas ellas. De los tres grupos con los que suelen trabajar la ONG de Nyamirambo, de momento uno se ha puesto ya en marcha. ¡°Por culpa de la pandemia, ahora tenemos en funcionamiento un aula a la que acuden diariamente 17 personas, pero iremos retomando las dem¨¢s conforme nos deje el virus¡±, calcula la vicepresidenta Mary Nyangoma. Despu¨¦s se despide de los alumnos y deja que el profesor Narcisse prosiga esas las lecciones que pueden cambiar la vida de tanta gente.
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