Un laboratorio de ideas rural para la falta de agua en Argentina
Siete millones de personas carecen de agua potable en el pa¨ªs sudamericano, sobre todo en las zonas rurales afectadas por la sequ¨ªa
En Argentina, cientos de parajes rurales aislados est¨¢n afectados por la sequ¨ªa y no cuentan con acceso a agua potable. Al norte del pa¨ªs, muchas familias recurren a represas, pozos y arroyos cuyo suministro no es apto para el consumo humano y dependen del almacenamiento de agua de lluvia o de camiones cisterna para poder sobrevivir.
Hern¨¢n Thomas, director del Instituto de Estudios sobre la Ciencia y la Tecnolog¨ªa de la Universidad Nacional de Quilmes (IESCT-UNQ) explica que, al recorrer distintos parajes rurales, uno se encuentra con un cementerio de soluciones. ¡°Hay cisternas en desuso o diferentes sistemas de filtrado deteriorados. En muchos casos no se previ¨® el costo de mantenimiento. Que haya buena voluntad no significa que las cosas se hagan bien. Hay lugares, donde se repartieron cisternas de pl¨¢sticos, y se derritieron antes de utilizarlas. En otros sitios, no se tuvieron en cuenta los techos y no les fue posible captar el agua de lluvia¡±, opina. De acuerdo con el especialista, cuando la cisterna es una mera medida asistencialista, no se genera impacto.
En general, los parajes alejados de n¨²cleos urbanos carecen de agua, subraya Thomas, pero este no es su ¨²nico problema. ¡°Al mismo tiempo, no tienen tenencia de la tierra, no cuentan con electricidad ni acceso a bienes y servicios culturales. Su capacidad real de incidir en pol¨ªticas p¨²blicas es casi nula¡±, describe.
Al encontrarse con este problema, la organizaci¨®n Ingenier¨ªa Sin Fronteras decidi¨® empezar a implementar soluciones en la provincia de Santiago del Estero, donde 176.000 personas deben trasladarse para obtener algo que beber. ¡°El primer proyecto que realizamos, en 2012, consisti¨® en construir dos puentes para ahorrarle al cami¨®n cisterna unos 35 kil¨®metros de recorrido¡±, relata Mar¨ªa Hern¨¢ndez, coordinadora de esta organizaci¨®n que trabaja por el desarrollo de comunidades vulnerables.
?scar An¨ªbal Su¨¢rez tiene 52 a?os y vive en El Negrito, el primer paraje con el que Ingenier¨ªa Sin Fronteras entr¨® en contacto. Su¨¢rez, que vive junto a su esposa y cinco de sus siete hijos, posee cabras, chanchos, gallinas, vacas y caballos. ¡°Cuando hay sequ¨ªa tenemos que trasladarlos a unos 15 kil¨®metros para que puedan beber de una laguna comunitaria¡±, comenta. La situaci¨®n fue especialmente cr¨ªtica en 2013, recuerda, cuando tuvieron que viajar unos 15 kil¨®metros con dos tambores de 200 litros.
En 2014, lleg¨® Ingenier¨ªa Sin Fronteras. Trabajaron, con la comunidad, en la construcci¨®n de un sistema de cosecha de lluvia con techos y aljibes en cada casa, los cuales permiten el almacenamiento; se ampliaron y cercaron los reservorios para otros usos y consumo de los animales; se instal¨® un sistema para extraer el agua de los reservorios y se organiz¨® la distribuci¨®n entre las casas con una moto comunitaria.
El Negrito es una comunidad aislada de 60 personas. Antes de este proyecto, no contaban con capacidad de captaci¨®n ni de almacenamiento para hacer frente a la ¨¦poca de sequ¨ªa, y deb¨ªan recurrir a otras fuentes no aptas para el consumo humano, y trasladar a sus animales varios kil¨®metros. Adem¨¢s, el paraje no cuenta con tendido el¨¦ctrico.
¡°Siguen teniendo un problema grande para la producci¨®n, para sus animales, pero se facilit¨® el acceso para consumo humano. En este momento, est¨¢n tomando agua de mejor calidad y eso tiene un impacto directo en su salud. El tiempo que usaban para trasladarse pueden ocuparlo en otras cosas y no tienen que realizar tanto esfuerzo f¨ªsico. El impacto m¨¢s grande de este proyecto es que las familias dejan de preocuparse por algo tan b¨¢sico¡±, comenta Hern¨¢ndez.
Este a?o, la organizaci¨®n efectu¨® un estudio junto a la Secretar¨ªa de Agricultura Familiar, Campesina e Ind¨ªgena (SAFCI) de Santiago del Estero, centrada en los parajes del departamento de Avellaneda. En estas comunidades dispersas y aisladas en zonas de dif¨ªcil acceso, el 97% de las viviendas no cuenta con infraestructuras suficientes para almacenar agua y el 65% de las familias no dispone de equipamientos de ning¨²n tipo, o solo tiene recipientes de pl¨¢stico sin tapa.
La falta de acceso fuerza a las personas a beber agua no apta para consumo humano, y esto impacta en la salud, limita el desarrollo de la agricultura familiar y el autoabastecimiento y repercute en el tiempo para actividades productivas o educativas. El agua de lluvia y la que traen los camiones cisterna suelen ser las aguas de mejor calidad. El caudal subterr¨¢neo que se obtiene de los pozos, sin embargo, suele contener altos niveles de salinidad y, en algunos casos, ars¨¦nico. En Avellaneda, el 64% de la poblaci¨®n depende de los camiones cisterna, pero estos no siempre llegan cuando se necesitan. Adem¨¢s, la mayor¨ªa de los hogares, al no contar con infraestructura suficiente para almacenar, tampoco puede recibir grandes vol¨²menes de agua.
En estos parajes es frecuente ver personas acarreando bidones que fueron contenedores de agroqu¨ªmicos y que a¨²n conservan una etiqueta con la palabra ¡°veneno¡±, o recipientes de pl¨¢stico de 100 o 200 litros sin tapa. Adem¨¢s del esfuerzo y tiempo que requiere esta tarea, el agua se encuentra expuesta a contaminaci¨®n y en ella se depositan todo tipo de bacterias. Se puede potabilizar, en algunos casos, mezcl¨¢ndola con cloro o cal, hirviendo o filtrando, aunque la mayor¨ªa de los vecinos no la trata de ninguna manera.
En la zona, las viviendas generalmente son de tipo ¡°rancho¡±: construcciones con paredes de adobe, pisos de tierra y techo de barro, paja y palos recubiertos con nil¨®n de silobolsa. Si bien la mayor¨ªa de los hogares cuenta con un cuarto ba?o fuera de la vivienda, en el 19% se va al ba?o al aire libre. El 99% de los hogares no tiene acceso a la red de energ¨ªa el¨¦ctrica. Si bien el 68% cuenta con paneles solares fotovoltaicos, estos no siempre alcanzan para refrigeraci¨®n.
Nelly Meli¨¢n tiene 33 a?os y vive en el paraje Santa Rosa con sus tres hijas. Es artesana telera y necesita el agua para lavar los hilos y hacer los te?idos. ¡°Una vez al mes viene el cami¨®n del municipio. Ellos nos dan 2.000 litros para tomar y luego tengo que trasladarme para comprar¡±, relata.
De acuerdo con el informe, en el 88% de los hogares de esta zona las personas deben trasladarse para conseguir agua, m¨¢s del 35% de los que se trasladan realiza esta tarea a pie y el 46% lo hace m¨¢s de una vez por d¨ªa. En un 76% de las familias, las tareas dom¨¦sticas y de cuidado est¨¢n exclusivamente a cargo de las mujeres.
Hace unos cuatro a?os, Ingenier¨ªa Sin Fronteras construy¨® varios aljibes junto a los vecinos. ¡°Nos ayudaron a mejorar los techos para poder juntar agua cuando llueve¡±, dice Meli¨¢n.
En cada proyecto, Ingenier¨ªa Sin Fronteras dialoga con las familias de la zona para ver de qu¨¦ manera trabajar. ¡°Tambi¨¦n buscamos la participaci¨®n de los municipios. Ellos nos ayudan con la identificaci¨®n del problema, colaboran con los materiales o hacen gestiones con los gobiernos provinciales para conseguir fondos¡±, explica Hern¨¢ndez.
Las cisternas que se est¨¢n construyendo, con 16.000 litros de capacidad, permiten a las familias almacenar cantidad suficiente para cinco o seis meses. La cisterna se complementa con captaci¨®n de agua de lluvia mediante un techo de chapas y se complementa con una bomba de ¨¦mbolo.
Posibilidad de escala
La propuesta de Ingenier¨ªa Sin Fronteras se puede extender a cualquier zona rural del pa¨ªs, evaluando sus reg¨ªmenes de lluvia, aseguran. Son construcciones ideales para zonas semi¨¢ridas, ya que permiten la reserva de agua de lluvia.
El aspecto m¨¢s innovador del proyecto es la incorporaci¨®n de las comunidades. Tanto desde la toma de decisi¨®n como en promover oportunidades de trabajo local a trav¨¦s de su construcci¨®n, dejando capacidad instalada en las comunidades.
¡°Lo que suele ocurrir en los parajes es que el nivel de organizaci¨®n de la comunidad es bajo. Es importante que exista un colectivo que tenga consensos internos fuertes. La segunda cuesti¨®n es planificar con la comunidad desde el inicio como se va a desarrollar el trabajo. Es recomendable empezar por un lugar p¨²blico: por ejemplo, una escuela¡±, concluye Thomas.
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