?Puede el turismo ser sostenible?
Aunque propicie el entendimiento mutuo entre culturas, el viaje masivo se est¨¢ convirtiendo en una suerte de colonialismo por el que las comunidades de acogida se amoldan a las exigencias de los visitantes
En estos momentos, con un turismo casi desenfrenado, puede ser interesante preguntarnos por la sostenibilidad de una actividad tan extendida. Ya en el lejano 1988, la Organizaci¨®n Mundial del Turismo dec¨ªa que el turismo sostenible era aquel ¡°que conduce a la gesti¨®n de todos los recursos de tal forma que permita satisfacer las necesidades econ¨®micas, sociales y est¨¦ticas, manteniendo la integridad cultural, los procesos ecol¨®gicos esenciales, la diversidad biol¨®gica y los sistemas que apoyan la vida¡±. La definici¨®n que ofrece hoy es parecida aunque, en cualquier caso, el cumplimiento de las condiciones que se proponen es muy dif¨ªcil, dados los distintos caminos que ha ido abriendo el sector, cada vez m¨¢s alejado de tomar en consideraci¨®n ¡°las repercusiones actuales y futuras, econ¨®micas, sociales y medioambientales de las comunidades anfitrionas¡±.
A pesar de la avalancha de proyectos del llamado ¡°turismo sostenible¡±, que casi nos agobian, se podr¨ªa decir que viajar por placer es una de las actividades m¨¢s insostenibles. Y lo es en tanto que consiste en llevar a cuantos m¨¢s visitantes mejor, lo m¨¢s lejos posible, para que se hagan una foto, la difundan convenientemente por internet, y devolverlos al punto de partida. Todo ello consumiendo energ¨ªa, contaminando, modificando las condiciones de los destinos ¨Ccasi siempre haciendo desaparecer sus valores naturales o diferenciales¨C, o construyendo infraestructuras generalmente muy poco ecol¨®gicas. Cambiar esta din¨¢mica conlleva problemas, sobre todo, porque en muchos lugares se ha convertido en la ¨²nica actividad econ¨®mica que permite sobrevivir a la poblaci¨®n local.
El turismo no es el diablo contra el que hay que luchar. El dispendio de planeta que produce se puede justificar en algunos casos. Entre las justificaciones de mayor inter¨¦s destacan dos. La primera es el reequilibrio de rentas entre los visitantes y los residentes. Generalmente, la capacidad econ¨®mica del turista es mayor que el de la poblaci¨®n local. Sobre todo, cuando se trata de turismo de naturaleza. Hay que conseguir que parte del beneficio generado se quede en el destino, pero no es f¨¢cil. Particularmente en aquellos pa¨ªses o territorios de rentas bajas que suelen quedarse con las migajas del negocio, mientras que se enriquecen cada vez m¨¢s los emisores e intermediarios. En algunos casos, las sociedades receptoras no se benefician ni en un 5% de las ganancias totales. Pero incluso este porcentaje suele considerarse mejor que nada.
El problema es de gesti¨®n. Es com¨²n que los destinos no cuenten con profesionales locales con iniciativa y visi¨®n suficiente para que se pueda producir un reequilibrio de rentas. Entonces, ?qu¨¦ sucede en los atractivos tur¨ªsticos basados en el territorio? Puesto que el territorio no se puede desplazar o directamente sustraer (como algunos elementos culturales todav¨ªa emplazados en museos de determinados pa¨ªses ricos), se produce una suerte de colonialismo encubierto. As¨ª, son agentes ajenos al territorio los que, en realidad, se lucran de la actividad tur¨ªstica, considerando el lugar de recepci¨®n como propio, lo que dificulta que el deseable reequilibro de rentas se cumpla. Pero se trata de algo muy importante.
En algunos casos, las sociedades receptoras de turismo no se benefician ni en un 5% de las ganancias totales
Otra justificaci¨®n subrayable se refiere al incremento del conocimiento. Se supone que el intercambio de ideas, culturas y costumbres entre el turista y la poblaci¨®n local va a redundar en un mejor entendimiento mutuo. Y, en definitiva, en una mayor tolerancia. El problema es que, en muchos casos, lo que se produce es una imposici¨®n de ideas, culturas y costumbres por parte del visitante. Hasta tal punto que, poco a poco, la poblaci¨®n local se va acomodando a sus exigencias que, en gran medida, lo ¨²nico que busca es un selfi para enviar a sus amistades. Y para ello requiere las comodidades a las que est¨¢ acostumbrado, desde comidas a transportes, pasando por el alojamiento.
En ocasiones, la avalancha tur¨ªstica es de tal magnitud, multiplicando en n¨²mero a la poblaci¨®n local, que se trata de una aut¨¦ntica invasi¨®n. Que, adem¨¢s, solo se produce en determinados momentos temporales, dejando vac¨ªo el resto del a?o en t¨¦rminos de empleo y actividad. A veces, incluso, miseria. En determinados casos, esto se percibe as¨ª por la comunidad receptora que se manifiesta con protestas y llega a crearse una cierta turismofobia. El conocimiento mutuo es, por tanto, una justificaci¨®n de dif¨ªcil cumplimiento. Con la agravante de que lo diferencial (aquello que busca el turista) se borra paulatinamente y hay que recurrir a una recreaci¨®n continuada del producto tur¨ªstico.
Incluso, aunque se produzca alguna de estas justificaciones, no es suficiente. Derivadas de ellas, cabe se?alar algunas condiciones que podr¨ªan mejorar la sostenibilidad de esta actividad, tanto en el lugar de recepci¨®n como en el planeta en general. El turismo masivo, transportando a mucha gente y recorriendo largas distancias muy r¨¢pidamente, implica un consumo de energ¨ªa y una contaminaci¨®n que no pueden ser asumidos.
Las consecuencias de la excesiva explotaci¨®n del planeta son abundantes, pero, probablemente, una de las m¨¢s importantes sea el cambio clim¨¢tico
Es imprescindible cambiar el modelo reduciendo consumo, contaminaci¨®n y urbanizaci¨®n del territorio. Una transformaci¨®n que, probablemente, ser¨ªa interesante para el sector, ya que implicar¨ªa diversificar un producto generalmente basado en un turismo extensivo por otro m¨¢s respetuoso. Y la diversificaci¨®n es siempre interesante para los negocios.
Las consecuencias de la excesiva explotaci¨®n del planeta son abundantes, pero, probablemente, una de las m¨¢s importantes sea el cambio clim¨¢tico. Este es el tal¨®n de Aquiles de algunos tipos de turismo extensivo como el llamado ¡°de sol y playa¡±. Ya se empieza a notar preocupaci¨®n en algunos destinos, no solo por las olas de calor que afectan en parte al turismo de sol (demasiado sol) y al turismo de nieve, sino tambi¨¦n por el aumento del nivel del mar, que representa ya una amenaza para algunas zonas costeras.
Habr¨ªa que empezar a tener previstas algunas medidas. No solo de mitigaci¨®n, imprescindibles para que esto no siga adelante, sino tambi¨¦n de adaptaci¨®n, considerando que el cambio clim¨¢tico es una realidad, y sus impactos ya se notan. Tambi¨¦n en los destinos tur¨ªsticos tal y como los conocemos.
Adem¨¢s, ser¨ªa recomendable empezar a prestar mayor atenci¨®n a las condiciones locales como la conservaci¨®n de la naturaleza y de las culturas, que es fundamental, como dice la citada definici¨®n de la OMT cuando habla del mantenimiento de la ¡°integridad cultural, los procesos ecol¨®gicos esenciales, la diversidad biol¨®gica y los sistemas que apoyan la vida¡±. Y no solo desde una perspectiva medioambiental, sino tambi¨¦n de la preservaci¨®n del propio producto tur¨ªstico que, muchas veces, est¨¢ basado en las condiciones naturales del sitio. Si estas se destruyen, dejar¨ªan de ser un destino atractivo, lo que mermar¨ªa las rentas que generan y permiten la supervivencia de la poblaci¨®n local.
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