Este centro de Barcelona quiere sanar a los defensores de derechos humanos del mundo
La Asociaci¨®n Exil atiende psicol¨®gicamente a refugiados y migrantes traumatizados por la guerra, la tortura, la violencia sexual o la migraci¨®n
Un trauma es una huella duradera, que un choque o impresi¨®n intensa negativa deja en el subconsciente de una persona y que esta no puede, o tarda, en superar. En diferentes lugares del mundo hay personas que ha vivido situaciones de violencia, a veces, inimaginables. Las consecuencias directas e indirectas en las v¨ªctimas y sus seres queridos son enormes en t¨¦rminos de tristeza, angustia, desaliento o miedo, que acaban da?ando su dignidad y equilibrio emocional.
Superar esos traumas no es f¨¢cil. Pero en esa tarea se embarc¨® hace 40 a?os el neuropsiquiatra Jorge Barudy junto a Franz Bar¨®, catedr¨¢tico de psiquiatr¨ªa ya fallecido. En 1976, con el apoyo de la Universidad Cat¨®lica de Lovaina (B¨¦lgica), crearon la Asociaci¨®n Exil en Bruselas, la primera organizaci¨®n del mundo dedicada a investigar y ofrecer atenci¨®n terap¨¦utica a personas exiliadas y refugiadas pol¨ªticas, muchas de ellas v¨ªctimas de tortura.
Barudy ten¨ªa 24 a?os y junto a su esposa hab¨ªa pedido asilo en B¨¦lgica en 1974, tras sobrevivir al encarcelamiento y la tortura del r¨¦gimen de Augusto Pinochet en Chile. ¡°Cuando una persona a la que le pas¨® algo terrible lo transmite, cambia su perspectiva¡±, explica el director y fundador de Exil. ¡°Quienes violan los derechos humanos lo hacen, no solo para propiciar da?o, sino para que sus v¨ªctimas dejen de ser, para negar su existencia¡±.
En 20 a?os de existencia, el centro ha atendido a m¨¢s de 3.500 personas provenientes de 70 pa¨ªses del mundo
Tras unos a?os en B¨¦lgica, Barudy se traslad¨® a Espa?a, pa¨ªs que hab¨ªa vivido una Guerra Civil y una dictadura de m¨¢s de 40 a?os. ¡°La transici¨®n democr¨¢tica aqu¨ª nunca plante¨® el da?o que se hab¨ªa hecho a las v¨ªctimas de la guerra y el r¨¦gimen. No hab¨ªa ning¨²n programa para su reparaci¨®n, por eso nos pareci¨® importante abrir una sede aqu¨ª¡±, explica el doctor. Con el tiempo, empezaron a trabajar estrechamente con Amnist¨ªa Internacional, en programas de protecci¨®n a defensores de derechos humanos.
Hoy, Exil lo forma un equipo de entre 12 y 14 especialistas en psicolog¨ªa, psiquiatr¨ªa, educaci¨®n social, terapias art¨ªsticas o animaci¨®n sociocultural, entre otras disciplinas. Trabajan con solicitantes de asilo, infancia, v¨ªctimas de guerra, de malos tratos, de abusos, de violencia machista, migrantes y defensores de derechos humanos. En total, han atendido a m¨¢s de 3.500 personas provenientes de m¨¢s de 70 pa¨ªses del mundo.
¡°Cuando piden ayuda despu¨¦s de a?os, la persona puede responder positivamente, conseguir desbloquear esos traumas y ver una recuperaci¨®n que le permita volver a tomar las riendas de su vida¡±, afirma Patricia Jir¨®n, psic¨®loga en el Centro Exil de Barcelona desde hace m¨¢s de 20 a?os. Su padre, Arturo Jir¨®n, fue ministro de salud y m¨¦dico personal del presidente chileno Salvador Allende. Adem¨¢s, fue una de las personas que estuvo junto al mandatario el d¨ªa en que decidi¨® quitarse la vida en 1973. ¡°Lo que ha dado sentido a mi trabajo lo conecto con mi historia personal, por el hecho de haberme tenido que exiliar con mi familia durante la ¨¦poca de la dictadura¡±, explica. ¡°Mi padre estuvo en un campo de concentraci¨®n casi un a?o. Venezuela nos acogi¨®, as¨ª como a muchas otras personas refugiadas que ven¨ªan huyendo de las dictaduras militares de los setenta. Esa experiencia de exilio y acogida me ha servido para poder conectar y empatizar con las personas que atendemos aqu¨ª¡±
Exil intenta ayudar las v¨ªctimas de traumas a resignificar su historia, a desculpabilizarse y a no sentir verg¨¹enza de lo vivido. ¡°Es importante tomar en cuenta el contexto, saber su historia previa y actual. Otro elemento fundamental es el trayecto. Si la persona no tiene una sociedad de acogida saludable, lo m¨¢s probable es que se quede fijada en el trauma¡±.
En estos a?os, Jir¨®n ha acompa?ado a muchos defensores de derechos humanos (mayoritariamente de Colombia y M¨¦xico) que est¨¢n en riesgo por su activismo y que, durante seis meses o un a?o, reciben protecci¨®n en Espa?a. ¡°Este tiempo les sirve para replantearse su vida y ver si la van a enfocar al retorno o al no retorno¡±, se?ala la psic¨®loga.
Diana Mart¨ªnez es una de ellas. Lideresa y comunicadora social en medios alternativos rurales en Colombia, ha estado acogida durante seis meses en el Programa Catal¨¢n de Protecci¨®n de Defensores y Defensoras de los Derechos Humanos. ¡°Si estamos defendiendo los derechos humanos, es fundamental enfocarnos en el cuidado y el bienestar como persona. Para poder atender las demandas de las comunidades, es esencial estar sana en todas las dimensiones¡±, reconoce. ¡°Antes de venir aqu¨ª nunca me lo hab¨ªa planteado, tambi¨¦n por la falta de recursos¡±.
¡°La entrega de la mayor¨ªa de las y los defensores de derechos humanos es tan grande que suelen descuidar su propio autocuidado emocional¡±Patricia Jir¨®n, psic¨®loga en el Centro Exil de Barcelona
Al igual que Mart¨ªnez, Ana Lilia Prado tambi¨¦n fue acogida por el Programa Catal¨¢n y atendida por Exil. Es defensora de la comunidad de Nahuatzen, en la regi¨®n mexicana de Michoac¨¢n. Para ella, que Jir¨®n fuese migrante fue muy importante para sentirse comprendida y sobrellevar la situaci¨®n. ¡°Al estar lejos de mi comunidad, la terapia me hizo ver la lucha desde afuera, tanto la colectiva, como la personal. Fue muy importante para reflexionar y buscar posibles soluciones¡±.
En el caso de los defensores de derechos humanos, Jir¨®n afirma que las terapias colectivas propician un acompa?amiento mutuo en el dolor. Algo especialmente importante para personas que se suelen mostrar como fuertes ante los dem¨¢s.
Adem¨¢s de esta atenci¨®n psicosocial, es importante que las personas defensoras integren el autocuidado d¨ªa a d¨ªa, tal y como comenta la psic¨®loga. ¡°El activismo social requiere de un gran compromiso que implica invertir tiempo y correr riesgos. La entrega de la mayor¨ªa de defensores de derechos humanos es tan grande que suelen descuidar su propio autocuidado emocional. Una persona que no se cuida a s¨ª misma no puede entregarse a los dem¨¢s y a su forma de estar en el mundo. Es un desgaste constante, un estr¨¦s acumulativo con secuelas nefastas¡±.
Y en el caso de las mujeres defensoras, el desgaste es todav¨ªa mayor. ¡°M¨¢s all¨¢ de la labor que hacemos, donde nos enfrentamos todos los d¨ªas al machismo y los estereotipos de g¨¦nero, se nos ataca en nuestra vida personal por ser lideresas. Y no solo son ataques f¨ªsicos, golpes¡ sino tambi¨¦n psicol¨®gicos que afectan a nuestra autoestima¡±, critica la colombiana Diana Mart¨ªnez.
El poder del perd¨®n
Hay quienes hablan del poder del perd¨®n para sanar. Durante mucho tiempo, incluso hoy en d¨ªa, libros de autoayuda y profesionales de la psicolog¨ªa insisten en que el perd¨®n alivia el dolor. Desde Exil lo cuestionan. ¡°El tema es personal y est¨¢ permeado por las creencias y la tradici¨®n religiosa¡±, apunta el neuropsiquiatra Jorge Barudy. ¡°Trabajamos m¨¢s con el tema de la exoneraci¨®n: hacer todo lo posible para que quienes hicieron da?o no determinen la vida de la persona que sufri¨® el trauma. El objetivo es reparar el da?o, no preocuparse del que da?¨®, que en muchos casos ni siquiera se arrepiente¡±, apunta. Jir¨®n opina lo mismo: ¡°No es verdad que si no perdonas no te puedes recuperar. ?C¨®mo puedes perdonar a alguien que te ha torturado, que ha querido destruirte? Aqu¨ª transmitimos a los pacientes que son libres de perdonar o no. Que se coloquen en un plano horizontal, no tanto de v¨ªctimas, sino de supervivientes, y ah¨ª decidan¡±.
Para Jir¨®n lo esencial es que las personas defensoras, as¨ª como toda la ciudadan¨ªa, tome conciencia de sus h¨¢bitos y de la importancia del autocuidado. ¡°Es bueno reconocer que no somos robots. Es necesario buscar qu¨¦ cosas nos hacen desconectar de tanto sufrimiento e injusticia. Si no somos conscientes de los momentos que nos hacen fortalecernos, nos vamos debilitando, nos volvemos muy fr¨¢giles y nos enfermamos. Porque lo que tu boca no habla, tu cuerpo lo enferma¡±.
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