Los n¨®madas mauritanos que navegan en espa?ol: ¡°Arriba, arriba¡±, ¡°orza, tim¨®n¡±
La comunidad de pescadores imraguen a¨²n emplea palabras espa?olas para la navegaci¨®n. Es el legado de la presencia de trabajadores canarios durante d¨¦cadas en las costas mauritanas, hasta la retirada del S¨¢hara Occidental. Sus lanchas de vela latina, heredadas de los canarios, son su principal medio de subsistencia y un s¨ªmbolo del intercambio de saberes marineros
![barca Mauritania](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/6KQT4FPVQBBDFLOZ2HAQWPPLK4.jpg?auth=5d2513e671be4230f224fff6dc26dd4865ffb37f3032808b1d0e3b1230b94f16&width=414)
![Jos¨¦ Naranjo](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F97cb33d0-c73c-4345-b4a6-84df3b3ca966.png?auth=3078fd997467910eda56035b546557e4ccb7d611eca3afa695f9c497490d02ad&width=100&height=100&smart=true)
Amanece en R¡¯gueiba, al norte de Mauritania. Decenas de gaviotas, garzas y cormoranes revolotean por todas partes y se afanan en procurarse el desayuno, mientras el sol, borroso por la bruma de la ma?ana, trepa por los m¨¢stiles inm¨®viles de las embarcaciones de pesca que dormitan en la arena de la playa. Son las tamunant, las barcas de vela latina que han permitido al pueblo imraguen mantener su forma tradicional de vida sin agredir a la naturaleza, su mejor arma en la batalla que libran por sobrevivir en este rinc¨®n del mundo encajonado entre mar y desierto, ambos inmensos, y amenazado por la globalizaci¨®n. Estas barquillas llegaron desde las cercanas Islas Canarias y preservan un v¨ªnculo que a¨²n perdura, pero que se apaga lentamente.
El capit¨¢n El Bar Rekon, veterano marino, se levanta temprano y atraviesa los pasillos de arena entre un pu?ado de precarias casetas de madera rumbo a su barca. Tras preparar los aparejos y revisar que todo est¨¢ en orden, se hace a la mar. ¡°Arriba, arriba¡±, le pide a su ayudante en un n¨ªtido espa?ol mientras despliega la vela que se infla con el ¡°vienti¡±, como dice Rekon. ¡°Orza, tim¨®n, macho arriba, macho abajo¡±: casi todas sus expresiones marineras proceden del castellano, igual que ¡°galleta¡±, ¡°agua¡± o ¡°faluga¡±, que viene del t¨¦rmino fal¨²a. La huella de los pescadores canarios que faenaron durante siglos en esta zona se deja sentir a cada paso. Los p¨¢jaros revolotean junto a la barca y solo se escucha el sonido de la quilla y el suave crujido de la madera.
La navegaci¨®n a motor est¨¢ prohibida desde que se cre¨® el parque nacional de la Banc d¡¯Arguin en 1976 a instancias del naturalista franc¨¦s Th¨¦odore Monod y con el objetivo principal de proteger un ecosistema ¨²nico, zona de cr¨ªa de millones de aves. Sin embargo, aqu¨ª tambi¨¦n vive desde hace siglos el pueblo imraguen, unos 3.000 en la actualidad, los ¨²nicos mauritanos dedicados hist¨®ricamente a la pesca a quienes define precisamente esta actividad econ¨®mica. Desperdigados en un pu?ado de asentamientos costeros, los primeros llegaron hace m¨¢s de 10 siglos procedentes de los estratos m¨¢s bajos de diferentes tribus n¨®madas de pastores de camellos y comerciantes del desierto y encontraron la manera de sobrevivir gracias al mar y a la enorme riqueza ictiol¨®gica del lugar.
¡°Su principal m¨¦todo de pesca era a pie¡±, asegura Gabriel Hatti, quien particip¨® en la creaci¨®n del parque nacional y fue su director durante cinco a?os. ¡°Los pescadores se apostaban en una duna alta y, desde la distancia, ve¨ªan el banco de peces. Entonces bajaban a la playa y avanzaban caminando dentro del mar de dos en dos, desplegando sus redes¡±, explica Nounou Abderram¨¢n, de la Asociaci¨®n Cultural para la Defensa del Patrimonio Cultural Imraguen. La escasa altura de los arenosos fondos de la Banc d¡¯Arguin, que supon¨ªa un peligro para los grandes barcos, permit¨ªa este tipo de pesca a pie. Sin embargo, los pescadores canarios ten¨ªan la f¨®rmula para sortear este problema.
Su presencia en estas aguas data de al menos el siglo XVI y se intensific¨® a partir del XVIII, seg¨²n recogieron el aventurero escoc¨¦s George Glass en 1764 y, posteriormente, el naturalista Sabin Berthelot y el ilustrado canario Viera y Clavijo. Llegaban desde el Archipi¨¦lago en busca de corvinas, chernes, samas o atunes en goletas y balandros a vela que, a partir del siglo XIX, ten¨ªan adosadas una barquilla o lancha a cada lado que utilizaban para adentrarse en las aguas m¨¢s someras de la Banc d¡¯Arguin. Durante siglos, estos pescadores isle?os trabaron relaci¨®n con los pobladores de la costa, con quienes intercambiaban gofio (harina de cereales), pescado y otros productos a cambio de poder tocar tierra para reparar sus redes y sus barcos y reabastecerse de agua dulce.
Los pescadores canarios ten¨ªan la f¨®rmula para pescar en arenosos fondos de baja altura
¡°Esta es una historia de perdedores que se resisten a perder, de supervivencia de dos pueblos de ambas orillas, que viven de espaldas entre s¨ª sin saber que pueden hablar una misma lengua, la del mar. Muchos en Canarias hemos vivido de espaldas a ?frica, ignorando historias que hemos protagonizado y que sirven de puente. El modo de vida de los imraguen, los guardianes de esa reserva natural, est¨¢ en serio peligro. Y nuestras barquillas han sido importantes en su devenir¡±, asegura Ayoze O¡¯Shanahan, director de un documental que comenzar¨¢ a rodarse este a?o tanto en Mauritania como en Espa?a y que ya cuenta con financiaci¨®n del Gobierno canario y la Radio Televisi¨®n Canaria, entre otros, as¨ª como con el apoyo de la Embajada de Espa?a en Mauritania.
A unos 250 kil¨®metros al norte de R¡¯gueiba, el viejo cementerio cat¨®lico de Nuadib¨² luce abandonado pero los registros de personas que fueron enterradas all¨ª, custodiados en una peque?a iglesia redonda en lo alto de un mont¨ªculo de arena, son una joya hist¨®rica. ¡°A?o 1954: Hern¨¢ndez, F¨¦lix Tav¨ªo; Fos, Philippe Jean; Juan Novo (naufragio); Hern¨¢ndez, Gregorio Aparicio; Morales, Luis Rodr¨ªguez. A?o 1955: Francisco Rodr¨ªguez Sosa; Vicente Rodr¨ªguez; Gomis. A?o 1956: Gregorio Cabrera Camacho, ahogado; Arbelo Rodr¨ªguez; Ralec, Jean (langostero), ahogado; Andr¨¦s Castillo Santana, ahogado¡±.
Estos nombres y fechas, recogidos en una vieja libreta de escuela, son una de las pruebas de la importante presencia de espa?oles en Nuadib¨², llamada Port ?tienne en la ¨¦poca colonial, durante el siglo XX, hoy un pujante puerto pesquero y comercial. Otra evidencia se esconde entre miles de legajos de un museo de Saint Louis, en la vecina Senegal. Un censo de poblaci¨®n de 1929 de la colonia francesa de Mauritania revela que estaba habitada por 322.050 personas, entre ellos 147 extranjeros (tres italianos, dos sirios y 142 canarios, de los que 136 eran varones adultos).
La explotaci¨®n internacional del caladero
?Qu¨¦ empuj¨® a todos estos hombres a instalarse en Port ?tienne en lugar de ir y venir entre Mauritania y las Islas Canarias como ocurri¨® durante siglos? Los historiadores coinciden en que el hecho fundamental fue la creaci¨®n de la Sociedad Internacional de la Gran Pesca (SIGP) en 1920, poco despu¨¦s de la creaci¨®n de la propia ciudad. Francia pretend¨ªa explotar de manera sistem¨¢tica el caladero y para ello requer¨ªa de una empresa sobre el terreno. La SIGP compraba buena parte del pescado a los canarios durante todo el a?o, resultaba m¨¢s rentable establecerse y vender que llevar el producto de vuelta a Canarias. Entre los a?os veinte y setenta del siglo pasado, cientos de ellos nacieron, vivieron y murieron en Nuadib¨². A¨²n hoy, miles de mauritanos de esta ciudad del norte recuerdan su presencia.
Los pescadores imraguen, sabedores de la eficacia de las barquillas en la Banc d¡¯Arguin y capaces de repararlas una y otra vez, se las fueron comprando a quienes se iban.
Junto al puerto artesanal, el veh¨ªculo se mueve con dificultad entre el trasiego de pescadores africanos que regresan de faenar y ni?os que corretean descalzos. Es el barrio de La Charka. ¡°Mira, aqu¨ª estaba la tienda de Fefo. Todas estas casas eran de los canarios¡±, asegura Antonio Santana Ruiz, propietario de una empresa de exportaci¨®n de pescado y ¨²ltimo de una estirpe de tres generaciones que habit¨® en la ciudad. Fue durante este periodo que el v¨ªnculo entre los imraguen y los pescadores isle?os, sobre todo procedentes de Lanzarote, se estrech¨® a¨²n m¨¢s. ¡°Hab¨ªa una confianza total entre ambos, una relaci¨®n cooperativa. Hay historias que circulan entre nuestro pueblo que hablan de que cuando hab¨ªa tormenta, los grandes barcos canarios ven¨ªan a proteger las lanchas de los imraguen hasta que pasara el peligro. Era una relaci¨®n de amistad¡±, explica Abderram¨¢n.
Sin embargo, la decadencia de la SIGP, que desaparece de Nuadib¨² en 1970, y la retirada espa?ola del Sahara Occidental en 1975, el cord¨®n umbilical que un¨ªa a los canarios con su tierra y sus familias, supuso un duro golpe y marc¨® el regreso de cientos de familias. Los pescadores imraguen, sabedores de la eficacia de las barquillas en la Banc d¡¯Arguin y capaces de repararlas una y otra vez, se las fueron comprando a quienes se iban. Sin los recursos y los conocimientos para construirlas, en los a?os ochenta tan solo quedaban 152 lanchas, algunas inutilizables. Su desaparici¨®n hubiera sido una cat¨¢strofe. Por ello, en 1989 y gracias a la cooperaci¨®n holandesa, nace un plan de restauraci¨®n y construcci¨®n de barcas as¨ª como de formaci¨®n de j¨®venes imraguen, ejecutado por el carpintero naval Joseph Canton. Diez a?os m¨¢s tarde se hab¨ªan restaurado 40 embarcaciones y construido 14. Hoy hay una carpinter¨ªa en R¡¯gueiba.
![Dos pescadores descargan sus capturas en R'gueiba, en el norte de Mauritania.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/PIYFBFRQ7NFFBIYXZMNCZZXSBI.jpg?auth=55a9b634b165fa49acaeb24930aa8e9a943127b22620d87fbf6a925c73811f63&width=414)
¡°Esas barcas aportadas a los imraguen fueron determinantes en la protecci¨®n del ecosistema del parque. Sin ellas, ?qu¨¦ existir¨ªa en su lugar?, ?qu¨¦ hubieran hecho los imraguen?, ?se hubieran quedado all¨ª o existir¨ªan a¨²n como tal?¡±, se pregunta en voz alta Gabriel Hatti. Hoy en d¨ªa, la amenaza viene de la mano de la globalizaci¨®n. En la cercana ciudad de Chami, nacida al socaire de la fiebre del oro encontrado en el desierto, cientos de mauritanos venidos de diferentes rincones sue?an con un golpe de fortuna. Decenas de j¨®venes imraguen tambi¨¦n quieren ser ricos o tener un coche o construir su casa en un acomodado barrio de la capital. ¡°Muchos sue?an con irse, la vida no es f¨¢cil aqu¨ª. Nuestra cultura est¨¢ amenazada¡±, explica Mohamed Salem, vecino de R¡¯gueiba, ¡°tenemos que protegerla y cuidarla y por eso estas barcas son clave¡±.
Sentada sobre una gran vela triangular, Fatimata cose con esmero mientras r¨ªe y conversa con otras mujeres. En el patio de su humilde casa cuelgan los pescados secos como si fueran ropa tendida. Ellas son quienes mejor conocen los secretos del secado y salado de las lisas, la especie de la que los imraguen obtienen no solo alimento sino tambi¨¦n un viscoso aceite que, seg¨²n cuentan, tiene propiedades medicinales. Por la noche a veces se escucha en R¡¯gueiba la m¨²sica y las palmas de las mismas mujeres que se esfuerzan por mantener viva la hoguera de una cultura. En pocos meses comienza la zafra de la lisa, la temporada alta de pesca cuando decenas de imraguen que se fueron regresan a sus pueblos. En las noches de octubre las historias antiguas de esas gentes venidas de lejos que una vez pescaron aqu¨ª codo con codo con los imraguen volver¨¢n a escucharse entre susurros. Con sus barcas como testigos.
Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter, Facebook e Instagram, y suscribirte aqu¨ª a nuestra ¡®newsletter¡¯.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Sobre la firma
![Jos¨¦ Naranjo](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F97cb33d0-c73c-4345-b4a6-84df3b3ca966.png?auth=3078fd997467910eda56035b546557e4ccb7d611eca3afa695f9c497490d02ad&width=100&height=100&smart=true)