Cuando la sanidad se convierte en arma de guerra
Trabajadores de la salud de Myanmar aseguran que est¨¢n siendo atacados intencionalmente por el Ej¨¦rcito para impedir que ofrezcan atenci¨®n m¨¦dica en las ¨¢reas controladas por los rebeldes
Emily y su compa?ero conduc¨ªan una unidad m¨®vil sanitaria cerca de la frontera entre Tailandia y Myanmar, el pasado octubre, cuando las fuerzas militares comenzaron a perseguirlos. ¡°En mitad de la ruta, los soldados de la junta nos descubrieron, nos persiguieron, y empezaron a disparar¡±, recuerda Emily.
La pareja, obligada a abandonar el resto de su unidad, corri¨® hacia la jungla. Ella acab¨® recibiendo un disparo en el hombro. Seis meses despu¨¦s, Emily, que no facilita su nombre completo por razones de seguridad, incide en que sigue decidida a prestar atenci¨®n m¨¦dica a pesar de los peligros. El trabajo de enfermera de Emily ¡ªque antes era directora de hospital¡ª en el Estado de Karenni (Kayah, al este de Myanmar, escenario de algunos de los combates recientes m¨¢s intensos), le hace correr un riesgo especial. ¡°Est¨¢n dispuestos a dispararte, a perseguirte y a hacer cosas terribles¡±, explica refiri¨¦ndose a la junta militar, que opina, ataca particularmente a los trabajadores sanitarios.
En 2022, el pa¨ªs registr¨® el tercer nivel m¨¢s alto de violencia en el mundo, con un n¨²mero estimado de 20.000 civiles y combatientes muertos en conflictos pol¨ªticos
Los nuevos datos sobre el seguimiento de la violencia de la asociaci¨®n de expertos en seguridad Insecurity Insight muestran que el personal sanitario es el blanco m¨¢s frecuente en Myanmar. Desde febrero de 2021 hasta septiembre de 2022, 750 sanitarios fueron detenidos y hubo 140 redadas en hospitales. En total, 56 sanitarios fueron asesinados. La mayor¨ªa de los incidentes se atribuyen a las fuerzas del Consejo de Administraci¨®n Estatal (SAC, por sus siglas en ingl¨¦s) de la junta o a las fuerzas policiales dirigidas por la junta. ¡°No se trata de incidentes aislados¡±, se?ala Christina Wille, directora de Insecurity Insight. ¡°Son parte de lo que sucede y lo que destruye Myanmar en este momento¡±.
Aunque algunos ataques son indiscriminados, otros constituyen una t¨¢ctica deliberada dise?ada para evitar que los trabajadores sanitarios presten cuidados m¨¦dicos, explica Wille. ¡°Son un objetivo muy concreto por el importante papel que desarrollan dentro de las comunidades, por el respeto que estas les tienen y por lo importantes que son para mitigar la violencia, el conflicto y la desintegraci¨®n de la sociedad¡±.
Desde que los militares se hicieron con el poder en Myanmar en febrero de 2021, la junta y las fuerzas de oposici¨®n libran un sangriento conflicto que ha provocado que miles de personas mueran y que cientos de miles sean expulsadas de sus hogares. En 2022, el pa¨ªs registr¨® el tercer nivel m¨¢s alto de violencia en el mundo, con un n¨²mero estimado de 20.000 civiles y combatientes muertos en conflictos pol¨ªticos. Los asesinatos, las detenciones y las torturas se han convertido en habituales, mientras que la cifra de personas que necesitan ayuda humanitaria asciende a 17,6 millones. La intensidad de la violencia qued¨® patente el pasado mes de abril. Unas 100 personas murieron despu¨¦s de que el ej¨¦rcito de Myanmar lanzase bombas durante la celebraci¨®n de un encuentro p¨²blico en la regi¨®n noroccidental de Sagaing.
Ataques dirigidos
M¨¢s de dos a?os despu¨¦s del golpe, los representantes del Gobierno de Unidad Nacional (NUG, por sus siglas en ingl¨¦s, el Gobierno civil en el exilio formado tras el golpe) controlan aproximadamente la mitad del pa¨ªs, en gran parte debido a la fuerza de los grupos armados de resistencia. En total, se calcula que alrededor de 60.000 personas componen m¨¢s de 250 grupos opositores diferentes, entre ellos las organizaciones armadas ¨¦tnicas, muchos de los cuales est¨¢n asociados con la Fuerza de Defensa Popular (PDF, por sus siglas en ingl¨¦s), el brazo armado del NUG.
Los observadores creen que una de las razones por las que los militares atacan a los trabajadores sanitarios es evitar que la atenci¨®n m¨¦dica llegue a las fuerzas de resistencia. Los ataques tienen lugar en todo el pa¨ªs en lugar de concentrarse en un solo lugar, y parecen dirigidos a las propias instituciones, no solo a los profesionales sanitarios. Un m¨¦dico del Estado de Chin, que pide anonimato por razones de seguridad, cuenta que cuando el personal sanitario logr¨® escapar de un ataque en la ciudad de Matupi, los militares quemaron todos los medicamentos y suministros. ¡°Detuvieron [y mataron] a dos de nuestros sanitarios, otros dos est¨¢n en la c¨¢rcel¡±, relata.
Chaw Su Aung era una estudiante universitaria antes del golpe, pero dej¨® sus estudios para ser voluntaria como trabajadora sanitaria con la Fuerza de Defensa Popular. Trabaja en un hospital en una zona liberada en la regi¨®n de Sagaing, bajo el mando del NUG, y sigue a los soldados de la PDF en combate. Cuando las fuerzas de la junta se enteraron de su participaci¨®n, incendiaron su casa y su familia se vio obligada a abandonar su hogar.
Una enfermera que trabaja en un campamento de desplazados relata que duerme en un trozo de lona y que no tiene d¨®nde lavarse. ¡°Nos contagiamos de ti?a¡±, asegura
La sanitaria, consciente de los riesgos que conlleva su trabajo, explica que las atrocidades que los militares cometen la animan a hacerlo. ¡°Matan a personas inocentes, violan a mujeres y roban las pertenencias a la gente de nuestra zona. Cuando veo eso, me motiva¡±, dice. A?ade que, aunque tiene miedo cuando corre bajo las balas, siente m¨¢s preocupaci¨®n por sus pacientes que por ella misma. ¡°Una vez, cuando me encontraba cerca de una de las aldeas, los militares dispararon artiller¨ªa pesada contra el lugar y muchas casas ardieron¡±. Sus compa?eros sanitarios y ella siguieron adelante para atender a una anciana que hab¨ªa sufrido quemaduras graves. ¡°Muchas personas se escond¨ªan cerca del muro de ladrillos. No nos importaba, busc¨¢bamos a los heridos¡±. Una enfermera voluntaria de 58 a?os de Loikaw, la capital del Estado de Karenni, que tambi¨¦n pide permanecer en el anonimato por razones de seguridad, cuenta que intent¨® prestar atenci¨®n sanitaria bajo la artiller¨ªa pesada. ¡°Conseguimos atender a una persona, pero los militares siguieron disparando, creo que durante cuatro d¨ªas, y tuvimos que irnos¡±, recuerda. El paciente sobrevivi¨®.
El personal sanitario en Myanmar trabaja a menudo como voluntario y debe soportar unas duras condiciones de vida mientras busca a desplazados o a personas que viven escondidas y que necesitan atenci¨®n. Seg¨²n el organismo de Naciones Unidas para los refugiados, Acnur, unas 982.000 personas han sido desplazadas dentro de Myanmar desde el golpe. Y muchas m¨¢s se han refugiado en pa¨ªses vecinos. La mayor¨ªa de los campamentos solo tienen instalaciones rudimentarias e infraestructuras limitadas. La enfermera de Loikaw relata que duerme en un trozo de lona y no tiene d¨®nde lavarse en el campamento de desplazados en el que trabaja. ¡°Nos contagiamos de ti?a¡±, asegura, y a?ade que, debido a las malas condiciones de vida, el c¨®lera, la diarrea y las enfermedades de la piel son frecuentes.
Un sistema destruido
Las malas condiciones en las que viven muchos desplazados crean problemas de salud adicionales en las zonas rurales, mientras que el conflicto en s¨ª causa heridas por el fuego de artiller¨ªa, los artefactos explosivos improvisados y las minas terrestres. Pero las m¨¢s habituales son las heridas de motocicleta de gente que intenta huir de sus aldeas cuando se acercan los militares, seg¨²n la enfermera voluntaria.
Los ataques a los trabajadores sanitarios y a sus instalaciones limitan cada vez m¨¢s el acceso a la atenci¨®n que necesitan los civiles. ¡°El hecho de que el conflicto afecte a todo el sistema sanitario es muy preocupante. Har¨¢ que la experiencia sea mucho m¨¢s profunda y traum¨¢tica para toda la sociedad¡±, se?ala Wille, directora de Insecurity Insight, y a?ade que cuanto m¨¢s dure la violencia, m¨¢s se debilitar¨¢ el sistema sanitario.
En algunos casos, es posible que desaparezcan los centros sanitarios que exist¨ªan. Seg¨²n Insecurity Insight, se registraron 14 incidentes de da?os o destrucci¨®n (ataques a¨¦reos, explosivos, incendios y vandalismo) de instalaciones sanitarias en Myanmar entre abril y septiembre de 2022.
El m¨¦dico del Estado de Chin, que ahora vive en la frontera entre India y Myanmar, afirma que encontrar asistencia m¨¦dica en su zona ahora implica un viaje de entre cinco y 10 d¨ªas, dependiendo del medio de transporte.
El hecho de que el Consejo de Administraci¨®n Estatal gestione ahora los hospitales p¨²blicos en las zonas controladas por la junta es en s¨ª mismo un elemento disuasorio para muchos de los que necesitan atenci¨®n. En otros lugares, el acceso a equipos y suministros tambi¨¦n puede ser limitado. ¡°El mayor problema es cuando el paciente tiene que tomar medicamentos, pero no tengo ninguno para recetar¡±, afirma la enfermera voluntaria en Loikaw. ¡°Hab¨ªa una mujer embarazada que ten¨ªa que dar a luz, pero no pudo hacerlo en la fecha prevista y sufri¨® mucho. Lloramos juntas¡±.
De vez en cuando, los sanitarios encuentran donantes y organizaciones para enviar suministros. Pero incluso entonces, los costes de transporte son altos y existe el riesgo de que los militares no permitan que pasen por los puestos de control, asegura el m¨¦dico de Mizoram. ¡°Si dejan que pasen, exigen una gran cantidad de dinero, de 30.000 a 40.000 kyats (entre 12 y 18 euros)¡±, explica. Y luego est¨¢ el bloqueo de las comunicaciones que imponen los militares, lo que limita a los trabajadores sanitarios para ponerse en contacto entre ellos, buscar asesoramiento e investigar.
Los problemas pr¨¢cticos que provoca la falta de suministros y equipos, junto con la constante amenaza de muerte o detenci¨®n, suponen una enorme carga para los sanitarios. Cuanto m¨¢s dura esta situaci¨®n, asegura Wille, m¨¢s dif¨ªcil les resulta cuidar su propia salud mental. Pero para los que prestan atenci¨®n sanitaria, esas preocupaciones han quedado en un segundo plano. Como dice Chaw Su Aung, la estudiante convertida en sanitaria: ¡°Pueden matarme en cualquier momento, pero quiero terminar lo que empec¨¦¡±.
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