La batalla de los siekopai por recuperar su ¡°hogar ancestral¡±: documentos jesuitas para acreditar la posesi¨®n de la tierra
Justino Piaguage, l¨ªder de un grupo ind¨ªgena repartido entre Ecuador y Per¨², lidera el proceso judicial para demostrar la propiedad de un territorio. Su batalla legal contra el Estado puede servir de precedente a otras comunidades amaz¨®nicas
Cuando la pandemia de covid-19 golpe¨® a los siekopai con la muerte de dos ancianos y un maestro, una abuela record¨® c¨®mo su padre, casi 100 a?os atr¨¢s, hab¨ªa superado un cuadro gripal con ¡°fiebres alt¨ªsimas¡± gracias a una infusi¨®n hecha a base de plantas que nacen en P?'k?ya, la tierra originaria de este grupo ind¨ªgena, uno de los 14 reconocidos en Ecuador. ¡°Los m¨¦dicos nos mandaban paracetamol y aislamiento, pero no nos funcionaba¡±, afirma Justino Piaguage (San Pablo de Kat?tsiaya, Ecuador, 46 a?os), l¨ªder de la naci¨®n siekopai. La separaci¨®n absoluta de una persona dentro de una comunidad que concibe la vida de forma colectiva y en continuo movimiento les resultaba imposible. ¡°Escuch¨¦ a los abuelos y entend¨ª que el remedio que a nosotros nos salvar¨ªa no se encontraba en la medicina moderna, sino en nuestra tierra sagrada¡±. De esta selva, tambi¨¦n conocida como Lagartococha (en la frontera entre Ecuador y Per¨²), sus antepasados fueron expulsados en 1941, tras la guerra entre estos dos pa¨ªses latinoamericanos. Ahora, los siekopai batallan por recuperarla.
El pasado martes, tres jueces de la corte de Sucumb¨ªos (Ecuador) se trasladaron hasta San Pablo de Kat?tsiaya para dirimir si los siekopai tienen derecho a poseer el que consideran su hogar ¡°ancestral¡±, un derecho que reconoce la Constituci¨®n de Ecuador. Esta batalla legal contra el Estado, en la que este grupo ind¨ªgena ¡ªde tradici¨®n oral¡ª ha logrado demostrar con documentos de los jesuitas del siglo XVIII que son los pobladores originarios de esta tierra, puede servir de precedente a otras comunidades amaz¨®nicas que intentan recuperar el control sobre sus territorios.
El kwaraw?ko (jarabe en lengua paikoka) que usaron los siekopai durante la pandemia ilustra tanto la importancia de la tradici¨®n oral para esta comunidad, integrada por unas 2.000 personas repartidas entre Ecuador y Per¨², como la necesidad de recuperar su ¡°tierra ancestral¡± para evitar la ¡°extinci¨®n cultural¡± a la que se sienten abocados. ¡°Cuatro abuelos, desde su memoria hist¨®rica, buscaron las plantas con las que hab¨ªan visto curar de ni?os¡±, cuenta Piaguage. To?ajor¨¢ para la tos, pia?ta para aliviar la congesti¨®n entre la nariz y la frente, etapeko para el dolor de est¨®mago, kamukajoro para las articulaciones o painuni para el dolor de cabeza. ¡°Hicimos una infusi¨®n con ocho hierbas y los enfermos se recuperaban en dos o tres d¨ªas¡±, asegura Piaguage durante una entrevista en Barcelona, en el marco del proyecto Ciudades Defensoras de Derechos Humanos, recientemente organizado en varios municipios catalanes. Sin embargo, la ¡°memoria hist¨®rica¡± que les ayud¨® a recuperar su medicina tradicional no era suficiente para demostrar que son los pobladores originales del P?'k?ya.
El sue?o de los siekopai de recuperar este trozo de la selva amaz¨®nica naci¨® tras el Acta de Brasilia, el acuerdo firmado en 1998 entre Ecuador y Per¨² que puso fin a la disputa territorial entre ambos pa¨ªses. ¡°En 1999 organizamos el primer encuentro entre siekopai de Ecuador y Per¨², que permiti¨® la reunificaci¨®n de familias separadas durante 50 a?os, y empezamos a solicitar el reconocimiento de nuestro territorio ancestral, aunque pens¨¢bamos que no ten¨ªamos mucho sustento¡±, explica Piaguage. ¡°Nuestra cultura es oral y nos enfrent¨¢bamos a una Administraci¨®n que nos ped¨ªa documentos escritos¡±, a?ade.
Pero s¨ª hab¨ªa registros, los de los jesuitas que intentaron evangelizar la zona. Un manuscrito an¨®nimo de 1753, conservado en la Biblioteca P¨²blica de Nueva York, conten¨ªa ¡°unas 1.200 palabras¡± en paikoka, la lengua de los siekopai. ¡°Sabemos que es de los jesuitas porque fueron los ¨²nicos que llegaron en aquella ¨¦poca a este territorio, muy alejado del centro de la misi¨®n, en Quito [la actual capital de Ecuador]¡±, explica la antrop¨®loga argentina Mar¨ªa Susana Cipolletti, que colabor¨® en la investigaci¨®n. El t¨ªtulo del documento alude al ¡°R¨ªo Napo de los infieles¡± y a los r¨ªos ¡°Payohuages¡± y ¡°Senzehuages¡±, nombres en paikoka que han convertido el manuscrito en una prueba clave para evidenciar que llevan al menos varios siglos habitando las tierras de P?'k?ya. ¡°La tradici¨®n oral de los siekopai es muy precisa, pero en este documento la intelecci¨®n [entre la palabra en paikoka y en espa?ol] es casi total, lo que es muy interesante porque el texto es de 1753 y se trata de una lengua oral¡±, apunta Cipolletti, que ha participado en el proceso judicial como testigo.
La tradici¨®n oral de los siekopai es muy precisa, pero en este documento la intelecci¨®n [entre la palabra en paikoka y en espa?ol] es casi totalMar¨ªa Susana Cipolletti
Existen al menos cuatro documentos m¨¢s que avalan la presencia, como m¨ªnimo centenaria, de los siekopai en Lagartococha. ¡°Un jesuita espa?ol, el padre Manuel Joaqu¨ªn Uriarte, escribi¨® en el siglo XVIII Diario de un misionero de Maynas¡±, editado en Madrid en los a?os cincuenta del siglo XX, que alude a los siekopai, apunta Cipolletti. Tambi¨¦n hay rastros de la existencia de este grupo ind¨ªgena en el libro del jesuita Jos¨¦ Chantre y Herrera, Historia de las misiones, escrito tambi¨¦n en la segunda mitad del siglo XVIII y editado en 1903, y en ¡°una rareza de 1781¡å, un libro del jesuita alem¨¢n Franz Niclutsch, Noticias americanas de Quito y de los indios bravos del Mara?¨®n, que Cipolletti tradujo al espa?ol junto a otro colega.
El cuarto documento, el m¨¢s antiguo, es un escrito realizado con motivo de una expedici¨®n espa?ola en 1637. ¡°Es interesante, porque se cuenta que hubo una rebeli¨®n de los siekopai, que mataron a algunos soldados porque el capit¨¢n hab¨ªa dado un bofet¨®n a uno de ellos¡±, rememora la antrop¨®loga. ¡°El capit¨¢n no pod¨ªa entender que ese trato, que no era peor del que se le daba a un sirviente espa?ol, hubiera provocado tal rebeli¨®n. No comprend¨ªa que el castigo f¨ªsico no exist¨ªa ni entre los siekopai ni entre la mayor¨ªa de los grupos de la Amazon¨ªa, aunque s¨ª pudieran llegar a matar a alguien en una situaci¨®n dif¨ªcil¡±, a?ade.
Garantizar la supervivencia cultural
Piaguage es un experimentado litigador en defensa de un territorio ¡°que sufre fuertes presiones de explotaci¨®n petrolera y de monocultivo de palma¡±: lleva ya tres d¨¦cadas batallando para lograr la reparaci¨®n del da?o ambiental que la petrolera estadounidense Chevron-Texaco provoc¨® en su tierra. La compa?¨ªa extrajo petr¨®leo del subusuelo de esta zona de la Amazon¨ªa entre 1964 y 1992 y dej¨® cerca de mil balsas con restos de hidrocarburos, que contaminaron un mill¨®n y medio de hect¨¢reas de la selva y que siguen suponiendo un grave peligro para la salud y el entorno de esta regi¨®n de lagunas. Aunque Ecuador conden¨® a Chevron a una multa millonaria, la sentencia nunca lleg¨® a aplicarse: la petrolera llev¨® el caso ante la Corte Permanente de Arbitraje de la Haya, apelando a un tratado bilateral de protecci¨®n de inversiones firmado entre Estados Unidos y Ecuador, y el tribunal holand¨¦s rechaz¨® finalmente la sentencia ecuatoriana.
La lucha de Piaguage pasa ahora por la ¡°recuperaci¨®n del territorio ancestral¡±. La Constituci¨®n de Ecuador de 2008 reconoce en su art¨ªculo 57 a ¡°las comunas, comunidades, pueblos y nacionalidades ind¨ªgenas¡± el derecho a ¡°mantener la posesi¨®n de las tierras y territorios ancestrales y obtener su adjudicaci¨®n gratuita¡±, as¨ª como a ¡°participar en el uso, usufructo, administraci¨®n y conservaci¨®n de los recursos naturales renovables que se hallen en sus tierras¡±. Sin embargo, la legislaci¨®n preve¨ªa una excepci¨®n, la de los espacios, como el P?'k?ya, incluidos en el Sistema Nacional de ?reas Protegidas, para los que se contemplaba la cesi¨®n, pero no la propiedad. Hasta que en 2017 esta situaci¨®n cambi¨® con la aprobaci¨®n de Ley Org¨¢nica de Tierras Rurales y Territorios Ancestrales.
¡°Con todos estos argumentos, adem¨¢s de otros instrumentos jur¨ªdicos internacionales como la Declaraci¨®n de Derechos Humanos sobre Pueblos Ind¨ªgenas o la Declaraci¨®n Interamericana de Derechos de Pueblos Ind¨ªgenas, iniciamos las gestiones para recuperar nuestra tierra¡±, explica Piaguage. En 2021, la Defensor¨ªa del Pueblo de Ecuador exigi¨® la devoluci¨®n a los siekopai de las 42.535 hect¨¢reas que solicitaron ¡ªde un territorio de m¨¢s 100.000 hect¨¢reas en las que ya viven otros grupos ind¨ªgenas¡ª. Sin embargo, ante la inactividad del Estado, la comunidad siekopai tom¨® la decisi¨®n de demandarlo.
Si cuando miro al ¨¢rbol del ceibo no lo veo como la casa de los esp¨ªritus, sino que lo miro simplemente y pienso en serrar la madera y tener plata, ya he perdido el horizonte de la mirada siekopaiJustino Piaguage
En el juicio de primera instancia, los siekopai lograron ser reconocidos como pueblo ancestral del P?'k?ya, pero no la adjudicaci¨®n de las tierras, que es la decisi¨®n que el martes pasado se estudi¨® en San Pablo de Kaat?tsiaya, la comunidad siekopai a la que los jueces se trasladaron para celebrar el juicio. ¡°No creo que no se lo quieran adjudicar, pero ese territorio ya est¨¢ en manos de un par de etnias que no ten¨ªan nada que ver con esa zona, que llevan all¨ª viviendo 80 a?os y deber¨ªan aceptar ceder un poco de su tierra¡±, apunta Cipolletti. ¡°Nuestra petici¨®n no incluye ning¨²n territorio que ahora ocupen otras comunidades¡±, se?ala Piaguage, que asegura que apelar¨¢n a una tercera instancia si pierden este juicio.
La supervivencia cultural siekopai, considera Piaguage, requiere de ¡°este reconocimiento¡±, que les permitir¨¢ seguir reforzando sus lazos como comunidad. ¡°Podemos seguir siendo siekopai de forma f¨ªsica, pero nuestra existencia va mucho m¨¢s all¨¢. Porque yo puedo venir aqu¨ª y ponerme mi corona siekopai, pero si no tom¨® el yag¨¦ [ayahuasca] o el yoc¨® [infusi¨®n que se toma al despertar] o no hablo mi propio idioma ni miro a la selva como lo hac¨ªan mis abuelos, como una selva humanizada, no soy un verdadero siekopai¡±, explica el l¨ªder. E incide en la dimensi¨®n simb¨®lica de la selva: ¡°Si cuando miro al ¨¢rbol del ceibo no lo veo como la casa de los esp¨ªritus, sino que lo miro simplemente y pienso en serrar la madera y tener plata, ya he perdido el horizonte de la mirada siekopai¡±. Y si se llega a perder ese horizonte, augura, los siekopai habr¨¢n desaparecido.
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