Chinos en ?frica: una relaci¨®n compleja salpicada con tensiones raciales
Un incidente racista en Malaui vuelve a poner sobre la mesa la integraci¨®n en el continente africano de la comunidad asi¨¢tica, compuesta por aproximadamente un mill¨®n de personas
A finales de julio, el ciudadano chino Lu Ke fue expulsado de Malaui tras cumplir un a?o en prisi¨®n. Su delito, dado a conocer por la cadena brit¨¢nica BBC, hab¨ªa revuelto las tripas del p¨²blico subsahariano. Ke filmaba v¨ªdeos con ni?os africanos recitando en mandar¨ªn frases previamente memorizadas y luego los vend¨ªa, a modo de felicitaci¨®n personal, en las redes sociales de China. En uno de ellos, chavales de corta edad dec¨ªan ser ¡ªsin conocer el significado de sus palabras¡ª ¡°monstruos negros con bajo cociente intelectual¡±. Las im¨¢genes pod¨ªan llegar a costar 70 euros. Los ni?os recib¨ªan a cambio medio d¨®lar y eran castigados si se negaban.
El turbio negocio de Ke fue originalmente descubierto por el youtuber ghan¨¦s Wode Maya. A ra¨ªz de su denuncia, la BBC lanz¨® una investigaci¨®n sobre la floreciente industria de v¨ªdeos por encargo en los que menores africanos saludan o felicitan a individuos chinos. Los reporteros destaparon la red que hab¨ªa perge?ado Ke, camuflada como una escuela de lengua y cultura chinas en Malaui.
El caso despert¨® una tremenda indignaci¨®n en medios y redes. Y reaviv¨® el debate sobre la tensi¨®n racial entre las comunidades chinas de ?frica y las poblaciones locales. Un asunto que ya hab¨ªa saltado a la palestra anteriormente. Por ejemplo, en 2018, cuando Liu Jiaqi, un comerciante de motos, fue devuelto de Kenia al gigante asi¨¢tico tras ser grabado por uno de sus empleados llamando a los kenianos ¡°monos que huelen mal¡±. En la superpotencia asi¨¢tica, muchos recordar¨¢n a¨²n un anuncio publicitario de 2016 que contaba el ¡®milagro¡¯ de un detergente: transformar a un hombre negro manchado con pintura en un impoluto joven asi¨¢tico.
No hay datos oficiales sobre la cantidad de ciudadanos chinos instalados en el continente, aunque los c¨¢lculos m¨¢s fiables desmienten una idea muy asentada: la de inmensas oleadas del Lejano Oriente que llegan para echar ra¨ªces hasta en el ¨²ltimo conf¨ªn africano. Yoon Jung Park, directora de la principal red de investigaci¨®n sobre asuntos chinoafricanos, estima que la cifra ronda actualmente el mill¨®n, con n¨²meros significativos en Sud¨¢frica, Etiop¨ªa, Angola, Kenia o Zambia. Y Eric Olander, cofundador de la ONG China Global South Project, apunta que a finales de la pasada d¨¦cada se pudo llegar a los dos millones. Desde entonces, afirma, ¡°coincidiendo con el desplome de la actividad econ¨®mica de China en ?frica [debido a la mayor cautela de la superpotencia a la hora de invertir en el Sur global], las cifras han disminuido¡±. Calcula que hoy son no m¨¢s de 700.000, un porcentaje ¡°marginal¡± en un continente con m¨¢s de 1.200 millones de habitantes.
¡°En China, cuestionar al jefe es simplemente inaceptable, una norma cultural que no se da en ?frica. No ayuda que muchos jefes chinos traten de exprimir a sus empleados africanos, legal o ilegalmente¡±.Yoon Jung Park, directora de la principal red de investigaci¨®n sobre asuntos chinoafricanos
A pesar de los datos, abunda un mensaje ¡ªrepetido machaconamente por grupos de presi¨®n y medios, principalmente de Estados Unidos¡ª sobre ¡°los chinos yendo a ?frica con un af¨¢n colonizador¡±, explica Roos Visser, investigadora de la Universidad Vrije de ?msterdam que en abril public¨® un an¨¢lisis titulado Racializando las relaciones China-?frica. Este clich¨¦ ¡°no es ni mucho menos toda la verdad¡±, subraya por videoconferencia. Porque las interacciones entre chinos y africanos, apunta, tienen infinitos matices, imposibles de condensar y uniformizar. Y con respecto a las supuestas tendencias racistas de parte de la comunidad china, Visser se?ala que en sus investigaciones no hall¨® ¡°una tendencia racista tan extendida como se da a entender desde Occidente¡±. En su opini¨®n, existe un inter¨¦s estrat¨¦gico en sobredimensionar casos como el de Lu Ke en Malaui, cayendo con frecuencia en la ¡°exageraci¨®n hip¨®crita¡±.
Yoon Jung Park, por su parte, a?ade que el relato del ¡°peligro amarillo¡±, que pinta a los asi¨¢ticos como una amenaza para Occidente, tiene mucho p¨²blico en un contexto de rivalidad geopol¨ªtica. Y que este t¨®pico puede nutrir acusaciones de racismo (de chinos con africanos) parad¨®jicamente germinadas en otro racismo subyacente (el de occidentales con chinos). Para ella, el supuesto prejuicio sistem¨¢tico de las comunidades chinas en ?frica no es m¨¢s que un mito similar al de la trampa de deuda. Una leyenda ¡ªdescartada hace tiempo por los acad¨¦micos, aunque persistente en el imaginario colectivo¡ª seg¨²n la cual China presta fondos de forma masiva a ?frica con la intenci¨®n de comprometer su soberan¨ªa.
Visser y Park tampoco compran el relato id¨ªlico que emana del aparato propagand¨ªstico chino. Una dial¨¦ctica de terciopelo con su gran altavoz en el Foro de Cooperaci¨®n China-?frica. Es tambi¨¦n falso, sostienen, que las relaciones econ¨®micas y humanas entre ambas regiones se est¨¦n construyendo de igual a igual, sobre nobles motivaciones y una pura amistad sur-sur.
Grupos de presi¨®n y medios repiten un mensaje sobre ¡°chinos yendo a ?frica con un af¨¢n colonizador¡± que ¡°no es ni mucho menos toda la verdad¡±, opina la investigadora Roos Visser
Yendo de la macroeconom¨ªa a la microeconom¨ªa, ambas investigadoras admiten que en los entornos laborales africanos a menudo se repiten estereotipos con rancio aroma racial. ¡°He escuchado a muchos empresarios chinos decir que los negros son vagos y que adem¨¢s roban y no te puedes fiar de ellos¡±, asegura Park, cuyo trabajo de campo se basa en miles de entrevistas por todo el continente. Son clich¨¦s, prosigue esta investigadora estadounidense de origen surcoreano, surgidos en buena medida del choque entre distintas ¨¦ticas de trabajo. Y de formas divergentes de entender la noci¨®n de autoridad. ¡°En China, cuestionar al jefe es simplemente inaceptable, una norma cultural que no se da en ?frica. No ayuda que muchos jefes chinos traten de exprimir a sus empleados africanos, legal o ilegalmente¡±, agrega.
Visser introduce el concepto de jerarqu¨ªa como clave al interpretar las fricciones raciales chino-africanas. ¡°Una corriente de pensamiento presupone que solo puede ser racista quien tiene poder sobre el otro¡±, dice. Los ciudadanos chinos en ?frica se dividen en dos grandes grupos. De una parte, los expatriados, empleados con cargos de responsabilidad que trabajan all¨ª, especialmente en miner¨ªa e infraestructuras, durante un tiempo limitado. Por otra, migrantes que van a ?frica en busca de oportunidades, en principio, indefinidamente. Visser explica que algunos estudiosos consideran que los segundos nunca podr¨¢n ser racistas. Al menos no en sentido estricto. ¡°Seg¨²n este enfoque, quiz¨¢ lo sean en sus cabezas, pero no activamente¡±, asevera.
El caso de Lu Ke en Malaui ¡°responde al perfil del migrante chino en ?frica, sin ning¨²n contacto previo con gente de otras razas o culturas¡±, asegura Olander, de la ONG China Global South Project. Un reci¨¦n llegado con escasos recursos que aterriza en un pa¨ªs donde cunde la miseria. Un pobre entre una mayor¨ªa a¨²n m¨¢s pobre. ¡°Su proceder es claramente racista, aunque no refleja un racismo estructural como se da en EE UU o Europa¡±, zanja Park.
En pa¨ªses como Zambia, las autoridades suelen mirar hacia otro lado cuando se denuncian abusos. No diferencian entre China como potencia que lleva inversi¨®n y prosperidad, y la conducta de particularesYoon Jung Park, investigadora
Toda esta complejidad tambi¨¦n puede explicar por qu¨¦ algunos Estados africanos hacen la vista gorda ante comportamientos denigrantes. ¡°En pa¨ªses como Zambia, las autoridades suelen mirar hacia otro lado cuando se denuncian abusos. No diferencian entre China como potencia que lleva inversi¨®n y prosperidad, y la conducta de individuos¡±, explica Park. Visser recuerda que Michael Sata, presidente de Zambia entre 2011 y 2014, hoy fallecido, protagoniz¨® un cambio de careta antol¨®gico. Tras cimentar su campa?a en el peligro amarillo, se convirti¨® (ya como mandatario) en el mejor aliado de los intereses chinos en su pa¨ªs.
La barrera de la lengua
En el trasfondo del debate racial emerge la pregunta sobre el nivel de integraci¨®n de las comunidades chinas en ?frica. ¡°M¨¢s all¨¢ del ¨¢mbito laboral, resulta casi inexistente¡±, opina Adams Bodomo, ling¨¹ista y profesor de Estudios Africanos en la Universidad de Viena. El factor idiom¨¢tico, subraya, levanta muros ante los t¨ªmidos intentos de intercambio cultural. En una investigaci¨®n publicada el pasado enero, Bodomo y Jocelyne Kenne demostraron que la gran mayor¨ªa de chinos que habitan en un pa¨ªs como Camer¨²n llega (y con frecuencia permanece) monoling¨¹e. En una muestra de 432 individuos, solo el 10% se defend¨ªa en franc¨¦s o ingl¨¦s al desembarcar en el pa¨ªs. Ninguno ten¨ªa nociones de alguna lengua aut¨®ctona. Tras a?os instalados, incluso profesionales como los m¨¦dicos segu¨ªan recurriendo a int¨¦rpretes.
¡°En general no se est¨¢n integrando¡±, confirma Park, quien aventura otro motivo poco estudiado que est¨¢ inhibiendo la mezcla. Se trata del ocio digital (redes sociales chinas, videollamadas con familiares y amigos...), que frena la b¨²squeda de contactos m¨¢s genuinos con los locales. En cualquier caso, Park matiza que esta brecha no impide la cercan¨ªa f¨ªsica: ¡°Muchos africanos me comentan que los chinos son diferentes a otros extranjeros, que viven en sus mismos barrios y suelen utilizar el transporte p¨²blico¡±. Olander distingue entre los empleados de grandes proyectos (que duermen y comen en barracones, trabajan intensamente y vuelven a China lo antes posible) y quienes han ido a ?frica para quedarse: ¡°Estos abren negocios, trabajan en la agricultura o en el sector textil. En varios aspectos, su actividad implica relaciones mucho m¨¢s estrechas con los africanos que las del grueso de extranjeros¡±, cita.
Un estudio de 2019 liderado por Hairong Yan desmont¨® la idea de que las comunidades chinas en ?frica tienden especialmente a la ¡°autosegregaci¨®n¡± por su marcado ¡°etnocentrismo¡±. Yan detect¨® patrones residenciales y de sociabilidad muy diversos. Y ¡°no m¨¢s tendentes al aislamiento que los que muestran los blancos¡±. De nuevo, la alerta sobre el peligro amarillo figuraba en el an¨¢lisis de Yan como causa principal del estigma que, espoleado desde fuera, arrastran los chinos en ?frica que los hace parecer excluyentes, hoscos y altivos.
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