La paz y el futuro de Ein el Hilweh, el gran campo de refugiados palestinos de L¨ªbano, unidos al destino de Gaza
La violencia entre facciones par¨® tras el estallido de la guerra en octubre, pero persiste el temor a que las balas regresen tras un alto al fuego en la Franja
Pintar para no olvidar la historia. ¡°Y para contar, a trav¨¦s del arte, lo que el pueblo palestino est¨¢ atravesando¡±, explica, con gesto serio, Rahif Almeari. A sus 13 a?os, es seguramente el artista m¨¢s joven de Ein el Hilweh, el mayor campo de refugiados de L¨ªbano, considerado una especie de capital de la comunidad palestina en este pa¨ªs. En trozos de madera, el adolescente, nieto de un carpintero que fue expulsado de su casa en 1948, tras la creaci¨®n del Estado de Israel, pinta los s¨ªmbolos de la tierra natal de sus abuelos. ¡°Israel quiere borrar nuestra cultura, pero es mi deber como artista pintar los olivos y la kufiya [el pa?uelo palestino] para contar a los europeos y a todos los extranjeros qui¨¦nes somos¡±, explica.
Los 60.000 habitantes de Ein el Hilweh, escenario de frecuentes enfrentamientos entre facciones, siguen con dolor y miedo las noticias que llegan de Gaza porque sienten que su supervivencia y futuro est¨¢n ligados, m¨¢s que nunca, a lo que sucede en la Franja. ¡°Con lo que estamos sufriendo, no tiene ning¨²n sentido que nos enfrentemos entre nosotros¡±, se?ala Rahif Almeari, mostrando las huellas de los agujeros de bala en su habitaci¨®n. Son el recuerdo del ¨²ltimo estallido de violencia en el campo, que comenz¨® el pasado verano, tras el asesinato del general Abu Ashraf al Armushi, un alto mando del movimiento nacionalista palestino Al Fatah, partido al que pertenece el Gobierno palestino presidido por Mahmud Abbas. Su muerte fue atribuida a milicias radicales, vinculadas ideol¨®gicamente a grupos yihadistas como el Estado Isl¨¢mico o Al Nusra, que a lo largo de los a?os han encontrado refugio en Ein el Hilweh.
En esa ola de enfrentamientos entre grupos vinculados a Al Fatah y movimientos m¨¢s extremistas murieron al menos 11 civiles y m¨¢s de 40 resultaron heridos. ¡°Atacaron el coraz¨®n del brazo militar de Al Fatah con la intenci¨®n de debilitarnos pol¨ªticamente¡±, dice a este diario Yusef Zraihy, responsable del partido en la regi¨®n sur del L¨ªbano.
Pero la guerra en Gaza puso fin a estos combates internos y a mediados de octubre las milicias rivales lograron un acuerdo t¨¢cito para dejar las armas. Las conversaciones avanzan con la mediaci¨®n del Gobierno liban¨¦s, pero los habitantes de Ein el Hilweh temen que una futura tregua en la Franja signifique el retorno de la violencia en el campo. La vida en sus calles lleva paralizada desde hace casi siete meses y los bombardeos y cifras de muertos en Gaza impregnan las conversaciones diarias en el mercado y los rezos, en medio de una impotencia general por no poder prestar ayuda a sus compatriotas en la Franja.
¡°Todos los ojos est¨¢n puestos en Gaza y la situaci¨®n pol¨ªtica y de seguridad en los campamentos es tranquila. Sin embargo, temo que cuando la guerra termine pueda estallar un nuevo conflicto¡±, opina Samer Mannaa, activista palestino. ¡°Y quien controle Ein el Hilweh controlar¨¢ la comunidad refugiada¡±, zanja.
Ein el Hilweh est¨¢ situado a pocos kil¨®metros de la costera Sid¨®n, ciudad en el sur del L¨ªbano. Es el mayor de los 12 campos de refugiados creados en este pa¨ªs tras la Nakba, ¡°cat¨¢strofe¡± en ¨¢rabe, la expulsi¨®n forzada de sus hogares en 1948. Actualmente, y seg¨²n cifras de la Agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA), en L¨ªbano hay registrados unos 500.000 refugiados palestinos (los expulsados hace m¨¢s de 70 a?os y sus descendientes). Pero la misma agencia de la ONU estima que realmente en el pa¨ªs no viven m¨¢s de 250.000, ya que el resto emigr¨®. De este total, unos 200.000 reciben anualmente ayuda de esta entidad, que calcula que un 80% de los refugiados palestinos vive por debajo del umbral de pobreza.
Mil agujeros de metralla
Con la mirada fija en un libro abierto sobre sus rodillas, Rahif Almeari aguarda delante del peque?o puesto de dulces que su familia regenta ante la puerta de su vivienda. Toda la calle, desde el metal del mostrador del comercio hasta el cart¨®n que lo protege del sol, est¨¢n desdibujados por mil agujeros de metralla, un paisaje que forma parte ya de la normalidad del campo. El chico se marcha a buscar las llaves pesadas y oxidadas de las puertas de las casas en las que vivieron sus abuelos hasta 1948, el recuerdo que los refugiados palestinos y sus descendientes guardan siempre preciosamente. Su padre, Hussein Almeari, que ya naci¨® en el campo de refugiados, guarda un mapa de la tierra de su familia grabado en madera por su padre. Como ¨¦l, Almeari tambi¨¦n es carpintero y su hijo parece haber heredado esa pasi¨®n pintando con acr¨ªlico en los trozos de madera que ¨¦l le prepara.
Mi deber como artista pintar los olivos y la kufiya para contar a los europeos y a todos los extranjeros qui¨¦nes somos.Rahif Almeari, refugiado palestino
¡°Adoro Ein el Hilweh, es mi hogar. Por eso me duele tanto verlo as¨ª¡±, dice Hussein Almeari se?alando las paredes. Cuando estall¨® la ola de violencia el pasado julio, la familia evacu¨® el campamento. Al regresar, a finales de octubre, la casa estaba destrozada: numerosas balas se incrustaron en las paredes y explosivos atravesaron los muros.
El hogar se sit¨²a en un cruce de barrios, al igual que los colegios de la UNRWA, y fueron el campo de batalla de las milicias rivales. No es la primera vez que los centros educativos de Ein el Hilweh son ocupados y destruidos, explica a este diario Dorothee Klaus, directora en L¨ªbano de esta agencia de la ONU. ¡°Nuestra respuesta en el pasado fue aumentar la fortificaci¨®n para proteger a los ni?os, pero ha provocado el efecto contrario y ha convertido a las escuelas en zonas atractivas para llevar a cabo operaciones militares¡±, sostiene Klaus.
La UNRWA, que da empleo a 3.500 refugiados en L¨ªbano, suministra atenci¨®n sanitaria, educaci¨®n, infraestructura b¨¢sica, asistencia social y saneamiento. ¡°El Gobierno que nos acoge ha dejado claro que no tiene la voluntad ni la capacidad para adoptar esta responsabilidad, ni pol¨ªtica ni econ¨®micamente¡±, contin¨²a la directora. La vida de los refugiados palestinos se rige por reglas aut¨®nomas e independientes del Estado liban¨¦s, que en 1969 ¡ªdos a?os despu¨¦s de la Guerra de los Seis D¨ªas, que provoc¨® la segunda gran oleada migratoria de palestinos a L¨ªbano¡ª cedi¨® la administraci¨®n pol¨ªtica y de seguridad de los campamentos a la comunidad palestina.
Sin derechos
Pero la aparente soberan¨ªa palestina en estos campos de L¨ªbano no se ve acompa?ada de derechos. Una normativa nacional niega a los refugiados el acceso a la ciudadan¨ªa o la propiedad y tambi¨¦n restringe la posibilidad de que ocupen posiciones en profesiones clave como la medicina, la abogac¨ªa o la ingenier¨ªa. ¡°El Estado liban¨¦s nos priva de nuestros derechos humanos b¨¢sicos. Ni siquiera somos ciudadanos de segunda, no somos ni ciudadanos¡±, critica Hatem Mokdade, activista independiente.
Ni siquiera somos ciudadanos de segunda, no somos ni ciudadanos.Hatem Mokdade, activista palestino
La decepci¨®n que se siente en los campamentos tambi¨¦n salpica a la agencia de las Naciones Unidas, acusada de inmovilismo. ¡°No abandonamos nuestro derecho al retorno, pero ahora necesitamos electricidad, servicios b¨¢sicos y resolver los problemas de corrupci¨®n. La UNRWA lleva 75 a?os en situaci¨®n de emergencia, pero lo que nos hace falta es desarrollo¡±, mantiene Mokdade.
A la complejidad del fen¨®meno palestino, se a?ade la realidad de un L¨ªbano en crisis permanente y que desde octubre libra una guerra contra Israel en su frontera sur a trav¨¦s de la milicia proiran¨ª Hezbol¨¢. A esto se suman las dificultades econ¨®micas de UNRWA, ahora agravadas por la retirada de donantes despu¨¦s de que Israel asegur¨® que 12 empleados de la agencia de la ONU en Gaza hab¨ªan participado en el ataque del movimiento islamista Ham¨¢s del 7 de octubre, en el que murieron 1.200 israel¨ªes y m¨¢s de 200 fueron tomados como rehenes, de los que un centenar siguen a¨²n en manos de sus captores en Gaza.
El Congreso de Estados Unidos ha dado instrucciones al Gobierno de Biden para que no restablezca la financiaci¨®n de UNRWA al menos hasta marzo de 2025. Estados Unidos es el principal financiador de la agencia, pero otros pa¨ªses, como Espa?a, se han desmarcado de la l¨ªnea marcada por Estados Unidos y han anunciado ayudas adicionales para mantener a la agencia en funcionamiento. El Informe Colonna, una investigaci¨®n independiente encargada por Naciones Unidas y liderada por la antigua ministra de Asuntos Exteriores francesa, Catherine Colonna, publicado el lunes 22 de abril, concluy¨® que Israel todav¨ªa no ha suministrado pruebas que sustenten sus acusaciones contra la agencia de la ONU.
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