Hablando de mujeres, hablando de refugiadas
En muchos lugares del planeta, en pleno siglo XXI, la ley sigue velando por garantizar y perpetuar el privilegio del hombre frente a la mujer en el marco de sociedades que la excluyen de sus derechos m¨¢s elementales
Tengo que reconocer que soy una privilegiada. Nac¨ª en el seno de una familia donde fui educada en libertad e igualdad con la fortuna de haber podido desarrollar mi carrera profesional en un sector en el que no he percibido nunca haber tenido menos oportunidades por el hecho de ser mujer. Pero soy consciente de que la mayor parte de ellas ha vivido otras realidades mucho m¨¢s adversas.
Trabajar con mujeres procedentes de otras culturas y otras realidades me ha hecho empatizar y poder conocer de primera mano lo que supone la discriminaci¨®n y la exclusi¨®n por razones de g¨¦nero. Gracias a ello, he conocido compa?eras luchadoras, valientes y resilientes que, tratando de huir de la opresi¨®n y persecuci¨®n han tenido que dejar todo atr¨¢s para poner su vida y su dignidad a salvo. Combatir el poder del patriarcado es uno de los hero¨ªsmos m¨¢s dif¨ªciles a los que se puede enfrentar un ser humano en determinados contextos. Sin embargo, ellas lo hacen cada d¨ªa, unas veces con m¨¢s ¨¦xito que otras.
Como punto de partida, hay que tener en cuenta que en muchos lugares del planeta, en pleno siglo XXI, la ley sigue velando por garantizar y perpetuar el privilegio del hombre. Ocurre en el marco de sociedades que las discriminan y excluyen de los derechos m¨¢s elementales como el acceso a la educaci¨®n, al empleo y a la libertad. O releg¨¢ndolas a ser ciudadanas de segunda, convirti¨¦ndolas en menores de edad tuteladas por hombres que son los garantes de sus vidas y de mantener ese estatus.
La igualdad no es un privilegio, es cuesti¨®n de justicia, y ya llegamos tarde
De este modo, la justicia de sus pa¨ªses no les ofrece la cobertura necesaria ni la protecci¨®n con la que debe contar cualquier ciudadano o ciudadana en igualdad de condiciones. Viven bajo una justicia, dise?ada y ejercida por hombres que, con sus sentencias, siguen asegurando el funcionamiento del patriarcado.
Hay muchas formas y pr¨¢cticas de ejercicio de poder que vulneran la igualdad.
Empecemos por hablar del matrimonio forzoso, asumido y normalizado culturalmente por muchas sociedades, disfrazado de un amable ¡°acuerdo entre partes, entre familias¡±, en el que, hablemos claro, las mujeres, en muchos casos ni?as menores de edad, son vendidas a cambio de una dote. Se trata de una de las mayores aberraciones que el patriarcado mantiene en connivencia con gobiernos, religiones y sociedades enteras. La v¨ªctima de todo ello es la mujer y la justicia no las protege de ello. Recuerdo el caso de Amina, una joven que aspiraba a estudiar y cuya familia en Afganist¨¢n pact¨® su matrimonio con un hombre 40 a?os mayor que ella. El infierno en el que se convirti¨® su vida, con una violencia extrema consentida por la familia que la llev¨® a huir. Tras muchas dificultades logr¨® llegar a Espa?a para pedir asilo. Todav¨ªa me acuerdo de la tristeza de su bella mirada, que tard¨® meses en recuperar su brillo.
Ahora que la guerra en Ucrania est¨¢ en nuestras puertas, hay constancia de que, al igual que en otros conflictos, se est¨¢n produciendo violaciones en los territorios ocupados del pa¨ªs
La utilizaci¨®n de la mujer como arma de guerra sigue siendo otra pr¨¢ctica habitual en contextos de violencia donde el odio contra el enemigo se materializa contra los cuerpos y las vidas de ellas, sometidas a la m¨¢s brutal violencia sexual mientras la comunidad internacional mira hacia otro lado. La v¨ªctima es de nuevo la mujer, y la justicia sigue sin garantizar su protecci¨®n. Ahora que la guerra en Ucrania est¨¢ en nuestras puertas, hay constancia de que, al igual que en otros conflictos, se est¨¢n produciendo violaciones en los territorios ocupados del pa¨ªs. Entre tanto, otros miles de ciudadanas cruzan la frontera tratando de huir del terror y buscando un lugar seguro para sus hijos, tambi¨¦n sufriendo la tragedia del exilio.
La mutilaci¨®n genital es practicada con total impunidad en m¨¢s de 30 pa¨ªses. Aisha lo sab¨ªa de primera mano y por eso, en una decisi¨®n muy dif¨ªcil y valiente, escondi¨® a su hija menor de edad en un cami¨®n para que la llevaran fuera de Somalia, con el fin de evitar que la ni?a sufriera su mismo destino. A?os despu¨¦s, lograron encontrarse en Espa?a y pudieron iniciar una nueva vida.
La violencia de g¨¦nero en el ¨¢mbito familiar y extrafamiliar, tan presente todav¨ªa en nuestra sociedad, es consentida social e incluso legalmente en muchos pa¨ªses, lo que lleva a muchas v¨ªctimas a situaciones extremas, qued¨¢ndoles como ¨²nica soluci¨®n la huida para no perder su vida.
La comunidad internacional debe implicarse m¨¢s activamente contra la violencia y la discriminaci¨®n que se ejerce contra las mujeres en el mundo. Nosotras no podemos ser indiferentes ante esta realidad que padece la mitad del planeta. Y los hombres, tampoco. La igualdad no es un privilegio, es cuesti¨®n de justicia, y ya llegamos tarde.
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