Una epidemia de violencia dom¨¦stica en ?frica
Las agresiones contra las mujeres seguir¨¢n siendo una lacra hasta que se rechacen las normas culturales y legales que las consienten. Los avances depender¨¢n de los dirigentes de todos los niveles, pero especialmente de las instituciones religiosas
En abril, la muy querida cantante nigeriana de g¨®spel Osinachi Nwachukwu muri¨® a manos de su esposo. Los relatos de sus parientes y amigos indican que, a pesar de los graves maltratos que padec¨ªa, se qued¨® con su marido porque esperaba que las cosas mejoraran. Su situaci¨®n no tiene nada de extraordinario. Hace poco, la actriz keniana Idah Alisha se sincer¨® respecto de la violencia que padeci¨® antes de divorciarse de su marido, un joven pastor.
Si estas mujeres famosas y poderosas tampoco est¨¢n a salvo de la violencia dom¨¦stica, ?cu¨¢ntas habr¨¢ atrapadas en situaciones similares? Una epidemia silenciosa hace estragos en comunidades de todo el continente. Seg¨²n Iheoma Obibi, de Alliances for Africa, los casos en Nigeria est¨¢n en aumento. Y en la Encuesta Sanitaria y Demogr¨¢fica de Kenia de 2014 se hall¨® que, de 5.657 mujeres encuestadas con edades de entre 15 y 49 a?os, el 47,4% hab¨ªa experimentado violencia f¨ªsica o sexual. En Sud¨¢frica, antes de la pandemia, las complicaciones m¨¦dicas de la violencia por parte de la pareja constitu¨ªan la segunda causa de enfermedad despu¨¦s del VIH/SIDA.
A diferencia de Nwachukwu, cuya historia finalmente sali¨® a la luz por ser famosa, las muertes de muchas otras mujeres quedan en el silencio. Y como la persecuci¨®n legal de esa violencia es costosa, muchas supervivientes jam¨¢s consiguen justicia. Adem¨¢s, por nuestro trabajo cotidiano con mujeres y ni?as sabemos que los casos de violencia dom¨¦stica rara vez se denuncian, por la verg¨¹enza y el estigma para las v¨ªctimas.
Esto es parte de un problema m¨¢s amplio. Muy a menudo, las creencias culturales y las normas patriarcales alientan el secretismo en relaci¨®n con los temas de salud femenina. Por tradici¨®n, algunos creen que los hombres tienen autoridad para disciplinar a las mujeres, mediante malos tratos o privaciones, y que tienen derecho a golpear a sus esposas si se los provoca. Cuando Alisha le cont¨® al pastor que ofici¨® su boda acerca de la violencia que padec¨ªa, el pastor respondi¨® que se la ten¨ªa merecida. En su visi¨®n, el problema era ella y ten¨ªa que esforzarse m¨¢s en cumplir su papel dentro del matrimonio.
Como muchos pa¨ªses africanos son muy religiosos, las instituciones de fe pueden ser una poderosa herramienta para hacerle frente a la violencia dom¨¦stica. Pero primero es necesario que los l¨ªderes religiosos reconozcan el problema, en vez de agravarlo. Es muy com¨²n que cuando las v¨ªctimas van a la iglesia a pedir ayuda se les aconseje rezar y ser como la mujer de Proverbios, 31: esposas totalmente leales y sometidas. Igual que en el libro de Proverbios, se da por sentado que el hombre es inocente y que la culpable de todo es la mujer.
Seg¨²n estad¨ªsticas del Banco Mundial, el 51% de las africanas dice que pegar a la mujer puede estar justificado
Muchas mujeres internalizan estas creencias. La Encuesta Sanitaria y Demogr¨¢fica de Nigeria de 2018 hall¨® que el 28% de las nigerianas cree que el marido tiene derecho a pegar a su mujer si esta quema la comida, discute con ¨¦l, sale sin avisar, descuida a los hijos o se niega a tener sexo. Y seg¨²n las estad¨ªsticas del Banco Mundial, el 51% de las africanas dice que pegar a la mujer puede estar justificado, y un tercio informa haber tenido experiencia de ello.
Para hacer frente a este problema, gobiernos y ONG deben invertir seriamente en cambiar las actitudes de los adolescentes (mujeres y varones), comenzando en las escuelas, donde la prevenci¨®n de la violencia dom¨¦stica deber¨ªa ser parte de los planes de estudio. Las autoridades tambi¨¦n tienen que hallar modos de reducir el coste de acceder a servicios legales para las v¨ªctimas. Y los l¨ªderes religiosos, por su parte, deben crear herramientas educativas y comit¨¦s disciplinarios para supervisar a los miembros de sus congregaciones. Dada la gran influencia que tienen en ?frica, su intervenci¨®n puede ayudar en gran medida a poner coto a esta amenaza.
Finalmente, las ONG deben esforzarse en suscitar conciencia, llevar adelante campa?as de comunicaci¨®n p¨²blica para desalentar la violencia masculina y ayudar a las damnificadas a denunciarla. Las mujeres deben entender que aunque adhieran a las creencias y normas culturales tradicionales, no pueden cumplirlas si est¨¢n muertas. Si tu esposo pone en riesgo tu vida, debes alejarte y buscar un lugar seguro.
La muerte de Nwachukwu est¨¢ recibiendo toda la atenci¨®n de los medios y de la polic¨ªa. Pero hay incontables mujeres que padecen violencia dom¨¦stica y no obtienen justicia. Los l¨ªderes religiosos, pol¨ªticos y de la sociedad civil tienen que intervenir para poner fin a este flagelo. No podemos esperar a que le pase a otra famosa para llamar la atenci¨®n sobre este tema: suficiente es suficiente.
Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter, Facebook e Instagram, y suscribirte aqu¨ª a nuestra ¡®newsletter¡¯.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.