Los cuatro errores de quienes critican las reservas privadas de Kenia
Las cr¨ªticas al modelo de conservaci¨®n comunitario adoptan la doctrina postcolonialista radical sin dar cuenta de sus evidentes logros medioambientales y sociales
La conservaci¨®n de la naturaleza, a trav¨¦s del ecoturismo, es la tercera industria m¨¢s importante en Kenia, despu¨¦s de la agricultura y la ganader¨ªa, aportando m¨¢s del 10% del Producto Interior Bruto (PIB). Las ¨¢reas protegidas por el Estado est¨¢n gestionadas en su mayor¨ªa por el Servicio Keniano de Vida Silvestre (KWS por sus siglas en ingl¨¦s). Kenia cuenta, adem¨¢s, con una serie de reservas privadas y/o comunitarias de las m¨¢s importantes de ?frica, con m¨¢s de 160 en todo el pa¨ªs, que protegen m¨¢s de 6.350.000 hect¨¢reas (un 89% en reservas comunitarias) equivalentes al 11% de la superficie del pa¨ªs y m¨¢s territorio que el total gestionado por el KWS.
Estas reservas, llamadas localmente ¡°conservancies¡±, est¨¢n reunidas regionalmente en 11 asociaciones. La que mayor territorio gestiona es NRT (Northern Rangelands Trust). La que m¨¢s turismo atrae y, por tanto, m¨¢s beneficios genera, es la Maasai Mara Wildlife Conservacies Association, y la que mayor n¨²mero de reservas agrupa es la Taita Taveta Wildlife Conservancies Association, con 33.
A nivel econ¨®mico, solo las reservas del gran ecosistema del Maasai Mara pagaron m¨¢s de tres millones de d¨®lares en concepto de arrendamiento de tierras a las comunidades solo en 2016
La diversidad de reservas en Kenia tanto a nivel natural como cultural es impresionante. Protegen m¨¢s del 90% de las poblaciones de algunas especies en peligro de extinci¨®n, como la cebra de Grevy o el ant¨ªlope hirola. Sirven de complemento al sistema nacional de ¨¢reas protegidas y dan cobijo a gran cantidad de ese 65% de la fauna salvaje total del pa¨ªs que vive fuera del sistema estatal de parques y reservas. Dan tambi¨¦n empleo directo a m¨¢s de 5.000 personas y favorecen a m¨¢s de 800.000 personas indirectamente.
Algunas de estas reservas han sido pioneras en proyectos de conservaci¨®n que han logrado preservar a los rinocerontes en Kenia (incluso los ¨²ltimos ejemplares de la subespecie de rinoceronte blanco del norte), multiplicar por 2,6 la densidad de leones en las conservancies del ecosistema del Maasai Mara, unir mediante corredores biol¨®gicos algunas de las poblaciones de elefantes m¨¢s importantes y numerosas del pa¨ªs que llevaban d¨¦cadas sin intercambio gen¨¦tico, minimizando, a su vez, los conflictos con estos animales, o controlar el furtivismo de elefantes o rinocerontes, lo que otros pa¨ªses como Tanzania y Sud¨¢frica no han logrado.
A nivel econ¨®mico, solo las reservas del gran ecosistema del Maasai Mara pagaron m¨¢s de tres millones de d¨®lares en concepto de arrendamiento de tierras a las comunidades solo en 2016 e invirtieron m¨¢s de un mill¨®n de d¨®lares en proyectos de desarrollo comunitario entre 2015 y 2016, pagos y proyectos que contin¨²an haciendo.
A nivel financiero, la mayor¨ªa de estas reservas y asociaciones, especialmente la NRT, obtienen fondos de organismos internacionales como la Uni¨®n Europea, USAID, la cooperaci¨®n de Alemania, de Suecia o Dinamarca, organizaciones con los m¨¢s altos est¨¢ndares de derechos laborales, ambientales y sociales del mundo y con un sistema de rendici¨®n de cuentas exhaustivo al que no acceden muchas organizaciones por no cumplir debidamente con los requisitos.
La variedad en la gesti¨®n, y en el ¨¦xito asociado, en las reservas privadas y comunitarias tambi¨¦n es muy variada y diversa, tanto en las formas como en los resultados.
Las cr¨ªticas vertidas a este sistema pecan de cuatro graves errores:
- Tomar la parte por el todo: extrapolar problemas de gesti¨®n o malas conductas de algunas reservas concretas, con autonom¨ªa de gesti¨®n, a toda una asociaci¨®n que incluye 33 reservas, o a todo el sistema de reservas privadas y comunitarias (167 reservas).
- Asumir como ciertos todos los postulados de un ¨²nico informe del Instituto de Oakland, sin tan siquiera mencionar las respuestas de la principal asociaci¨®n criticada por ese informe (NRT) y, por tanto, dando por probado todo lo que el susodicho informe relata.
- Caer en el mito del buen salvaje, algo muy superado desde hace mucho tiempo, al decir que los ind¨ªgenas viven en armon¨ªa y gestionan mejor la naturaleza. La percibida armon¨ªa viene dada por niveles bajos de densidad de poblaci¨®n, a partir de los cuales el impacto humano, ind¨ªgena o ¡°civilizado¡± es aparente y real. Colapso, un excelente libro de Jared Diamond, aunque con algunos errores y matizaciones, da una muy buena idea de que el problema no es el tipo de gente, sino la cantidad de gente (densidad de poblaci¨®n). Resulta tambi¨¦n muy explicativo el nivel de prosperidad de las situaciones rurales. Si bien es cierto que los sistemas de gobernanza tradicionales contienen salvaguardas para garantizar a largo plazo la explotaci¨®n sostenible de los recursos naturales, cuando el empobrecimiento alcanza ciertos umbrales la poblaci¨®n se ve obligada a actuar por urgencias cortoplacistas que atentan contra los objetivos ambientales. La conflictividad, la demograf¨ªa, la desigualdad econ¨®mica y la pobreza est¨¢n ¨ªntimamente ligadas a la falta de empoderamiento femenino. La educaci¨®n es un arma poderosa para revertir estas situaciones, como bien ha demostrado la sociedad keniana a nivel nacional. La visi¨®n a largo plazo de NRT al invertir en este tipo de estrategias es un evidente logro social y de desarrollo rural que las cr¨ªticas omiten.
- No contrastar la informaci¨®n y no dar voz a todas las partes implicadas, haciendo un aut¨¦ntico apartheid period¨ªstico al escoger solamente fuentes que apoyan o refuerzan las tesis alineadas en la correcci¨®n pol¨ªtica del discurso postcolonialista radical.
No pretendemos rebatir el informe del Instituto Oakland ni total ni parcialmente, pues NRT ya ha elaborado para ello una contundente contestaci¨®n. Tampoco pretendemos negar la compleja realidad de la conservaci¨®n en Kenia, con muchos ¨¦xitos, muchos fracasos, muchas buenas pr¨¢cticas y muchas otras malas.
Pretendemos resaltar las limitaciones del discurso postcolonialista, bendecido por cierto sentimiento de culpabilidad imperialista, malentendido, que muchas veces est¨¢ alimentado por resentimiento y racismo (hacia la poblaci¨®n blanca) que profesan abiertamente algunos de los principales interlocutores kenianos que se citan al hablar de las cuestiones que mencionamos aqu¨ª (sin negar, por supuesto, que tambi¨¦n haya racismo de los blancos a los negros).
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