Los escolares se llevan la peor parte de la crisis mundial del hambre: denles de comer
Los programas de comedores gratuitos en las escuelas no corrigen por s¨ª solos los fallos del sistema alimentario, pero pueden cambiar la situaci¨®n de millones de ni?os en todo el mundo
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Los gobiernos se reunir¨¢n esta semana en Roma para asistir a una cumbre de Naciones Unidas con uno de esos t¨ªtulos pensados para inducir un profundo aburrimiento. La Organizaci¨®n para la Alimentaci¨®n y la Agricultura (FAO por sus siglas en ingl¨¦s) del organismo conmemora el segundo aniversario de la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios Mundiales de 2021 con este Momento de hacer balance. En lugar de hacer balance, los gobiernos deber¨ªan aprovechar la oportunidad para pasar a la acci¨®n. Podr¨ªan empezar por acordar una iniciativa que proporcione a millones de ni?os uno de los ant¨ªdotos m¨¢s eficaces, asequibles y pr¨¢cticos contra un sistema alimentario que les vuelve desnutridos y poco saludables: los programas de alimentaci¨®n escolar.
Nuestros sistemas alimentarios est¨¢n fallando a la humanidad. M¨¢s de 800 millones de personas sufren desnutrici¨®n, y la cifra va en aumento. Si se mantienen las tendencias actuales, los niveles de desnutrici¨®n en 2030, el plazo previsto internacional para llegar al hambre cero, ser¨¢n los mismos que en 2015, cuando se adopt¨® el objetivo. La agricultura intensiva ha logrado milagros de productividad, ya que permite obtener m¨¢s alimentos de terrenos m¨¢s peque?os, pero est¨¢ causando estragos medioambientales, al acelerar la p¨¦rdida de biodiversidad y contribuir a un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero que nos conducen a la cat¨¢strofe clim¨¢tica. A medida que el mundo converge en las dietas ricas en grasas y ultraprocesadas que comercializan las multinacionales de la alimentaci¨®n, una epidemia de obesidad y sobrepeso mata ya a m¨¢s personas que el tabaco.
Como dice el refr¨¢n, ¡°somos lo que comemos¡±; la forma en que producimos, comercializamos y consumimos alimentos est¨¢ haciendo de nuestro mundo un lugar malnutrido, injusto e insostenible. Los ni?os son las v¨ªctimas ocultas de los fallos de nuestro sistema alimentario. Tomemos como ejemplo la desnutrici¨®n. El seguimiento internacional de la nutrici¨®n infantil se centra abrumadoramente en los menores de cinco a?os y en los ¡°primeros 100 d¨ªas¡±, un periodo esencial para el desarrollo cognitivo y f¨ªsico. Pero, ?qu¨¦ ocurre con el resto de la infancia y los brotes de crecimiento cruciales de la adolescencia?
Unos 284 millones de ni?os en edad de cursar educaci¨®n primaria y secundaria pasan hambre en todo el mundo. Alrededor de la mitad de estos ni?os viven en ?frica, pero ninguna regi¨®n es inmune. Los avances se han estancado en el sur de Asia y Latinoam¨¦rica va marcha atr¨¢s. Los pa¨ªses m¨¢s pobres no son los ¨²nicos afectados. A medida que la crisis del coste de la vida se intensifica en Europa, las encuestas a hogares en pa¨ªses como Espa?a y Reino Unido, donde las familias pasan apuros para llegar a fin de mes, han registrado fuertes aumentos en la inseguridad alimentaria.
No hace falta una cumbre de la ONU para calcular las consecuencias que la desnutrici¨®n tiene para la educaci¨®n. Padres y profesores saben por instinto que los ni?os con hambre tienen dificultades para aprender. Mientras los gobiernos se re¨²nen en Roma, millones de ni?os estar¨¢n sentados en las aulas sin poder concentrarse porque no han tomado una comida nutritiva. Muchos de ellos, especialmente las ni?as, corren el riesgo de abandonar los estudios y verse arrastrados al mercado laboral para alimentarse a s¨ª mismos y a sus familias.
El hambre es solo una parte de la ecuaci¨®n. Los ni?os tambi¨¦n est¨¢n en la primera l¨ªnea de fuego de una crisis mundial de obesidad
El hambre es solo una parte de la ecuaci¨®n. Los ni?os tambi¨¦n est¨¢n en la primera l¨ªnea de fuego de una crisis mundial de obesidad. Uno de cada tres ni?os latinoamericanos tiene sobrepeso o es obeso. Las cifras tambi¨¦n aumentan en el sur de Asia y en el ?frica subsahariana. Aunque las empresas alimentarias aprovechar¨¢n sin duda el ¡°momento de hacer balance¡± para hacer propaganda de su compromiso con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU, sus presupuestos de marketing est¨¢n orientados en su inmensa mayor¨ªa a enganchar a los ni?os a dietas que perjudican su salud.
Los programas de comedores escolares no corrigen por s¨ª solos los fallos del sistema alimentario, pero pueden cambiar la situaci¨®n. Estos programas, que ya constituyen una de las mayores redes de seguridad del mundo, han demostrado su eficacia a la hora de mejorar la nutrici¨®n, el aprendizaje y la asistencia a la escuela, especialmente entre los m¨¢s pobres. Los datos recientes de India, donde se aplica el mayor programa de comedores escolares del mundo, muestran sus beneficios para todas las generaciones: los hijos de madres que reciben comidas registran mejores resultados en materia de salud. El problema es que esta red de seguridad es m¨¢s d¨¦bil donde tiene que ser m¨¢s fuerte, es decir, en los pa¨ªses y comunidades m¨¢s afectados por el aumento de la desnutrici¨®n. Actualmente, menos de uno de cada cinco ni?os de los pa¨ªses m¨¢s pobres del mundo tiene acceso ella.
Y no es que los pa¨ªses m¨¢s ricos tengan motivos para enorgullecerse. En Reino Unido, los requisitos para el acceso gratuito a los comedores escolares excluyen a casi un mill¨®n de ni?os. En Espa?a, nueve comunidades tienen tasas de cobertura para los comedores escolares por debajo de los niveles de pobreza infantil. Es injustificable.
Los programas de alimentaci¨®n escolar ofrecen m¨¢s que una defensa contra el hambre. Al proporcionar a los ni?os alimentos sanos y nutritivos, pueden contribuir, junto con los impuestos sobre el az¨²car, el refuerzo de las leyes de etiquetado y una regulaci¨®n m¨¢s estricta de la publicidad, a cambiar el consumo y los futuros mercados de las dietas poco saludables que ahora matan a la gente e imponen tensiones enormes a los sistemas de salud.
La adquisici¨®n de alimentos para las escuelas proporciona a los gobiernos y las autoridades municipales una poderosa palanca para el cambio. Pueden tirar de esa palanca para corregir el rumbo. En Mil¨¢n, las autoridades municipales adquieren ahora todos los alimentos para las escuelas de la ciudad en granjas y huertos locales, una medida que ha reducido las emisiones de gases de efecto invernadero. En Brasil, que cuenta con un programa universal de alimentaci¨®n escolar para todas las escuelas p¨²blicas, un tercio del presupuesto se reserva a los peque?os agricultores. Muchos ayuntamientos, como el de S?o Paulo, el mayor del pa¨ªs, est¨¢n vinculando las escuelas a la agricultura ecol¨®gica con bajas emisiones de carbono.
El ¡°momento de hacer balance¡± brinda una oportunidad para traducir estas iniciativas en todo el mundo y el poder de los buenos ejemplos en una campa?a global. El cambio ya est¨¢ en marcha. El nuevo Gobierno de Kenia tiene previsto establecer el acceso universal de aqu¨ª a 2030. Ruanda, una de las naciones m¨¢s pobres del mundo, ya se acerca a ese objetivo. Pa¨ªses como Bangladesh y Nepal tambi¨¦n se han marcado objetivos ambiciosos. El impulso para el cambio, junto con la mayor parte de la financiaci¨®n, no ha venido de los donantes de ayuda, sino de los gobiernos de los pa¨ªses en desarrollo, 80 de los cuales se han unido en una Coalici¨®n por la Alimentaci¨®n Escolar mundial.
Ampliar los programas de comedores escolares en los pa¨ªses que m¨¢s los necesitan no ser¨¢ f¨¢cil. La ralentizaci¨®n del crecimiento, el endeudamiento insostenible y la inflaci¨®n est¨¢n reduciendo el margen de maniobra fiscal de que disponen los gobiernos. ?frica, con su gran dependencia de las importaciones, es muy vulnerable a un nuevo repunte de la inflaci¨®n mundial de los precios de los alimentos, una perspectiva que se ha vuelto m¨¢s probable con la retirada de Rusia del acuerdo para la exportaci¨®n de cereales con Ucrania.
Cada ni?o de una escuela p¨²blica de Bolivia recibe una comida financiada con un peque?o impuesto sobre las exportaciones de hidrocarburos
Sin embargo, hay posibilidades de movilizar recursos. Unos sistemas fiscales y de gasto p¨²blico m¨¢s eficientes y equitativos son un punto de partida evidente. Los impuestos espec¨ªficos tambi¨¦n pueden contribuir a aumentar el apoyo p¨²blico. Cada ni?o de una escuela p¨²blica de Bolivia recibe una comida financiada con un peque?o impuesto sobre las exportaciones de hidrocarburos. Pa¨ªses como Senegal, Tanzania y Mozambique, ante la perspectiva de obtener ganancias inesperadas con las exportaciones de gas natural, podr¨ªan seguir ese ejemplo.
La cooperaci¨®n internacional tambi¨¦n puede desempe?ar un papel esencial. La Coalici¨®n por la Alimentaci¨®n Escolar calcula que se necesitan unos 2.000 millones de d¨®lares anuales (aproximadamente 1.800 millones de euros) en ayudas para financiar un plan global que podr¨ªa extender el alcance de los comedores escolares a otros 73 millones de los ni?os m¨¢s pobres del mundo. Mientras los suministradores de ayuda hablan de boquilla de intervenciones basadas en los resultados, menos del 1% de la ayuda al desarrollo se destina a comedores escolares, y los principales donantes europeos, junto con el Banco Mundial, est¨¢n desaparecidos en combate.
Los enfoques innovadores para el alivio de la deuda ofrecen otra v¨ªa. Con m¨¢s de 20 pa¨ªses africanos endeudados o en riesgo de endeudamiento, los reembolsos a los acreedores est¨¢n reduciendo un gasto p¨²blico vital. Los canjes de deuda por comedores escolares, inspirados en los planteamientos ya habituales para las inversiones medioambientales, podr¨ªan convertir las deudas impagables en inversiones en programas de alimentaci¨®n escolar que mitiguen el hambre y abran oportunidades de aprendizaje para millones de ni?os.
Reformar los sistemas alimentarios es una empresa compleja. Se trata de un territorio caracterizado por poderosos intereses creados, pol¨ªticas partidistas y opiniones divididas. En cambio, la lucha contra el hambre entre los escolares es sin duda una causa que trasciende las divisiones pol¨ªticas. Y, para que los programas de alimentaci¨®n escolar tengan ¨¦xito, no hace falta ser un genio, solo se requiere liderazgo pol¨ªtico.
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