Thatcher, los ciclos pol¨ªticos y el PSOE
La primera ministra brit¨¢nica desarroll¨® un ciclo conservador, contrarreformista, de larga duraci¨®n, gracias a importar, sin complejos, elementos de trabajo pol¨ªtico propios de las opciones progresistas
La canonizaci¨®n en marcha de Margaret Thatcher, ir¨®nicamente basada en lo que ella despreciar¨ªa, la sentimentalizaci¨®n del liderazgo, poco provecho puede traer a Rajoy. Es dif¨ªcil imaginar a alguien m¨¢s alejado de Thatcher que Rajoy, el gran reticente a la acci¨®n decisiva, el conservador esquivo, cuya pulsi¨®n retentiva de capital pol¨ªtico har¨ªa las delicias cl¨ªnicas de Freud.
Si un partido espa?ol puede beneficiarse de una reflexi¨®n sobre Thatcher es el PSOE, el cual deber¨ªa aspirar a lo que ella consigui¨®: un ciclo pol¨ªtico (conjunto de soluciones ideol¨®gicas, institucionales y electorales a los retos sociales y pol¨ªticos m¨¢s relevantes) sostenible, independiente de l¨ªderes concretos, y hegem¨®nico a¨²n en caso de perder el Gobierno. Como en el Reino Unido, donde Blair sustituy¨® el autoritarismo de Thatcher por modernidad medi¨¢tica, pero no recuper¨® el Estado que ella descart¨®, limit¨¢ndose a modernizar lo que quedaba. Resignaci¨®n similar experiment¨® Clinton respecto a Reagan, primer admirador de Thatcher, quien acusaba al Estado de ser el origen de todos los problemas. Clinton se limit¨® a responder que la soluci¨®n estaba en las personas ¡ªel mismo lenguaje del PP¡ª. Obama se present¨® a su primera presidencia como pospartidista, evitando cuidadosamente la confrontaci¨®n con la herencia reaganita. La larga sombra de Thatcher llega incluso a Zapatero, quien ni intent¨® revertir la reforma liberal del capitalismo espa?ol llevada a cabo por Aznar, tan aplicado pupilo de la l¨ªder conservadora que hasta imit¨® su sobreactuaci¨®n autoritaria y malhumorada. Y, por supuesto, Europa est¨¢ respondiendo a la crisis con par¨¢metros thatcherianos: control de la inflaci¨®n, reducci¨®n del d¨¦ficit, disminuci¨®n del papel del Estado, etc¨¦tera.
La izquierda deber¨ªa obviar la antipat¨ªa que le produce preguntarse qu¨¦ aprender de ella"
Desde Thatcher la izquierda est¨¢ a la defensiva. Del tr¨ªo que form¨®, con Reagan y Wojtyla, los grandes repudiadores del Estado de bienestar y el liberalismo cultural, ella es la m¨¢s influyente. Los descendientes de Reagan han enloquecido, salvo Romney; y Wojtyla fracas¨® en su intento de convertir Occidente en una piadosa Polonia. Tal es la pervivencia del legado de la gran contrarreformadora de la econom¨ªa social de mercado, que la izquierda deber¨ªa obviar la antipat¨ªa que le produce y preguntarse ?qu¨¦ aprender de c¨®mo construy¨® un ciclo pol¨ªtico robusto?
Son cuatro las lecciones principales y solo la primera depende de la persona de Thatcher: la relaci¨®n entre su trayectoria y su ideolog¨ªa. Thatcher no alcanza en 1975 el liderazgo conservador por sus m¨¦ritos, a pesar de ser la mejor preparada de su generaci¨®n, habiendo desempe?ado eficazmente responsabilidades en Pensiones y Seguridad Social, Vivienda, Hacienda, Energ¨ªa, Transportes y Educaci¨®n. Al contrario, sus caracter¨ªsticas de adscripci¨®n ¡ªclase media baja, joven y mujer¡ª la hab¨ªan discriminado en un partido cuyas ¨¦lites semejaban un club para caballeros (lo opuesto a lo que, seg¨²n Alfonso Guerra, era el PSOE de Zapatero). Nunca fue tomada en serio como l¨ªder potencial. Si lleg¨® a la direcci¨®n de su partido fue aprovechando ¡ªcon riesgo, ambici¨®n, habilidades conspiratorias y suerte¡ª las grietas que se producen en las oligarqu¨ªas de los partidos tras una derrota.
La experiencia vital de Thatcher en el Partido Conservador hasta conseguir su liderazgo fue, precisamente, que el m¨¦rito solo se reconoce como consecuencia de una lucha competitiva individualista de alta intensidad. Y esa experiencia, convertida en valores, es la que acabar¨¢ constituyendo el n¨²cleo ideol¨®gico de la derecha moderna. Que muchos de sus correligionarios adopten esta cosmovisi¨®n hip¨®critamente, como ret¨®rica, o que su ideolog¨ªa sirva precisamente para perpetuar las injusticias que la discriminaron, puede invitar a una interesante tesis marxista sobre ¡°Thatcher y la falsa conciencia¡±, pero no detrae de su eficacia.
En contraste con el arraigo biogr¨¢fico de su pensamiento pol¨ªtico, hay mucho de artificialidad en la actual discusi¨®n sobre ideas en el PSOE, como si estas fueran entes desvinculados de las trayectorias de los posibles l¨ªderes, que se pueden elegir o no seg¨²n conveniencia electoral. Por supuesto que la izquierda necesita ideas, ya que precisa referencias de futuro como gu¨ªas de transformaci¨®n. Pero las creencias que generan energ¨ªa son las que arraigan lo pol¨ªtico en lo personal, las que responden directamente a las vivencias de los ciudadanos. Son ideolog¨ªas: cosmovisiones vitales que orientan a la acci¨®n pol¨ªtica. Hay una iron¨ªa interesante en que la izquierda, quien desarroll¨® anal¨ªticamente el concepto de ideolog¨ªa, haya olvidado su importancia, obsesion¨¢ndose con las ideas. ?O es que Reagan, Bush, Aznar, Aguirre o Rajoy destacaron por la sofisticaci¨®n de las suyas?
Otra clave para la sostenibilidad de un ciclo es reconocer que estos no se basan principalmente en las instituciones representativas de la democracia, como los partidos o el Parlamento. Felipe Gonz¨¢lez coment¨®, hace a?os, que una de las reacciones conservadoras a lo que en los a?os ochenta parec¨ªa una serie inacabable de victorias socialistas fue la ocupaci¨®n deliberada de los ¨¢mbitos del Estado m¨¢s aut¨®nomos de la voluntad popular. As¨ª, la derecha, envi¨® a sus j¨®venes generaciones, especialmente aquellas disciplinadas por instituciones religiosas, a hacer oposiciones a altos cuerpos de la Administraci¨®n y la judicatura. Como ejemplo en reverso, Thatcher, estrat¨¦gicamente, destruy¨® a los sindicatos ingleses porque constitu¨ªan la l¨ªnea de defensa del Estado de bienestar y elemento principal del ciclo pol¨ªtico de econom¨ªa social. Un ciclo para durar precisa apoyarse en todos los poderes del Estado y la sociedad, fuerzas sociales, asociaciones, think tanks, ¨¦lites, la academia, la calle, etc¨¦tera. Los partidos, el Gobierno, no dan perdurabilidad a un ciclo. Y con Zapatero el PSOE limit¨® su acci¨®n al ¨¢mbito institucional y legislativo.
Que sea la derecha y no la izquierda quien mejor reconozca que la pol¨ªtica representativa es superestructura constituye una segunda iron¨ªa.
Una tercera clave es el cambio como leitmotiv de los ciclos. Thatcher fue la primera que, desde la derecha, se apropi¨® de un lema que deber¨ªa ser espec¨ªfico del progresismo. Uno de los s¨ªmbolos m¨¢s reveladores de las pasadas elecciones fue el eslogan del PP: ¡°S¨²mate al cambio¡±. Que el PSOE haya permitido a Rajoy, el l¨ªder del PP m¨¢s conservador de la democracia, quien cuando habla de cambio lo hace con la misma intenci¨®n ¡ªpero sin el encanto¡ª de Tancredi Falconeri en El Gatopardo, adue?arse del lema del cambio revela su desconcierto. En pol¨ªtica gana quien pretende cambiar y pierde el que, est¨¢tico, solo defiende el statu quo.
Nueva iron¨ªa: los partidos de izquierda se han convertido en conservadores, aunque sea del Estado de bienestar, y los de derecha, desde Thatcher, y aunque sea falsamente, en partidos de cambio. ?Qu¨¦ quiere cambiar de Espa?a el PSOE? Se desconoce.
La lecci¨®n final de Thatcher sobre ciclos es que estos se basan en el conflicto radical, constante, sin consenso, en todos los ¨¢mbitos sociales, contra algo y alguien, a quien se intenta desplazar del poder. Este conflicto es el que permite una fricci¨®n permanente, el que proporciona tracci¨®n pol¨ªtica. As¨ª empez¨® a actuar Thatcher en Europa, fracturando a Reino Unido entre, por un lado, una alianza de clases altas y medias, incluso con los sectores de clase obrera de psicolog¨ªa m¨¢s autoritaria y, por otro, los restos de clase obrera y otros sectores desfavorecidos. Este modo de acci¨®n conflictivo es especialmente dif¨ªcil de practicar por nuestra izquierda, que lleg¨® al Gobierno todav¨ªa en el ambiente de consenso de la Transici¨®n. Gonz¨¢lez implement¨® sin resistencia el Estado de bienestar espa?ol, amparado en su legitimaci¨®n europe¨ªsta. Zapatero evit¨® todo conflicto con los poderes econ¨®micos, limit¨¢ndose a moverse en los m¨¢rgenes ¡ªtemas de ciudadan¨ªa¡ª del dominante ciclo conservador. Desde el asentamiento de la democracia, el PSOE nunca ha desarrollado t¨¢cticas de alta fricci¨®n, en contraste, por ejemplo, con el PP de Aznar. ?Contra qu¨¦ y contra qui¨¦n va el PSOE? No se sabe.
Otra iron¨ªa: una visi¨®n dial¨¦ctica de la pol¨ªtica, de lucha, que es esencial a la cosmovisi¨®n progresista, ha sido apropiada y practicada por la derecha europea y espa?ola ¡ªal menos hasta Rajoy presidente¡ª.
Las cuatro iron¨ªas que acompa?an a los elementos esenciales de los ciclos ¡ªideolog¨ªas m¨¢s que ideas, estrategias sociales adem¨¢s de representativas, cambio como lema, conflicto permanente¡ª se resumen en que Thatcher desarroll¨® un ciclo conservador, contrarreformista, de larga duraci¨®n, gracias a importar, sin complejos, elementos de trabajo pol¨ªtico propios de las opciones progresistas. Con lo que estas, si quieren desarrollar su propio ciclo, acorde con sus claves de acci¨®n m¨¢s distintivas y esenciales, han de copiar, iron¨ªa m¨¢xima, de Thatcher.
Jos¨¦ Luis ?lvarez es doctor en Sociolog¨ªa por la Universidad de Harvard y profesor de ESADE Madrid.
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